El Otro País de este mundo

BIenvenidos a la página web de El Otro País

  • Incrementar el tamaño de la fuente
  • Tamaño de la fuente predeterminado
  • Decrementar el tamaño de la fuente

Andreu Mas Carbó Historia de una lealtad a sus raices de clase

Correo Imprimir PDF

  “El Otro País” se ha acercado a Carlet, localidad de la Ribera Baixa valenciana para recoger el testimonio de una vida consagrada a la lucha por los derechos de los trabajadores y contra la dictadura del capital, ya sea bajo las formas explícitas del fascismo o soterradas bajo la celosía de las instituciones de la democracia burguesa. Andreu Mas es un veterano camarada con el que he tenido el honor de compartir algunos episodios de su intensa trayectoria vital: durísimas huelgas en el campo del País Valencià, viajes a Euskal-Herria cargados de ilusión y de proyectos, horas de trabajo sindical y discusión política, siempre a contracorriente. Conjugando análisis y acción en su inmensa humanidad física y anímica.   

 Andreu García Ribera

  Decenas de cantos al ejército del Ebro, a lo que le dijo el jornalero al amo, a desalambrar tierras que no son ni tuyas ni mías, ni de éste o de aquel, de tragos fraternales y lecciones de conciencia de clase han tejido una amistad que la distancia no ha podido difuminar. En los momentos amargos, recordar a Andreu Mas es una inyección de optimismo y jovialidad, también de firmeza ideológica. Sus raíces obreras, republicanas y nacionales conformaron la identidad ética de Andreu, un patrimonio que nunca dilapidó y acrecentó con el decurso de los años.
Lo conocí cuando él ya era un veterano militante comunista y un dirigente sindical, fue en 1985 en un mitin contra la política neoliberal de Felipe González, advirtiéndonos de los peligros de la política agraria de la Comunidad Europea, “El Mercat Comú es el comú del mercats”, repetía, jugando con la polisemia que en catalán significa comú; común y retrete público. Fuertemente enraizado con los suyos, siempre que pudo utilizó el valenciano como medio de expresión. La lengua que habían utilizado desde siempre las clases populares de su pueblo y que ha defendido desde una posición internacionalista como vehículo de comunicación con los trabajadores de la Huerta y como resistencia a las pretensiones de aniquilación cultural de las clases dominantes del Estado español.             
Andreu Mas Carbó ha cumplido 70 años, nació el 18 de enero de 1938 en Carlet, si bien en el Registro Civil está inscrito el 22 de enero. Los bombardeos fascistas fueron especialmente intensos en aquellas fechas en la comarca de la Ribera y no pudieron inscribirlo hasta ese día. Su padre, republicano acérrimo, se alistó voluntario para combatir a los sublevados. Andreu siempre ha dicho que nació fruto de un permiso, de un breve paréntesis paterno en la lucha contra los fascistas.

Pregunta- ¿Cómo vivisteis en casa la posguerra?
Respuesta- La derrota militar de la República hizo que mi padre pasará numerosos años en campos de concentración y batallones de castigo. Salvó la vida porque fue herido poco antes del final de la guerra y no pudieron darle el paseíllo estando en el Hospital.
A los 9 años empecé a trabajar en el campo, en la cuadrilla que iba mi padre. Todos los trabajadores de la cuadrilla eran republicanos represaliados en la España grande y libre de los falangista. Recuerdo a un tal Hipólito, desterrado de Cuenca, que había recalado forzosamente por estas tierras. Desde pequeño escuché como se cagaban en Franco. En los tajos, en jornadas interminables oí hablar de la Unión Soviética, la patria de los trabajadores para aquellos hombres. Aquellos tenían una infinita esperanza en la revolución social.
Mis padres se casaron por lo civil durante la República y al acabar la guerra  fueron obligados a casarse por el rito católico, apostólico y romano. El día de la boda, mi padre se negó a besar el crucifijo que lehidalgos1.jpg ofrecía el capellán y con el mismo crucifijo le partieron la boca y los dientes. Evidentemente, en  nuestra casa sólo se mentaba y menta al Altísimo en términos imprecatorios. Las sotanas no están bien vistas y los crucifijos siguen produciendo dentera a toda la familia.   

P- ¿Cuándo marchas de tu tierra?
R- En octubre de 1957, con 19 años, llegué de emigrante a París. Inmediatamente ingresé en el Partido Comunista. Llegaba con el aprendizaje político hecho, en los surcos de la Ribera había vivido la lucha de clases en estado puro. Nunca he olvidado aquellas lecciones, hoy los explotados podrán tener otro color de piel, pero al final el beneficio del capital siempre se fundamenta en el trabajo no pagado de los obreros.
Trabajé en la Citroen y en la Renault. Muy pronto se me vino abajo el mito de la patria de las libertades. Los mandos de la fábrica eran antiguos oficiales de la Legión. Fui despedido de la Renault por ejercer el derecho de huelga y participé en numerosas manifestaciones por la libertad de Argelia aún bajo la bota colonial francesa.

P- ¿Conociste la represión policial en la Francia de la IV República? 
R- Y tanto, recuerdo una manifestación en que los CRS dispararon con fuego real contra los manifestantes y hubo nueve muertos, tengo aún en la retina la imagen de las CRS tirando las verjas de hierro que rodeaban los árboles de los bulevares parisinos desde los alto de las bocas del metro contra los manifestantes que huían despavoridos. Eran compañías de gendarmes recién importadas de ultramar y acostumbradas a humillar a la población autóctona. A mí, la Guardia Republicana francesa es el cuerpo policial que más hostias me ha dado.

P- ¿Hiciste alguna entrada clandestina en la España de Franco?
R- Varias. Una de ellas en 1962, cuando las huelgas de Asturias.
Trasladé un millón de pesetas recaudadas entre los obreros franceses y la emigración española para la caja de resistencia de la huelga. Así que, con mi pasaporte a nombre de Julio Pinto, ingeniero de minas, crucé la frontera por Irún, desde allí me trasladé a Oviedo, una ciudad sitiada por la policía. Me alojé en una pensión, rellené la ficha y por la mañana en un descuido de la recepción me la volví a llevar, por si las moscas. En autobús llegué a Duro Felguera, donde me entrevisté con Horacio Fernández Iguanzo, el mítico “Paisano”, a quien le confié el maletín con el kilo de la solidaridad obrera. También en esa misión debía sacar por los pasos de la frontera a un camarada al que la policía tenía muy cercado. Finalmente, la dirección del Partido en Asturias decidió que era muy peligrosa la operación y que era más seguro mantener al camarada escondido en Asturias. Volví a salir por Irún, esta vez más ligero de equipaje.

P- ¿Te dedicaste entonces al trabajo político con los emigrantes?
R- Sí, trabajé para el Partido en la emigración organizando a los obreros en Bélgica, Holanda, Suiza y Alemania. Editamos en esa época un boletín que se llamaba “Libertad”, primero,  y más tarde, “Libertad para España”. En 1966 recibí un cursillo en la RDA titulado “nuevos enfoques a problemas de hoy”.

P- ¿La policía política de Franco conocía tus actividades?
R- Dos veces fui procesado, dictándose auto de rebeldía. La primera, a raíz de la caída de un hombre de Izquierda Republicana de Carlet, llamado Eladio Ferre,r en la frontera de Port Bou, con propaganda. Era un material que le había encargado pasar al interior Fernando Valera, un hombre que aunque no era comunista yo respetaba mucho, había sido condenado al acabar la guerra a dos penas de muerte. Esta detención supuso la caída en Carlet de ocho o diez personas, entre ellos mi padre, que fue enviado a la cárcel Modelo en Valencia. En los interrogatorios, salió el nombre de Andreu Mas a colación, y detuvieron a mi padre. Tardaron algunas semanas en descubrir que el Andreu Mas en cuestión era el hijo. En ese juicio fui condenado en rebeldía.
El otro proceso fue a finales de los 60, cuando la caída de Antonio Palomares y la dirección del PCE en Valencia. Detuvieron a un camarada de l’Alcudia que, bajo torturas, mencionó mi nombre. También esta vez dictaron auto de rebeldía. Toda esta información la obtuve a través del entrañable abogado y militante comunista Alberto García Esteve.


P- ¿No obtuviste el status de refugiado político?
R- Siempre renuncié al estatuto de refugiado político en Francia. Quería libertad para salir y entrar clandestinamente, sin someterme a obligación alguna con el Estado francés.

P- ¿Dónde y cómo conociste a Antonia, tu mujer?
R- En Parí. Ella tenía 18 años, vino a conocer la Ville Lumière y a aprender francés y acabó uniendo su vida a la mía, organizada en el Partido Comunista y hablando el catalán meridional de los valencianos.

P- ¿Y después de Franco?
R- A la muerte del dictador regresé al Estado español, aunque Alberto García Esteve me aconsejó que retrasara el regreso, que la Brigada Social  seguía utilizando los archivos de la dictadura…..y los métodos. Fíjate si tenía razón Alberto, que el 9 de abril de 1977, el día de la legalización por Adolfo Suárez del PCE, la policía se presentó en casa de los padres de Antonia en Gijón preguntando por míi.

P- ¿Qué hiciste durante la llamada Transición?
R- En esos años participé activamente en la construcción de la Federación del Campo de CC.OO. Había muchos problemas por resolver: los salarios eran muy bajos todavía y más en comparación con el sector industrial, las mujeres en los almacenes de fruta eran explotadas por la consideración histórica de que el trabajo femenino es el segundo salario de la familia y por tanto puede ser más bajo, primaba el destajo, los accidentes eran frecuentes precisamente por los destajos, la eventualidad era la norma en el sector y nuestra gran batalla era el reconocimiento del carácter de fijos discontinuos a todos los que repitiesen campaña, los eventuales agrícolas estaban discriminados con respecto a otros trabajadores eventuales ya que no tenían acceso a la prestación contributiva por desempleo. A lo largo de la década de los 80 desarrollamos en el campo valenciano un movimiento huelguístico de gran intensidad, con una gran capacidad de movilización. La capacidad de lucha de las mujeres de los almacenes fue impresionante, cuando tomaban conciencia de su discriminación y daban el paso adelante se convertían en un torbellino imparable. Entre mis mejores recuerdos están los piquetes de huelga formados por autobuses de mujeres que abortaban decididamente cualquier intento de esquirolaje.
En una cooperativa, la Guardia Civil, mandada por un suboficial que se había distinguido en Carlet durante el franquismo por los malos tratos, nos protegió de un comando antihuelga que con escopetas de caza quería amedrentarnos. Viniendo hacia mí, me espet: “ha visto lo eficaz que es la Guardia Civil, cuando nos mande tendrá ocasión de comprobarlo”. Le contesté que ese supuesto no podría darse nunca pues si alguna vez tenía poder de mando lo primero que haría es disolver la Guardia Civil.

P- ¿Pero tuviste problemas con la cúpula dirigente de CC.OO?
R- Naturalmente, CC.OO. empezaba a pisar moqueta ministerial y a asumir compromisos con la lógica capitalista. Fui Secretari General de la Federació del Camp del Pais Valencià y aunque gané la Secretaría General de CC.OO del Campo a nivel estatal, este Congreso no fue reconocido por la dirección. El sindicalismo de resistencia que siempre defendí chocaba con la práctica de una dirección cada día más comprometida con la gestión del Estado capitalista. Recuerdo el último Congreso de la Federación del Campo al que asistí,  en el que Salce Elvira, que luego lideraría el denominado sector crítico de CC.OO. quería comprarme delegados para ganar una votación: “¿cuántos tienes y qué quieres por ellos?”.
En 1987 fui expulsado de CC.OO, junto con otros compañeros, por unos sindicalistas de marketing, avión y maletín de ejecutivo. Uno de los más activos inquisidores contra nosotros fue Antonio Montalbán, Secretario General de CC.OO del P.V. en ese momento y primer candidato por Esquerra Unida en la circunscripción de Valencia en las elecciones del pasado 9 de marzo. Montalbán probó luego su medicina en CC.OO. En la época de Antonio Gutiérrez fue desbancado por una dirección que galopaba en el caballo de la Nueva Izquierda rumbo al PSOE. Después de perder Montalbán el Congreso de Burjassot ante el jesuita  Joan Sifre, una mañana se encontró la puerta de su despacho cerrada y todos sus documentos personales y de trabajo apilados en el suelo.

P- ¿Desde tu experiencia, tiene Marcelino Camacho alguna responsabilidad en la degeneración del contenido de clase del sindicato?
R- Mucha. Bajo su dirección, comenzó la depuración de la izquierda sindical y de quienes reivindicaban un sindicalismo asambleario y de clase. Inició la transformación del sindicato en un aparato integrante del Estado. Recuerdo a Marcelino Camacho en un Consejo Confederal decir que si él estuviera en Polonia estaría en Solidaridad. Fíjate tú, estaría en una organización que la historia ha demostrado que actuó como punta de lanza de la CIA y la Iglesia Católica contra el socialismo realmente existente. También es responsable de haber propuesto al entonces Secretario de la Federación de Alimentación, Antonio Gutiérrez, para ocupar la dirección del sindicato. Gutiérrez continuó el trabajo de desideologización, de pactismo e inserción en las estructuras de un Estado al que en teoría has de combatir y que en la práctica subvenciona los cuantiosos gastos de una burocracia desvinculada de los problemas de los trabajadores. 

P- ¿No transigiste como tantos otros para mantener una liberación sindical?
R- Hay cosas que no se me pueden pasar siquiera por la imaginación. Volví  a trabajar en el campo y, junto con Antonia, que limpiaba escuelas y trabajaba también en el campo, sacamos adelante a nuestros cuatro hijos. Sufrí un accidente de trabajo y  por ello percibo una pensión de invalidez. Nunca concebí la política o el sindicalismo como una profesión, sino como un compromiso con mi clase. Aquella a la que me adherí con nueve años, trabajando en una colla de hombres que creían en la revolución social.

P- ¿Cuándo abandonaste el PCE?
R- Hace más de 20 años. El eurocomunismo corroyó el partido, lo desarmó ideológicamente,  trataron de refundar una organización socialdemócrata y se deslizaron por un antisovietismo repugnante. El PCE fue el principal responsable político de una transición que no fue tal sino una transacción que permitió que muerto el perro no acabara la rabia, que los poderes dominantes durante el franquismo se perpetuaran. Traicionó el legado de miles de luchadores antifranquistas rindiendo pleitesía a la monarquía que Franco impuso a través de sus Leyes Fundamentales.

P- ¿Qué piensas de la crisis de Izquierda Unida? 
R- En la práctica, IU ha sido una maniobra más para conseguir la destrucción del PCE, el colofón de un camino de claudicaciones. La dirección del PCE apostó por la disolución del Partido en una plataforma electoral y el resultado ha sido que cedió en el terreno de los principios a cambio de votos y hoy se ha quedado sin principios y en la miseria electoral más absoluta.

P- ¿Cabe la reorganización del actual  PCE?
R- No, pues su problema no es que se equivocara de táctica. Eso es algo que se puede corregir. Su problema es que renunció al socialismo como estrategia de transformación social, aspiró a ser la izquierda moderna de un capitalismo moderno y en esa aspiración fue engullido por el PSOE.

P- ¿Qué haces ahora?    
R- Sigo siendo comunista, soy militante del PCPE y continuó abominando de los patrones, de las sotanas, de los cetros coronados, de los uniformes militares, de los chivatos, y de los traidores a su clase.