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Andrés Sorel: “la Iglesia es el mayor cancer de la sociedad española".

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TERESA GALEOTE

  Andrés Sorel nace en Segovia en plena Guerra Civil. Licenciado en Magisterio y en Filosofía y Letras, vivió la censura franquista en todas sus vertientes. Tuvo que exiliarse a París y desde allí dirigió el semanario Información Española. Hombre comprometido con su tiempo, actualmente es Secretario General de la Asociación de Escritores de España y dirige la revista literaria República de las Letras.
Sus libros beben de la vida, de la historia y de una imperiosa necesidad de contar cosas que otros callan. No puede ni quiere despegarse de esa forma de escribir. Historia y literatura viven en él en perfecta simbiosis para ofrecernos una rica y variada gama de personajes. Él es así. No concibe la literatura como mero entretenimiento. Prolijo escritor, apenas se da un respiro entre libro y libro. Sus novelas y ensayos han sido traducidos a diversos idiomas.
Yo, García Lorca; Dolores Ibarruri, memoria humana; El libertador en su agonía; Concierto en Sevilla; Voces del estrecho; Siglo XX, tiempo  de canallas; Apócrifo de Luis Cernuda; El falangista vencido y desarmado; Mañana Cuba; Saramago, una mirada triste y lúcida, y La caverna del comunismo son algunos de sus libros. Actualmente prepara una novela que saldrá a finales del año 2009 y que se desarrolla en Cuba, desde 1895 a nuestros días, a través de tres generaciones y de las guerras de liberación contra España, la revolucionaria que se inicia en el asalto al Moncada y la Cuba actual.
  andres_sorel.jpgEl hombre de letras es un lúcido observador del acontecer nacional e internacional que arremete contra un sistema que sólo se preocupa de la rentabilidad económica. Un sistema depredador que niega los derechos humanos a la mayoría de la población y se muestra incapaz de dar respuesta a los retos actuales. Andrés Sorel imprime en sus obras el desgarro de los marginados, de aquellos que sistemáticamente son olvidados. Pero a la vez lanza un doloroso grito contra aquellos que traicionaron las esperanzas en un mundo mejor. Con el ciudadano y hombre de letras comprometido hablamos de literatura y de la situación política actual.
P-En mayo de 1968, ocurrieron muchas cosas. Es una fecha simbólica. El mayo francés, la primavera de Praga. Cuarenta años han pasado desde aquellas revueltas que pretendían un mundo mejor. ¿Qué queda hoy de aquel espíritu de rebeldía?
A.S.-  Queda, en primer lugar, la derrota de un mundo construido sobre dos pilares aparentemente antagónicos, pero que se complementaban: el capitalismo imperialista y el comunismo estaliniano. De sus cenizas surgió un mundo unificado en el neoconservadurismo, la globalización  al servicio de los poderes retrógrados y explotadores que hoy nos gobiernan. Queda la necesidad de regenerar los partidos políticos oficialistas de la izquierda o de buscar otra manera de hacer la política, de que los ciudadanos no sean meras corrientes de transmisión de las burocracias y participen en actividades que busquen transformar la vida y no perpetuar la corrupción. Queda la realidad de un mundo viejo que camina hacia la autodestrucción del Planeta y la enajenación del pensamiento, uniformando a los seres humanos en la nueva religión del consumismo, cuyo máximo profeta es la publicidad. Nos quedan los sueños de aquellos días que nos impulsan a seguir luchando. Nos queda la construcción de conceptos diferentes a los vaciados de contenido –democracia, derechos humanos, ley, justicia, orden, libertad- que ya carecen de significado. Nos quedan las dudas y la desconfianza hacia cualquier orden, todo orden, supeditado a la injusticia, la opresión del débil. Nos queda rugir, maldecir y utilizar todos los medios posibles para combatir las religiones, las iglesias, los ejércitos y las policías, la banca, el caciquismo político o sindical, aunque se denomine de izquierdas.
P– La situación de barbarie que estamos viviendo es atroz: hambrunas, guerras inducidas por el saqueo de materias primas, precariedad laboral, etc. Por otro lado, la ciudadanía parece estar aletargada ante dicha situación En dicho contexto, ¿es lícito que el escritor se desentienda de las circunstancias que le rodean?

A.S.- El escritor nunca se descompromete. Eso es una falacia. El escritor siempre habla desde un compromiso. Lo que es necesario es precisar con quién compromete su vida y su obra. Hoy, la gran mayoría de ellos se supeditan a los intereses comerciales, al mercado, al desorden de una moral, unas leyes, bárbaras y criminales que santifican los terrorismos impuestos por los poderes oligárquicos, las iglesias, los poderes políticos .Cuando se dice que el escritor se desentiende de las circunstancias que le rodean se falsea el problema: el escritor se alinea con la miseria ética, cultural y social de esas circunstancias situándose al lado de los corruptos y los imbéciles. Ya a principios  del siglo XX Karl Kraus denunció a los intelectuales “sagrados” que servían a los bárbaros de los imperios, de los genocidas que en ese siglo causaría la muerte de millones y millones de seres humanos, tan inocentes como engañados por los plumíferos –máximos culpables los periodistas, pero también “eximios” poetas o narradores- al servicio de los grandes poderes.
P– Sin haber resuelto las grandes lacras sociales de siglos anteriores, hoy nos encontramos con retos medioambientales de gran magnitud. Aunque los intereses creados nieguen la mayor, los desastres ecológicos son evidentes y esto va a más. ¿Cómo vislumbra Andrés Sorel el siglo XXI?
A.S.- No puedo por menos que mostrar mi pesimismo, alinearme con ese puñado de escritores y científicos que denuncian, día tras día, cómo estamos destruyendo la casa del ser humano, la casa Tierra. Los culpables son las multinacionales que controlan los negocios del petróleo, las armas de guerra, la construcción y que se encarnan en los políticos payasos que ponen como testaferros del poder, de su depredadora organización económica, de Bush a Berlusconi, pasando por Putin y Aznar. O, desgraciadamente, quienes han tomado el rumbo de la política neoconservadora china. Obtener el mayor beneficio posible, la máxima rentabilidad en el más mínimo tiempo y con el menor coste posible sin que les importen las consecuencias, para los pueblos hoy, para el futuro de la humanidad en un cada vez más breve lapsus de tiempo. Todos herederos de aquel Rey que proclamaba “Después de mí el diluvio” Mas algunos de nuestros intelectuales siguen preocupados por sus ombligos, cantando a la rosa o a historias hueras, y otros debatiendo sobre fronteras, banderas o lenguas propias aunque éstas solo sirvan para alumbrar el fin del pensamiento, concitar la llegada del gran apagón de la vida. Egoísmos políticos que parten de concebir la política como “tener” en vez de “ser”, dominar, controlar pequeñas parcelas de poder en vez de fomentar los valores solidarios, las diferencias, parar el desarrollo concebido al servicio de los bárbaros.
 P– Los libros, de todo tipo, se han convertido en un bien de consumo como otro cualquiera, pero si pretendemos hablar de literatura y de compromiso. ¿Qué papel está cumpliendo la literatura actualmente y a quién beneficia?
A.S.– La literatura se extingue, salvo en esas islas bienaventuradas de las que hablaba Hölderlin. Todo cristo dice “esto es kafkiano”, mas nadie se preocupa de comprender, concebir una literatura como la realizada por Kafka, antítesis de la que hoy llenan esos malditos espacios que dicen vender libros y que sólo conciben esa “mercancía” como coyuntural y generadora de beneficios, pues de no ser así la condenan a la destrucción inmediata y la guillotina. La literatura beneficia a las empresas editoriales. La corrupción literaria –premios, intereses publicitarios, servicios de los medios de comunicación a las grandes empresas, etc.- no alcanza las dimensiones de la del ladrillo pero es tan nociva como ésta: pues si el ladrillo destruye espacios naturales, encarcela playas, convierte cada vez más en cárceles los centros donde se vive, la otra está anegando la conciencia y la libertad.
P– Tengo entendido que la Asociación Colegial de Escritores va a celebrar un Congreso en septiembre. ¿Dónde se celebrará y qué pretensiones tiene dicho Congreso?
A.S– Se celebrará en León. El título general es una de mis obsesiones: “Pensamiento y Literatura”. Esa es la pretensión del Congreso. Frente a la literatura banal de nuestros días, superficial, de usar y tirar en gran parte de los casos, reflexionar sobre un tema que se encuentra presente en la gran literatura de todos los tiempos, que hoy me parece más necesaria que nunca. El pensamiento frente a la moda, la cultura virtual, iconográfica. Hoy se escribe, pinta, compone, casi “a la carta”. Las consecuencias: manipulación, degradación, envilecimiento de la obra artística, de todo tipo de creación, como ocurre en general en otros aspectos de las culturas de la vida cotidiana: alimentación, vacaciones, hábitos urbanos… La educación, la información y la crítica igualmente se encuentran dominadas por los poderes públicos y los monopolios económicos. Los medios de comunicación, nocivos, sirven intereses espurios, alienantes. Y al tiempo se ha construido el tejido de una autocensura que elimina en el creador la búsqueda del rigor en la elaboración del lenguaje y en la profundidad de los temas desarrollados, aparte de no quererse enfrentar a otros que considera tabúes o no comerciales.
P– Vivimos envueltos por la publicidad; parece que lo que no se publicita no existe. Hace algunos años, Antonio Tabuchi dijo que la vanguardia había sido sustituida por la publicidad. ¿Qué opinión te merece dicho juicio?
andres_sorel_2.jpgA.S.– Estoy de acuerdo en el poder de la publicidad, ella conforma el gusto dominante, pero la palabra vanguardia no me parece muy significativa. Los grandes temas, problemas del ser humano, son de siempre, cada vez más irresueltos. Naturalmente,  preciso es tratarlos de forma distinta, cada vez más creativa e innovadora, y de acuerdo a las “circunstancias” históricas concretas en que uno los desarrolla. La publicidad conforma, con la religión, el opio del pueblo de nuestros días. Difícil resulta combatirlas. Lo criminal es someterse a sus dictados. Hoy la mayor parte de los creadores conceden un valor máximo a la publicidad, a que ella les de nombre y desarrollo, más que al contenido real de sus obras. Cadáveres vivientes a los que sólo les importa exhibirse, pavonearse en la feria de las vanidades y el absurdo en que se ha convertido la cultura. Adornos para los políticos, los oligarcas bancarios, las universidades y Academias burocráticas y rutinarias, ofician de enterradores del pensamiento y la libertad, sepultureros de la imaginación y la creatividad, cómplices de los depredadores políticos de las llamadas democracias. Al fin, ya hace muchos siglos, escribió Horacio: “Las ruinas me encontrarán impávido”..
P– Uno de tus últimos libros, Siglo XX, siglo de canallas, es una denuncia atroz sobre las grandes traiciones que cercenaron las esperanzas de la humanidad. Si escribir es vivir, como asegura José Luis Sampedro –que conste que yo también lo creo–, ¿qué sentías al escribir este duro ensayo?
A.S.–  Siempre he pensado que literatura y vida caminan unidas. Con ese libro paseé mi mirada y mi memoria sobre la España atroz que, desde los Reyes Católicos, ha sido la España de la intransigencia, el chauvinismo feroz, el poder eclesiástico y señoritil, el cafrismo militar, asomándola al tiempo a los grandes problemas con que se enfrenta el ser humano de nuestros días, intentando encontrar en las nuevas luchas sociales, muchas veces autogestionarias, en las voces rebeldes que todavía existen una débil esperanza para el futuro. Uno de los grandes temas de nuestros días es encontrar una nueva reformulación para las palabras que se han vaciado de significado, que se han pervertido por el uso perverso que de ellas se ha realizado, que hay que volver a poner en marcha con otras formulaciones y utilizaciones distintas: democracia, comunismo, luchas sociales, culturas libertarias, república, derechos humanos, independencia de los pueblos, solidaridad. Intelectuales y artistas, los adornos de nuestra sociedad global, se entregan al abrazo del mercado, adaptándose a las justificaciones de la democracia capitalista y su filosofía de derechas. Y en el siglo recién abandonado, el genocidio de pueblos enteros, el embrutecimiento de sociedades en todos los continentes, la explotación y humillación, condena de casi las tres cuartas partes de la humanidad, es una realidad pavorosa que no tienen el libro de la infamia que la muestre al desnudo. Tiempo de canallas el que hemos vivido y el que estamos viviendo. No es algo que deba asombrarnos: la inteligencia, por regla general siempre se ha arrimado al poder, salvo los heterodoxos, utópicos y visionarios. Esa es la posición que yo intento adoptar.
P– Técnica y ciencia siempre han estado asociadas al progreso, pero hoy podemos decir que ese binomio no es cierto. La humanidad sufre las mismas lacras de antaño. La Declaración de Derechos Humanos se ha quedado en papel mojado. Inteligencia artificial, pensamiento débil generalizado. ¿Estamos asistiendo a la cosificación del hombre?
A.S.– El dolor sigue existiendo. La irracionalidad se extiende por doquier. Pero se crean “bombas” inteligentes, aviones invisibles, armas sofisticadas, policías con poderes ultrasensibles. Cada vez habitamos más en cárceles, en territorios cercados, y continuamos sufriendo la falta de libertad para ser dueños de nuestras vidas, hacer con ellas lo que queramos. Crear un hombre cibernético supone el intento de adaptación de la máquina humana a la explotación más despiadada, anulando si es posible su capacidad de pensar, es decir, el sentido de su libertad. No me gusta predecir el futuro. En 1934 escribió Einstein: “Estas manifestaciones actuales de decadencia se explican, en mi opinión, por el hecho de que la evolución económica y tecnológica ha intensificado de forma notable la lucha por la existencia, en detrimento, sobre todo, del libre desarrollo del individuo”. Y antes: “El peor producto de la vida de rebaño, el sistema militar, que detesto… todo ese repugnante absurdo que se conoce con el nombre de patriotismo… este espantajo habría desaparecido hace mucho tiempo si los intereses políticos y comerciales, que actúan a través de los centros de enseñanza y de la prensa, no corrompiesen sistemáticamente el sentido común de las gentes”. El patriotismo de los intereses de quienes conforman hoy el poder de los “grandes”, las potencias que establecen el “desorden” del mundo. ¿Ciencia, técnica? Dadme libertades, progresos humanos, igualdades, desarrollar sistemas para terminar con los asesinos de ayer y de hoy, los que ofician en los gobiernos al servicio de los intereses económicos que todos conocemos.
P– Parece que las grandes mentiras se asumen con mayor facilidad que las pequeñas. La jerarquía eclesiástica española está envalentonada y se ha echado a la calle para protestar contra Educación para la Ciudadanía, imponer la religión en la escuela, etc. En dichas circunstancias, hay que recordar las palabras que Franco dirigió a los educadores del régimen: “Hay que recristianizar a esa parte del pueblo que ha sido pervertida, envenenada por las doctrinas de corrupción”. Parece que el pasado no está tan lejos como algunos pretenden. A tu juicio, ¿Qué impide que en España se asiente plenamente la separación entre Iglesia y Estado?
A.S.- La Iglesia sigue siendo culpable. El mayor cáncer de la sociedad española. Parece imposible desposeerla de ese gigantesco poder que ha acumulado a lo largo de los siglos. Mandarla al limbo sería la única solución. Pero mientras, al menos tendrían que limitarse sus poderes, sobre todo en materia de enseñanza, medios de comunicación, etc. De no ser así, siempre el Estado será un rehén de ese auténtico poder y el pueblo su víctima. ¿Pero hasta qué punto el Gobierno gobierna, en éste y otros temas?