En recuerdo del “aguafiestas”

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Un mundo a la deriva

Texto inédito de Juan Ramos Camarero

  En Barcelona y cuando se va a cumplir un año del fallecimiento de Benedetti, compatriotas suyos, y un “manojo” de buenos y leales amigos que él con cariño y esmero cultivó en estas tierras, se pusieron de acuerdo para rendirle un merecido y hermoso recuerdo. A la espera, Paula y yo decidimos hacer un breve recorrido por la Ciudad Condal que años ha le acogió con tanto cariño.

  Con algunos piropos de por medio, pues Paula no cesaba de alagar lo que según ella era mi connatural optimismo, decidimos adentrarnos en la “nueva Barcelona”. La Barcelona pos-olímpica. La de la emigración, ella que tanto sabe de exilio y desarraigo. La de los bares y restaurantes atendidos por ecuatorianos, peruanos. La Barcelona que rejuvenece a fuerza de mestizaje: uruguayos, argentinos, árabes y nigerianos…mario_benedetti_2.jpg
Una visita al Raval, hasta hace poco tiempo lugar deprimido y enajenado por la droga, la prostitución barata y la ruina de las antiguas casas no remodeladas. Ahora el barrio tiene un “elegante” museo (por tamaño que no quede) donde se expusieron los cuadros de Canaleto y alguna que otra librería “muy antigua y muy moderna” con versos de Rubén Darío, el poeta preferido de Pere Gimferrer, que la frecuenta.
  Del otro lado está el Born. Paula lo conoce bien. El de la vida bohemia en los años 80 del siglo pasado. Donde el jazz imperaba y a lo sumo música brasileña. Ahora, cogidas de la mano del Museo Picasso o de la Galería Maeght,  se señorean peluquerías para nigerianas, fruterías del “trópico” con música de guitarras, violines, acordeones y mucho color negro con “La Farola” bajo el brazo. Se apelotonan los contenedores reventados con hedor espeso y putrefacto y Paula comenta: “Esto ya no es Barcelona ¡Esto es Nueva York!” Para confirmar su descubrimiento, le comenté que tan sólo hacía dos noches en el selecto y restringido barrio de Sarriá (donde viven los acicalados editores, que no los “parias” escritores) me topé con dos borrachos sentados en un banco de la plaza en amable confraternidad etílica: Un catalán y un nigeriano.
  Nuestro improvisado paseo terminó en la esquina noroeste de la siempre concurrida Plaza de Catalunya, cada vez más conocida como la “black corner” pues llevan durmiendo a la fresca ya hace más de un año 120 inmigrantes de todas “leches” razas y colores. Allí andan entretenidos tendiendo sus ropas en los setos frente al elegantísimo rostro del edificio de la FNAC y la más suntuosa, refinada y grande perfumería de la ciudad. En este mestizo territorio de colores y olores se dan cita Estados Unidos, Europa y la desaparecida Unión Soviética.
  Por fin Barcelona se ha convertido en Nueva York, dijimos al unísono Paula Matías y  yo. A lo largo y ancho de la Gran Vía se entrecruzan rostros morenos con ojos claros, movimiento de caderas, salsa y sardana, cuscús y “pan tumaca”…
  La escritora uruguaya Peri Rossi abría el acto con la lectura de algunos extractos poemarios del genial “Aguafiestas”, escritor y poeta uruguayo. Hacía tiempo que no veía llorar a lágrima viva a tanta gente junta.  
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“HAGAMOS UN TRATO”

Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar conmigo
 
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo (…)

  Recupero la memoria de otro encuentro emotivo y en tiempos revueltos, donde el “Aguafiestas” todavía en vida no pudo hacer uso de la palabra, a él que le apasionaba tanto.
  “Ustedes no lo saben -dijo Montserrat Roig alzando levemente la mirada de sus ojos hermosos- porque no lo conocen de verdad o no han coincidido con él, se ha ganado a pulso el calificativo de “Aguafiestas” defensor a ultranza de “causas perdidas”.
Los allí reunidos esperábamos que el telón se alzara e hiciera su entrada el “Aguafiestas”, apodo que el sicario y esbirro comisario uruguayo utilizó señalando con el puntero el rostro vacío de Benedetti proyectado en el centro mismo de una pantalla. Eran tiempos de guerra, tortura física y psicológica en aquel trozo de tierra con forma de corazón o de “boleadora”, como definía Benedetti al país que le vio nacer. Seguíamos esperando, nos temíamos lo peor, pues en la espera, el trasiego detrás de las cortinas se hacía evidente. Sus actores se movían con nerviosismo, el tiempo apremiaba, los retoques de última hora se hacían con una tensión no disimulada y las caras se presentaban agresivas y preocupadas.  El telón se alzó. Una calma infinita se apoderó de los encargados de velar por la aplicación interesada de la “norma”. Parecería que todo se había gestado en la mayor de las complacencias.
  Un acicalado colega (hoy reputado “Honoris Causa”) ofició de sepulturero suspendiendo el encuentro concertado con el “Aguafiestas” pues el cambio de la barricada a la corbata no permitía al centro en plenas elecciones, a rectorado incursiones, a la melancolía y al alboroto político-literario.... Marta Mata y Montserrat Roig, anfitrionas para la ocasión, en un improvisado discurso y buscando lugar común con las “Crónicas perdidas” del hoy desaparecido F. Chatelet intentaron, indignadas, desagraviar el ultraje intelectual cometido en la persona del escritor, novelista y poeta uruguayo, defensor por antonomasia de las “causas perdidas”. Quintín Cabrera, cantautor uruguayo afincado en Catalunya, enfundó despechado su guitarra pues se acabó la fiesta y la despedida.

EXILIO LITERARIO Y HUMANO

  No era la primera vez, ni sería la última, que Benedetti en su eterno deambular encontrara en Catalunya calor y amor a su eterno exilio literario y humano. A su paso por Barcelona una y otra vez y ante una nutrida comunidad de chilenos, argentinos y uruguayos, no se cansaba de explicar su propia Guerra de Troya y de las advertencias de la bruja y loca Casandra contra todos aquellos que desdeñando el poder y la audacia de aqueos y griegos, caminaban hacia el precipicio de su propia apocalipsis.
  Benedetti nos dejó, se marchó para siempre, no sé si con su bolígrafo o no. Hay libros que leemos con superficial interés olvidando una página cuando empezamos la siguiente, los hay que leemos con reverencia sin atrevernos a estar de acuerdo o disentir, otros, que sólo ofrecen fría información excluyendo cualquier comentario y otros muchos por fin, que participan de todo lo anterior y que en lugar de provocar nuestro silencio nos toman por las solapas y nos exigen que respondamos con opinión. Una idea, una pregunta, un recuerdo, un deseo. Estos son los que nos deja nuestro entrañable “Aguafiestas”.
  Benedetti organizó su vida y su literatura al margen y a contracorriente de modas, de imposturas, de disfraces,  de concesiones. Testimonio de coherencia que lo enfrentó demasiadas veces con la despótica cultura oficial de América Latina. También con relamidos y resabiados permanentes al acecho del Premio Nobel. Benedetti, al igual que a Cortázar, se le admira, se le respeta y se le quiere, independientemente de las fobias y quimeras de cultivados críticos y literatos del insulto. Somos muchos los que vivimos sus tiempos de amor y de guerra, sus éxitos y fracasos, sus exilios y desarraigos como propios,  como bálsamo ante tanta refriega y ruido editorial. BENEDETTI,  ERA UN TIPO DE LOS NUESTROS. Arrastraba una larga enfermedad. Cuartilla y bolígrafo acostumbrados al tacto de su mano se miran hoy sorprendidos ante su ausencia... Habrá que acostumbrarse a ello...