Letizia Ortiz y la transformación de la Monarquía Española

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“La dudas de Hamlet” (Península), nuevo libro de Miguel Roig

 Christian Salmon

  Tras haber radiografiado, en “La fábrica de porcelana”, la figura sintomática de Belén Esteban, cuyo éxito popular da fe de una pérdida de crédito de la palabra de las elites, Miguel Roig se acerca en este libro precisamente a esa elites, políticasy mediáticas, tomando por objeto a la princesa Letizia Ortiz, ex periodista de televisión convertida en esposa del futuro rey de España. Mientras las Belén Esteban (no sería difícil encontrarle equivalentes, por ejemplo en Italia, en la fábrica teleberlusconiana) le roban a los periodistas profesionales el papel de mediadores de la conversación nacional, Letizia Ortiz, ex presentadora de telediario, se instala en la cumbre del sistema monárquico convirtiéndose en princesa y las_dudas_de_hamlet.jpgfutura reina de España... No solo asistimos aquí a una sustitución de los lugares y los roles, sino a una mutación «genética» de las fuentes de la autoridad simbólica. La televisión, fábrica del «aura», sacraliza lo profano, trastoca las jerarquías del poder y el saber y se convierte en la única institución sacralizante de la sociedad hasta el punto de que la monarquía necesita tomar prestadas sus figuras tutelares para recargarse y perpetuar su poder simbólico...
  De Belén a Letizia, Miguel Roig no se desplaza solo de la base a la cumbre de la sociedad mediática, registra un desplazamiento flagrante de las trayectorias de la legitimación, de la elevación social, las mudas del poder y de su «fama»...
  La «novela» de Letizia Ortiz no se reduce, por tanto, a un cuento de hadas de una cenicienta ennoblecida por la magia del amor de un príncipe; la ex periodista accede ciertamente al estatus de princesa por su matrimonio, pero aportándole una notoriedad adquirida en las pantallas de televisión, hace que la monarquía acceda a la modernidad mediática. Redora el blasón que envejecía; en términos de marketing, moderniza la marca de la monarquía. El matrimonio principesco resulta ser una sorprendente operación de rebranding. Letizia Ortiz obtiene sus cartas de nobleza tanto por su admisión en la familia real como por su pertenencia a la aristocracia de los medios de comunicación.

ALIANZA ENTRE LINAJES

   Su matrimonio con el príncipe heredero se parece, por tanto, más a una alianza entre dos linajes o dinastías, en todo caso dos fuentes de legitimidad, que al banal ennoblecimiento de una plebeya. El linaje se alía con la notoriedad para dar nacimiento a una nueva aura donde se fusionan la investidura mediática y la consagración monárquica.
Nos acordamos de Lady Di, despreciada por la reina y apartada de la corte, pero entronizada tras su muerte como
«princesa del pueblo» por Tony Blair y sus storytellers. Miguel Roig nos muestra perfectamente cómo las viejas monarquías, amenazadas con su disolución o su canalización en el gran bazar de la mundialización mediática, necesitan recargarse conectando con nuevas fuentes de legitimidad mediática, aliándose con figuras populares provenientes del deporte, el show business o el periodismo (como, por ejemplo, la periodista Pia Haraldsen y el príncipe Guillermo de Luxemburgo, la nadadora sudafricana Charlene Wittstock y el príncipe Alberto deMónaco, Kate Middleton y el príncipe Guillermo de Inglaterra...).
  Lo sabemos desde Sissi emperatriz. Las viejas monarquías no se autorizan solo con la genealogía, necesitan historias y leyendas para reconstruirse y ganarse un lugar en el imaginario colectivo. Pero esta conquista de los corazones y las mentes a través de relatos inspiradores ha tomado en nuestra época un giro altamente estratégico; porque estos relatos ya no son dispensados al gentil pueblo desde arriba como un maná narrativo. Son la apuesta de una reapropiación social constante. Incluso cuando inspiran series de televisión como Felipe y Letizia, querer y deber en Telecinco, son objeto de una reapropiación constante a través de los comentarios, las fantasías, los rumores y los desmentidos. Se extienden como murmullos en las chat lines, como interjecciones en forma de SMS y posts ilustrados con emoticonos; circulan en los blogs, YouTube, Facebook, MySpace, Twitter...
  El linaje ya no basta para legitimar la monarquía; necesita, como cualquier adolescente en Facebook, «ser popular »; tiene que preocuparse por su e-reputación y mantenerse en el centro de la conversación nacional... Hemos pasado del ritual a la estrategia.
  Miguel Roig desmonta con una paciencia de relojero los mecanismos narrativos de la leyenda Ortiz, saca a la luz el ajuste de relatos que construyen la figura mediática de la princesa, mujer independiente, presentadora del telediario, heroína de una serie de televisión, ex mujer de un novelista, Alonso Guerrero, en cuya novela, “El hombre abreviado”, la audiencia busca elementos autobiográficos del autor con su ex esposa. «Como vemos, el perfil de Letizia Ortiz se va articulando sobre los relatos que se acumulan para quedarse de momento en la historia y desde allí prodigarse, en el que cada uno de nosotros podamos construir sobre ella». No es pues la success story de una princesa salida del pueblo lo que Miguel Roig analiza, sino unas formas de creencias, unos rituales de elevación y ennoblecimiento, unos protocolos de institución del poder, mediatizados a través de las pantallas de televisión y las innumerables interfaces digitales que construyen y marcan el ritmo de nuestra vida simbólica...

BÚSQUEDA DE LEGITIMACIÓN

  Roig subraya el carácter problemático de estas trayectorias de legitimación que obedecen a ideales tipo contradictorios, monárquico y mediático. De ahí esa figura del mutismo de la ex periodista, reducida al silencio por su estatus de princesa, que protesta al lado del príncipe durante el anuncio de su matrimonio: «Dejarme acabar mi frase...».
  De ahí, también, esa sospecha de anorexia de la que es víctima, debido a su delgadez de modelo, que reactualiza el síntoma de las princesas encerradas en las viejas cortes de Europa a la par que evoca el imaginario posmoderno de un infierno mundano donde los signos de belleza están asociados a los estigmas de la delgadez extrema... La anorexia imaginaria de la princesa es el producto de una doble expectativa, se alimenta de las viejas sospechas sobre las enfermedades de las princesas y se alinea con el ethos de la nueva cultura capitalista según el cual la belleza de los cuerpos y las corporaciones debe revestir los signos de la flexibilidad y el cambio.
  Paradoja del gobierno de sí mismo y de los demás, hoy en día, el poder debe exhibirse en el escenario mediático, controlar la agenda de los medios de comunicación, imponer sus relatos, pero también debe ser silencioso para mantener su aura, alimentar el misterio. En ello reside el interés del libro de Miguel Roig al desvelar esa paradoja de un poder mudo e inspirador, silencioso y fuente de infinitas historias y comentarios a través de este sobrecogedor relato a lo Dorian Gray de Letizia Ortiz, esa musa muda...