La herencia de Alfredo Mora

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       El pasado 22 de marzo falleció nuestro querido amigo y camarada Alfredo Mora. Presidente de la sociedad cooperativa editora de EL OTRO PAÍS DE ESTE MUNDO y miembro del Consejo Rector del periódico, era mucho más que eso: una figura entrañable, respetable y querida, valiente y honesta. Las comidas que tenemos todos los viernes desde hace años, en un restaurante de Madrid, algunos de los que contribuimos a editar esta publicación, junto con otros amigos y compañeros -una especie de consejo de redacción paralelo del períódico- en la que surgen ideas y, a veces, hasta duras pero siempre cariñosas controversias, sin la presencia de Alfredo se han quedado tan huérfanas como nosotros mismos.

  Por supuesto, en estos momentos nos acordamos de forma especial de su compañera durante más de cincuenta años, María García Oset, y de sus hijos: Alfredo. Rubén, Natacha, Elena y Nadia, todos ellos nacidos en el exilio político de sus padres en París. Una de las fotos que incluimos en este número del periódico nos permite ver a Alfredo al frente de una manifestación obrera en la capital del Sena, en Mayo de 1968. Él sí estuvo allí. Lo mismo que Mari.

  Alfredo era un comunista de la vieja escuela en el mejor de los sentidos. Quería transformar la sociedad y hacerla más igualitaria y justa, acabando con los despotismos de clase, obviamente, pero además tenía muy claro que, en ese camino, la calidad humana y el cariño hacía los que tenía cerca eran fundamentales. Quienes hemos tenido el absoluto privilegio de disfrutar de sus atenciones personales, las propias de un tierno patriarca, cuando había que ser dulce, y de un militante exigente con los compromisos que no se podían abandonar, sabemos lo mucho que hemos perdido.

  Su desbordante poso vital le convertía en un personaje de siempre sincera y profunda lágrima fácil. No podía evitar que se le empañaran los ojos cada vez que recordaba a su propio padre, republicano represaliado por el franquismo, cuando él, en compañía de su madre, le llevaba comida y ropa limpia a la cárcel de Murcia, todas las semanas, escondido en el tren, para intentar no pagar el correspondiente billete. Su progenitor había peleado en defensa del régimen republicano legítimo, en la zona de Pozoblanco, frente al ejército mercenario mandado por el genocida Queipo de Llano.

  Nacido en la localidad murciana de Yecla, el 9 de agosto de 1933, en el seno de una familia comunista castigada por la represión de posguerra, Alfredo tuvo que buscarse la vida muy pronto y enseguida asumió un profundo compromiso polítíco en tiempos especialmente duros. Con catorce años llegó a Madrid, empezó a trabajar de botones en el Hotel Florida y se espabiló callejeando por el centro de la ciudad. Después se matriculó en la Escuela Oficial de Comercio y consiguió el título de Perito Mercantil.

  En 1957 conoce a Mari. Un año después, Alfredo se integra en las filas clandestinas del PCE sin que ella lo sepa y en 1959 ya sufre persecución policial tras la huelga general de ese año. En agosto de 1960, tiene que trasladarse a Francia y allí, en marzo de 1961, se casan. Desde entonces, Alfredo no deja de entrar una y otra vez en la España franquista, de forma clandestina, para realizar las tareas políticas que le encomienda la dirección del PCE. Hasta 1976, cuando la familia Mora vuelve a Madrid. Alfredo perteneció al Comité Central del partido y fue responsable de la imprenta de CC.OO.

Siempre optimista, en lo personal y lo político, mientras su enfermedad avanzaba, alardeaba, bromeando, de que todos en su familia habían sido extraordinariamente longevos. Nos hemos quedado sin él, pero su herencia está muy presente entre los que hacemos EL OTRO PAÍS.

  Ya hemos señalado muchas veces, en este espacio editorial, las dificultades económicas que siempre nos acosan. Por otra parte, esta vez nos hemos encontrado con un problema añadido: la imprenta con la que trabajábamos desde el primer número del periódico hasta ahora ha quebrado, víctima de la crisis, lo que ha contribuido a retrasar la aparición de este ejemplar. Hasta que hemos encontrado una solución alternativa y ajustada a nuestras posibilidades presupuestarias.

  El otoño político se presenta caliente, con los jornaleros a por todas, el problema de la minería sin resolver y el latrocinio de políticos institucionales y banqueros en todo su apogeo. EL OTRO PAÍS  va a estar en primera línea de la batalla que se nos plantea, con el apoyo de todos los que siguen confiando en la información que aportan estas páginas. Como dice nuestro querido colaborador Carlo Frabetti en la contraportada del periódico: Alfredo, los tuyos no te vamos a defraudar.