El espejismo del 20-N

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El éxito de Rajoy y el fin del bipartidismo

Rafael Gómez Parra

  La travesía del desierto que ha impuesto la crisis financiera ha provocado el 20-N tres espejismos en España: el primero, el éxito apabullante de Mariano Rajoy; el segundo, el fin del bipartidismo con la presencia de trece grupos en el Congreso y el tercero, que hay solución para los graves problemas económicos y sociales.
  La victoria del PP ha provocado solo la euforia en los diez mil cargos que van a acceder al Gobierno del Estado y a repartirse el botín, porque nadie confía en que su líder vaya a resolver ninguna de las cuestiones pendientes. Lo que ha ocurrido de verdad es una derrota sin precedentes del PSOE después de que José Luis Rodríguez Zapatero decidiera rendirse ante los banqueros y especuladores que habían provocado la crisis financiera. Esa es la realidad, mientras que la victoria de Rajoy es como el espejismo que vislumbra el caminante del desierto creyendo ver un oasis en mitad de la arena.rajoyb_contento.jpg
  La otra gran fantasía que se desbordó en la noche del 20-N entre los pequeños partidos que han conseguido aumentar sus escaños e incluso tener grupo parlamentario propio en el Congreso es el fin del bipartidismo. Lo dijo en varias ocasiones la ex socialista Rosa Díez, que ha logrado unos modestos cinco diputados. Es verdad que una parte importante de los votantes socialistas, seguramente los más concienciados, han decidido romper con la “obligación” de ir a votar al PP o al PSOE y, en vez de quedarse en casa, han aportado su grano de arena a la fantasía de un Congreso donde se discuta de verdad y el voto de cada diputado sea importante.
En la derecha, él único grupo que ha intentado romper la hegemonía del PP ha sido el Foro Ciudadanos asturiano de Francisco Alvarez Cascos, que ha conseguido un diputado en Asturias, pero que ha fracasado totalmente en Madrid a pesar del apoyo de Esperanza Aguirre. Pero de ahí a decir que ha comenzado el fin del bipartidismo va un trecho formado por más de 17,5 millones de españoles que votaron al PP y al PSOE y van a las urnas como si fueran a participar en un partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barça. Son ellos los que tenían la llave para haber evitado que el PP hubiera conseguido la mayoría absoluta y que los otros partidos hubieran podido jugar un papel más importante en la próxima legislatura.
Los dos únicos lugares donde tradicionalmente el bipartidismo puede romperse han sido Cataluña y Euskadi, y de hecho ni el PSOE ni mucho menos el PP han logrado asentarse del todo en ambos Parlamentos tampoco en las elecciones generales.
  En política, salvo el Poder todo es ilusión, y ese es el grave problema con el que tienen que enfrentarse los pequeños partidos en un Congreso donde el PP tiene una mayoría absoluta muy holgada de 186 escaños frente a los 175 que hacen falta para ganar todas las elecciones. Solo la presencia de los siete diputados de Amaiur va a provocar algunos espectáculos no previsto en los Plenos. Muy poco que esperar, en cambio, de los once diputados de IU, que una vez sentados en su “tronos” han demostrado hasta ahora que son incapaces de romper el cerco PP-PSOE, y nada de los de Rosa Díez que tras su entrada en los ayuntamientos y en algunos parlamentos autonómicos, se han limitado a callarse para “no meter la pata”.
  De una y otra manera, los peores augurios de las asambleas del 15-M se han cumplido: sigue gobernando el PP-PSOE, que son el mismo partido con dos cabezas que se reparten los beneficios de la política. Desde el comienzo de la crisis, y eso la parte más consciente de la sociedad lo ha notado, los políticos de los dos grandes partidos renunciaron a enfrentarse a la realidad de la catástrofe económica y humana a la que están llevando al mundo los ultraliberales.
  En buena lógica, la consecuencia inmediata de la debacle financiera hubiera sido la quiebra de las grandes entidades del dinero y el procesamiento de sus directivos. Por el contrario, los dirigentes del PSOE, en el gobierno, y los del PP, decidieron amoldarse a las órdenes que partían de esas mismas entidades financieras, optando por arrojar la política por la borda del barco que se está hundiendo.
 Mariano Rajoy no va a salirse del guión y ya se ha apresurado a decir que los dirigentes económicos de su Gobierno van a seguir a pies juntillas, lo mismo que hizo Zapatero, las órdenes de Bruselas y de Angela Merkel, que a su vez son las que dictan Standars & Poor, Moody’s o Fitch. Para ellos la solución al liberalismo es más liberalismo.
  Según los cálculos de estas agencias, los españoles tenemos que pagar al sistema financiero más de 700 mil millones de euros y para ello el Estado tiene que dedicar la recaudación de los próximos años a pagarle a los bancos lo que significa menos dinero para sanidad, educación, desempleo y el resto de servicios sociales. Y a ello se va a poner el primer Gobierno de Rajoy cuando tome posesión en vísperas de Nochebuena.

EMPIEZA LA LUCHA POR EL PODER EN LA DERECHA ESPAÑOLA

  Una vez conseguida la victoria, la derecha española ha demostrado tradicionalmente que se pierde en los personalismos y en la lucha por el liderazgo. Y si no, que se lo digan a Mariano Rajoy, que ha tenido ocho años de continuas peleas internas sin haber obtenido todavía el poder. Le ocurrió a Adolfo Suárez, que se había convertido en un líder indiscutible y al que acabaron echando sus propios colaboradores personales a los que él había convertido en ministros. De otra manera, pero también José María Aznar tuvo que hacer frente a las desavenencias con importantes barones de su partido como Herrero de Miñón o con su “número dos” Francisco Alvarez Cascos, que tras ser apartado de la dirección del partido, acabó aceptando el Ministerio de Fomento, pero sin olvidar en ningún momento la afrenta hasta que decidió enfrentarse a Rajoy y quitarle Asturias desde donde piensa en reconquistar España como ha demostrado al presentarse por Madrid en las elecciones del 20-N.
  La primera prueba de fuego de Rajoy la va a vivir en las próximas semanas cuando convoque, como ha dicho, a los presidentes de las Comunidades Autónomas, controladas casi todas por el PP, salvo Cataluña, Euskadi, Andalucía y Canarias, y en las que comenzarán a aflorar las primeras resistencias, no solo por la cuestión económica que es una realidad sino por la lucha por el poder al que algunos barones del PP siguen aspirando, como Esperanza Aguirre y Javier Arenas, y otros quieren hacerlo en un futuro, como el gallego Alberto Núñez Feijoo.