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Tampoco el armamentismo (como la clase obrera) tuvo nunca patria (nº 46)

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Jon Odriozola

  En un programa de TVE, cuando alguien le preguntó a Rodríguez Zapatero si éste sabía que su gobierno exportaba armas al Estado de Israel, el presidente español mostró tics nerviosos. Respondió que sí lo sabía, faltaría más siendo el primer mandatario, pero que eran “pocas” y, además, no estaban destinadas a “matar”.O sea, que no eran armas “embarazosas”. Zapatero ejerciendo de “Bambi”, como lo llamara el sibilante y sinuoso Alfonso Guerra. Si no fuera por lo que hemos vivido –que no visto- en Gaza, el comentario sería desternillante. Claro que Zapatero, más que mandar, es un “mandao”, dicho castizamente. Ni siquiera Franco mandaba en el sentido literal de la palabra. Jamás en la Historia nadie, ni un caudillo ni un príncipe ni un presidente o un monarca (salvo, tal vez,Enrique VIII o Cromwell), ha tenido la absoluta exclusividad del mando o el poder de decisión –que diría Carl Schmitt- sobre asuntos políticos decisivos. Lo que, por otra parte, no excluye ni exime la responsabilidad política y hasta penal de estos mandatarios autores, cómplices o encubridores de tanta injusticia y atropello. Hay, incluso, quien escribe sus “Memorias” o da conferencias a peso.
 zapatero_en_tv.jpg El régimen de Franco no exportaba –al menos públicamente- armamento al sionismo judío por temor o recelo a eso que se llamaban los tradicionales lazos de amistad hispanoárabes. Zapatero sí lo hace (la cuantía es lo de menos; lo que importa es el talante, en especial su famoso “talante”).Y lo hace como un aliado de Israel y contra la justa causa palestina. Aunque pudiera, vendería armas a dios y al diablo, pero jamás venderá un cartucho a la resistencia palestina. Y ello porque, en el tablero internacional y como potencia subimperialista, Palestina es un enemigo objetivo de el Estado español y, por extensión,o contracción, de EE.UU. y las potencias europeas.
  Pero hubo un tiempo en que los magnates de la industria armamentística sí que vendían armas a tirios y troyanos. Sólo que con más descaro.
  Al principio, en el choque de dos ejércitos, combatía el individuo contra el individuo. Los medios de combate a distancia (flechas y saetas) ofrecían menor eficacia que los del cuerpo a cuerpo. Cuenta el vigor muscular individual. La invención de las armas de fuego comienza a anular esa superioridad muscular (o la misma caballería hasta casi nuestros días).
  Hasta la I Guerra Mundial existió el cartel internacional de la pólvora. De 1901 a 1903 existió la United Harvey Steel, en la que participaban los mayores fabricantes de cañones y blindajes del mundo. Casi todas las grandes firmas alemanas, francesas, inglesas e italianas se hallaban representadas en esta empresa. Desde la Vickers inglesa hasta la Putilov rusa, pasando por la Krupp alemana de la que hablaremos más adelante.
  La reconstitución de la flota rusa después de la guerra con Japón en 1905 fue obra de un consorcio de firmas inglesas, francesas ,alemanas, belgas y americanas. La internacionalidad de las empresas de los armamentos se hacía sospechosa desde el punto de vista de la defensa nacional, pues se prestaba a la difusión de importantes secretos militares. A las empresas de armamentos les era indiferente vender sus cañones y obuses a su propio país o al extranjero. En la (primera) guerra mundial, los ingleses fueron bombardeados ante los Dardanelos (por los turcos en 1915) por cañones suministrados anteriormente por firmas inglesas. Por su parte, la casa Skoda, de Austria (aunque nos suene más a Checoslovaquia, pero todavía existía el imperio Austro-Húngaro),había establecido en la casa Nevski, de San Petersburgo, una fundición de acero para la producción  de material de artillería, y de este modo, los soldados austríacos cayeron en el frente de Galitzia bajo el fuego de cañones en cuya fabricación habían intervenido empresas de su propio país. Todo esto demuestra que la industria de armamentos carece de patria. Suministra sus productos a quien mejor le paga.

KRUPP Y SUS CAÑONES

   La casa Krupp exportó durante un siglo a 52 distintas naciones más de la mitad de sus cañones que, luego, durante la gran guerra, arrojaron sus granadas sobre los alemanes y sus aliados, o sea, sus “compatriotas”.
 Este “genio”, Alfred Krupp, ya a los 14 años supo insuflar nueva vida a la pequeña fábrica arruinada de sus antepasados. En 1826 comienza sus trabajos con siete obreros. La preocupación de los inventores, por aquel tiempo, era tan sólo obtener buen acero. Para el fabricante es igual es igual producir con él tijeras, rodillos de curtidor, troqueles u otra cosa cualquiera. Amplía Krupp su negocio con la introducción de la máquina de vapor después de un viaje a Inglaterra para conocer los secretos de la técnica británica. Comienza a fabricar con sus aceros cañones de fusil. El ministerio de la Guerra de Prusia se los devuelve, manifestando que “el arma prusiana es ya tan excelente que no precisa perfeccionamiento alguno”.En cambio,su homólogo francés se declaró altamente satisfecho (Alemania y Francia siempre se han visto como “tradicionales enemigos”).En 1847 comienza Krupp a fabricar cañones de acero. El ministerio de la Guerra prusiano sigue esta vez con más atención sus trabajos. Pero todavía da muestras de un mayor interés el nuevo emperador francés, Napoleón III. Hay gestiones por ambos lados.Cuando el ministro prusiano quiere contratar públicamente el suministro de cañones, Krupp se indigna de tal modo que escribe a su representante en Berlín: ”En cuanto un fabricante de acero reciba un pedido de cañones, venderé yo en todo el mundo lo que me pidan”.Y así lo hace, en efecto, suministrando a Bélgica piezas de artillería ligera y vendiendo a sus colegas ingleses de la Vickers cañones pesados para la Marina.
 el_rey_del_caon.jpg  Alfred Krupp es nombrado oficial de la Legión de Honor francesa y suministra cañones a Rusia e Inglaterra, que habían chocado en la guerra de Crimea, e igualmente a Francia y Prusia. La política naval alemana comenzó en 1898. No tardó en correr el rumor (Thyssen haría lo mismo con Holanda  más tarde) de que la casa Krupp vendía a los EE.UU. más barato que a Alemania (su “patria”) un acero al níquel, de gran resistencia, para los blindajes de los grandes acorazados.

EL OTRO ALFRED FUNDA EL PREMIO DE LA PAZ

   Hay que decir que, en realidad, si Krupp abandonó la producción de pacíficos cilindros de curtidor fue en razón del giro adoptado (él siempre decía que no entendía de “política”) por la política europea dirigida, a la sazón, por Luis Bonaparte y Bismarck.
 La constitución técnica y comercial del trust de la dinamita por el ingeniero sueco Alfred Nobel (este es el “otro Alfred”) siguió un desarrollo análogo al de la casa Krupp. Nobel llevó una vida aventurera en Rusia, Francia y América amenazado siempre de expulsión a consecuencia de lo peligroso de sus experimentos que hacían volar en pedazos hombres y casas (y los experimentos, ya se sabe,”con gaseosa”, que diría el sanchopancesco ex ministro Corcuera, por no decir otra cosa que me pide el cuerpo).
 Pero las fuerzas productivas no saben si pueden volverse destructivas: dependen del uso y su metamorfosis. En 1876, el rey de la dinamita, soltero aún a los 43 años y famoso en todo el mundo, solicitó, por medio de un anuncio, una secretaria que supiera idiomas. Se presentó la condesa venida a menos (trabajaba de institutriz) Bertha Kinsky. Esta condesa es quien más tarde, convertida en Berths von Suttner, inició el movimiento pacifista burgués. Nobel había dicho: ”Quisiera poder crear una máquina de una acción tan amplia y terriblemente destructora que hiciesen imposibles las guerras”.
   Nobel era partidario, al menos eso decía, de que las armas de defensa no sean objeto de exportación y que la defensa nacional no constituya una fuente de beneficios particulares. Parecía mostrar más escrúpulos que su colega Krupp, aunque nunca abandonó la idea de que los ejércitos contendientes se exterminasen mutuamente para acabar para siempre con las guerras. Un argumento de abuela preñado, diríamos hoy, de “sentido común”. Pero, claro, las cosas no funcionan así.