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Con la Cruz a cuestas

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  La Iglesia española santificó la Cruzada franquista y los fusilamientos de quienes nazareno.jpgdefendieron la Segunda República. Durante 40 años, disfrutó de las prebendas de la dictadura y fue uno de sus principales pilares. Cuando el régimen amenazaba con desmoronarse, se distanció tácticamente de él, apostó por una apertura controlada y selló una renovada alianza medieval entre la cruz y el trono ocupado por el “sucesor a título de rey” que designó el propio Franco. Los Pactos de la Moncloa, la Constitución y los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede apuntalaron sus privilegios. Durante los últimos veinte años se ha convertido en el eje del neofranquismo y ha lanzado sus huestes a la calle contra el aborto, los matrimonios entre homosexuales, la escuela pública, la eutanasia… El poder civil ha cedido una y otra vez ante la Conferencia Episcopal, que ha arrancado a Rodríguez Zapatero más dinero público para sus arcas que a Adolfo Suárez o José María Aznar. Nuestro colaborador Alfredo Grimaldos ha escrito una crónica de estos años en “La Iglesia en España 1975-2008” (Península). A continuación publicamos un extracto del libro.

Texto: Alfredo Grimaldos

  En mayo de 2003, la Audiencia de Madrid impone una pena de 10 años de prisión a José Martín de la Peña, juez eclesiástico y sacerdote de la diócesis de Alcalá de Henares, por abusar sexualmente de una menor, de forma continuada, entre 1978 y 1988. La madre de la víctima, una persona muy religiosa, había conocido a “don José” porque fue él, como juez eclesiástico, quien le tramitó la nulidad del matrimonio. Aprovechándose de esta circunstancia, el sacerdote comienza a visitar con frecuencia y absoluta confianza la casa en la que viven la niña de la que abusa, la madre y la abuela. Deja de acudir a la vivienda cuando la víctima ha cumplido 13 años. La madre, ignorante del calvario que ha supuesto la infancia de la cría, logra sonsacarle los hechos cuando ella ya es mayor de edad. Entonces explica la situación al cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, a quien conocía personalmente y con quien se entrevista en varias  ocasiones. Pero lo que hace Monseñor Rouco es neutralizar la denuncia, hasta que el caso llega a los juzgados. Y José Martín de la Peña continúa celebrando misas.

RATZINGER, PROTECTOR DE LOS PEDERASTAS

  Una situación similar se produce varios años después. Rafael Sanz Nieto, sacerdote de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, del barrio madrileño de Aluche, es sentenciado en 2006 a dos años de cárcel por un delito “de abusos sexuales continuados” cometidos sobre un menor entre 1999 y 2001. La víctima tenía 13 años cuando se iniciaron las agresiones. De nuevo monseñor Rouco Varela frena el asunto, expulsa de su diócesis a los catequistas que denuncian los hechos y ampara al párroco. La ocultación se convierte siempre en la estrategia de la jerarquía católica cuando un caso de pederastia afecta a un ministro de Dios. Lo mismo ha ocurrido en Estados Unidos, donde se han denunciado centenares de abusos y violaciones protagonizados por religiosos durante los últimos años. Y en la diócesis de Los Ángeles, una de las más afectadas por esta plaga, los delincuentes han nazareno.jpggozado del respaldo del arzobispo Roger Mahony, a quien se puede ver tirando balones fuera en el documental “Líbranos del mal”, recientemente estrenado. Ese es el estilo de la Iglesia. Vivir al margen de la legislación civil, pretendiendo que las leyes se plieguen a sus dogmas.
  El propio Papa Ratzinger “congeló” miles de denuncias por abusos sexuales cuando era el máximo responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición), entre ellas varias contra el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y buen amigo del Juan Pablo II. Contrasta esta actitud con la intransigencia moral que evidencian constantemente Benedicto XVI y monseñor Rouco Varela a la hora de abordar cuestiones como la utilización de los preservativos, el matrimonio entre homosexuales, los cuidados paliativos, la investigación con células madre o el aborto. Y siguen con la matraca de que la especie humana proviene de Adán y Eva y del paraíso terrenal. En la Expo de Zaragoza, el propio alcalde de la ciudad, el socialista Juan Alberto Belloch, ha apadrinado un acto “creacionista”. La Iglesia se adapta a la realidad muy poquito, cuando no tienen más remedio, pero continúa siendo un lastre para el avance científico y la calidad de vida del ser humano. El gran Bertrand Russell decía que las religiones, “en cada etapa, tratan de hacer que el público olvide su anterior oscurantismo, a fin de que su oscurantismo actual no sea reconocido como tal”. 
  Durante los últimos años, la Iglesia española se mantiene en pie de guerra. Mientras los partidos políticos desmovilizan a la sociedad y convierten a los ciudadanos exclusivamente en votantes, la cúpula episcopal se muestra cada vez más organizada y beligerante. Los obispos avalan los mensajes ultraderechistas que se lanzan a través de su cadena de radio y hacen política directa y descarnada todos los días. Nunca habían emitido tantas pastorales, comunicados e instrucciones de todo tipo, ni habían ofrecido semejante número de ruedas de prensa como en esta última época.
  Cuanto más se manifiestan y gritan las huestes episcopales en los espacios públicos, convertidos en nuevos púlpitos del integrismo católico, más privilegios reciben del Gobierno. Cada vez se escucha, de forma más insistente, la voz de los obispos, que intervienen en la elaboración o la desactivación de las leyes desde fuera del Parlamento. Todo ello en contra de los principios de laicidad, igualdad y no discriminación, y ante la incomprensión de no pocos militantes y simpatizantes del partido en el Gobierno. Así lo reconoce incluso el número dos del PSOE, José Blanco, sorprendido por la que les está cayendo encima, al afirmar que el trato del Gobierno a la Iglesia católica “ha sido exquisito” y que el acuerdo de financiación “ha sido cuestionado por buena parte de la sociedad y por muchos votantes del PSOE”. Pero la Iglesia es insaciable y, además, ya se sabe que Roma no paga a traidores.

ALIANZA ETERNA ENTRA LA IGLESIA Y EL TRONO

  De todas formas, no se puede hablar de que haya habido una marcha atrás de la cúpula episcopal durante los últimos años. Tanto en la Iglesia universal como en la española en particular: para que haya involución tiene que producirse, primero, evolución o marcha hacia delante. Y esto no ha tenido lugar en sentido profundo y realmente significativo. Durante la última etapa del franquismo, con el cardenal Tarancón al frente, la Iglesia pretende desmarcarse del Régimen, pensando que la dictadura se va a hundir con enorme estrépito y que lo inteligente es mantenerse lo suficientemente alejado de sus residuos para que el derrumbe no le alcance. El “gran gesto progresista” del la_iglesia_en_espaa_portada.jpgarzobispo de Madrid en San Jerónimo el Real, poco después de la muerte del dictador, pidiéndole al Rey apertura, no es más que un espectáculo medieval, la renovada alianza eterna entre la Iglesia y el Trono. “Tarancón pasa por ser una persona liberal porque se le compara con los obispos ultras que hay en la Conferencia Episcopal”, decía el cura obrero Mariano Gamo. Pero claro, los franquistas más recalcitrantes consideran unos traidores a los máximos responsables del episcopado por intentar abandonar un barco que se hunde.
  Dos años antes, en el mismo escenario, durante el funeral por Carrero Blanco, los más extremistas del Régimen le habían gritado al arzobispo de Madrid: “Tarancón al paredón”, una consigna que no hacía más que blanquearle para la historia. El ex ministro franquista Pío Cabanillas comenta el incidente en la serie de TVE “La Transición Española”: “Ese acontecimiento tenía algo verdaderamente entristecedor. Era como una pelea de dos instituciones ya vencidas: la Iglesia, que intentaba remontar su credibilidad, y el Régimen, que intenta remontar una credibilidad que ya no existía”.
  Pero a la hora de la verdad, no se produce ningún derrumbe estrepitoso. Los cambios son, sobre todo, cosméticos. Figuras como Adolfo Suárez o Rodolfo Martín Villa, surgidos de las entrañas del Régimen, son los encarados de dirigir y controlar la Transición. Y nada se les escapa de las manos. Es entronizado el Rey designado por Franco y la Iglesia vuelve a ser lo que siempre ha sido, conservando, además, todos sus privilegios. La reivindicada ruptura y la depuración del régimen dictatorial se quedan, primero, en “ruptura pactada”, para convertirse enseguida en “reforma” y finalizar con el “consenso”, que no es más que la rendición de los grandes partidos de la oposición ante las condiciones impuestas por los que quieren maquillar el régimen desde dentro. Ni la Iglesia pide perdón por haber santificado la criminal “Cruzada” y jaleado miles de fusilamientos, ni los policías torturadores son procesados y depurados, ni los magistrados del siniestro Tribunal de Orden Público se ven apartados de la carrera judicial.

LA CONSTITUCION CLERICAL

  El resultado es que, enseguida, la Iglesia y el neofranquismo se alían, olvidando pasajeros reproches, para volver a la carga juntos como siempre. Los Pactos de la Moncloa, la Constitución monárquica y los Acuerdos con el Vaticano actualizan y ponen al día las eternas y desmedidas prebendas de la Iglesia en España. Todo se negocia con un secretismo absoluto, de espaldas a los ciudadanos, que sólo tienen derecho a decir sí o no -como en cualquier referéndum franquista- a un paquete de medidas en el que está todo revuelto: la normas que supuestamente van a democratizar el país, la monarquía heredada del dictador, las menciones expresas a la Iglesia católica... Uno de los “padres” del enjuague constitucional, Gregorio Peces Barba, lamenta ahora los réditos que ha obtenido la Iglesia gracias a la sumisa redacción de la venerada “Carta Magna”.
En 1978, los principales ministros siguen siendo hombres estrechamente ligados a la institución católica: antiguos alumnos de los jesuitas, como Agustín Rodríguez Sahagún y Marcelino Oreja; vaticanistas de toda la vida, como Iñigo Cavero o el hombre fuerte de la Iglesia en el Gobierno, Landelino Lavilla. Todos los gobiernos de Suárez están cuajados de ministros clericales, dispuestos a legislar para la Conferencia Episcopal.
  Y son estos sectores de UCD, como correa de transmisión de la Iglesia y estrechos colaboradores de la Conferencia Episcopal, los que, ayudados por Alianza Popular y por la pusilanimidad del PSOE y el PCE, consiguen imponer un proyecto constitucional que deja las puertas abiertas para que el estatus del clero español continúe siendo intocable.
  Felipe González confiesa que el “gran descubrimiento” del primer Gobierno socialista es la Guardia Civil. Y aparece el GAL. Un criminal convicto como Rodríguez Galindo llega a general gracias al PSOE y, en el camino, se forran Rafael Vera, Julián Sancristóbal y compañía. Ahora, la vicepresidenta del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, también ha hecho su gran descubrimiento: el Vaticano. Después de negociar la financiación de la Iglesia con dinero público frente a un obispo de extrema derecha, como principes.jpgmonseñor Cañizares, amigo de Zaplana y de Bono, cede en todo lo que el prelado le exige y, a consecuencia de las nuevas fórmulas de financiación pactadas con la Iglesia, el Estado da más dinero a la Conferencia Episcopal que Franco o Aznar. Vamos ganando. Y como prueba de buena voluntad, para sellar esa nueva amistad, Fernández de la Vega se aficiona a visitar la Santa Sede.
González aceptó liquidar al embajador más competente que ha tenido España en el Vaticano, Gonzalo Puente Ojea, para hacer el caldo gordo al Papa Wotyla, y Rodríguez Zapatero nombra representante de su Gobierno en la Santa Sede a Francisco Vázquez, que llama “casposos” a sus compañeros de partido que reclaman al Estado la aplicación, como mínimo, de unos elementales postulados laicistas. Además, este beato coruñés pide públicamente que los contribuyentes pongan una X en la casilla de la Iglesia cuando realicen la declaración de la renta. El enemigo en casa. Que entren y se sirvan lo que quieran.
Ahora, gracias al mal llamado impuesto religioso, la realidad es que, cuando hace la declaración del IRPF, el católico no añade ni un euro de su bolsillo para financiar a su Iglesia. Es Hacienda quien lo resta de los ingresos públicos totales, a petición de un creyente que, con ese mecanismo, aporta el 99,3% de su cuota fiscal al Estado, no el 100%, como el resto de los españoles. Pero ésta es sólo una parte de los ingresos eclesiásticos a costa de los Presupuestos Generales del Estado. Hay que añadirle la enorme cifra destinada a la educación concertada –en su inmensa mayoría en manos de la Iglesia-, los salarios de los profesores que imparten religión -contratados y despedidos por la Iglesia, a su libre albedrío-, los de los párrocos castrenses…

FERNÁNDEZ DE LA VEGA, VATICANISTA CON SÍNDROME DE ESTOCOLMO

  Durante su primer mandato al frente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero renuncia a ampliar la legislación sobre el aborto y a abordar la cuestión de la eutanasia, mantiene la religión en la escuela pública y permite que se deje sin contenido la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía en toda la escuela religiosa, incluida la que financiamos todos los contribuyentes. Cuando la cosa está muy clara: lo que hace falta es enseñanza de calidad para todos, y el que quiera religión, a la catequesis, la mezquita o la sinagoga. Ahora se acaba de anunciar la intención del Gobierno de modificar la ley del aborto y abordar el problema de los cuidados paliativos. A ver hasta dónde llegamos.
  La Conferencia Episcopal continúa asustando al poder civil, que disfraza su miedo con mentiras. Ante la ofensiva del clero español, Rodríguez Zapatero acude a pedir árnica al nuncio de Su Santidad en España y al propio Vaticano, lo que no hace más que incrementar la sensación de debilidad que transmite el Gobierno en su pulso con el clero. La Iglesia católica española es un conjunto de 40.000 instituciones: 67 diócesis, cientos de órdenes y congregaciones, 23.000 parroquias, más de 14.000 fundaciones y asociaciones. Pero los datos estadísticos señalan que cada vez hay mayor número de bodas civiles, menos estudiantes de religión y mucho más absentismo en las iglesias. Obviamente, el bautismo es más tradición que devoción.
Cuando los prelados denuncian el “laicismo radical” que quiere imponer el Gobierno y reclaman enardecidamente “libertad de enseñanza”, es inevitable recordar qué propugnaban los clérigos hace muy pocos años. Los que éramos niños a principios de los años sesenta -ya menos duros que los primeros y siniestros años de la posguerra- recordamos muy bien en qué consistía esa libertad: obligación de presentar la partida de bautismo para poder escolarizarte, misa y comunión obligatoria todos los domingos y el catecismo memorizado con preguntas y respuestas: “¿Podemos nosotros saber cuál es la verdadera religión, entre todas las que se practican en el mundo? Sí; podemos saberlo, y de hecho lo sabemos, porque el mismo Dios nos lo ha revelado; la religión verdadera, la única verdadera, el la religión cristiana, apostólica y romana”.
  Una muestra evidente de enseñanza libre y científica eran las clases de Historia Sagrada. Aquellos episodios bíblicos son, desde luego, mucho más divertidos en la versión de Leo Bassi. Por ejemplo, cuando nos explicaban lo del Diluvio Universal, se me ocurrió preguntar “¿y qué pasó con los peces?” Don Juan avanzó por el pasillo y con un bofetón me sacó del pupitre. Respuesta científica a las dudas de un chaval de nueve años, en el marco de la libertad de enseñanza que hoy reclama la Conferencia Episcopal. Por cierto, Don Juan se mostraba, además, excesivamente efusivo con varios chavales, compañeros nuestros. Aún recuerdo los apellidos de algunos de ellos. Otro de los profesores, también religioso, y falangista, juntaba periódicamente a los alumnos de varias clases y pedía que cada uno contase los chistes de Franco que había oído en su casa. ¿Las actividades policiales de los curas franquistas también se consideran libertad de enseñanza?

UNA PAREJA CONTRA EL MATRIMONIO GAY

  A lo largo de los últimos 20 años, la Iglesia española, en absoluta sintonía con el Vaticano, ha adoptado posiciones cada vez más integristas. De forma muy marcada, desde la elección del arzobispo Ángel Suquía como presidente de la Conferencia Episcopal, en 1987. Ahora, el hombre fuerte de los prelados es un “duro” como el cardenal Rouco Varela, cuya carrera se ha desarrollado en la estela de monseñor Suquía. Goza de mucho poder en la corte del Papa Ratzinger y éste es su tercer mandato al frente de la Conferencia Episcopal. Eso le ha permitido nombrar obispo auxiliar suyo, en la diócesis de Madrid, a Juan Antonio Martínez Camino, otra de las voces más beligerantes de la Iglesia española durante los últimos años. Monseñor Rouco y él, íntimos amigos, están especialmente obsesionados con combatir el matrimonio homosexual. “Es la cosa más terrible que ha ocurrido en 20 siglos”, ha dicho el nuevo obispo. En la extrema derecha del episcopado también se sitúan el cardenal primado  la Iglesia española Antonio Cañizares o Agustín García-Gasco. Incluso prelados más templados en otros tiempos están ahora desatados, como monseñor Fernando Sebastián, obispo emérito de Pamplona.
curas_puerta_congreso.jpg  Mientras el Vaticano y el episcopado español apoyan a los movimientos más integristas y ultraderechistas de la Iglesia, como los “kikos”, el Opus Dei, o los Legionarios de Cristo, se ha lanzado una auténtica caza de brujas contra teólogos progresistas y los clérigos que apoyan la Iglesia de base y la Teología de la Liberación. Al mismo tiempo, Benedicto XVI ha estrechado aún más la “santa alianza” del Vaticano con los Estados Unidos, que se consolidó durante el mandato del Papa Wojtyla. La Iglesia católica norteamericana tiene cada vez más fuerza, económica y doctrinalmente, y ha influido de forma decisiva en la elección de los dos últimos papas. El circo político norteamericano se mueve en clave religiosa y se ha puesto de modo el  llamado “shopping religión”, una especia de consumismo de la fe, cuyo exponente puede ser un personaje como Bob Dylan, que ha transitado desde el judaísmo hasta el judaísmo otra, pasando por todo tipo de sectas bíblicas, con parada y fonda en el Vaticano de Juan Pablo II. En el país con mayor catálogo de grupos religiosos protestantes, la jerarquía católica, bien organizada y con importante respaldo financiero, va ganado terreno, a pesar del mazazo que se ha llevado con el escándalo de los ingentes casos de pederastia religiosa descubiertos.
  La conexión entre el Vaticano y la Casa Blanca, concretada, durante varias décadas, en la red Gladio, sigue muy activa. Y como siempre, la Iglesia española continúa siendo una base fundamental de ese eje. A los ciudadanos de un país que trabajan al servicio de un gobierno extranjero, con intereses contrapuestos a los del suyo, se les suele llamar espías o traidores, menos en el caso de los agentes del Vaticano. En este caso son curas, obispos y cardenales, capitanes de la fe. Los prelados españoles deben estar bajo el imperio de las leyes de nuestro país. Teniendo en cuenta, además, que cobran sus salarios con cargo al Ministerio de Hacienda, que cada mes los ingresa en una cuenta de la Conferencia Episcopal. Sin embargo, actúan a las órdenes del Estado Vaticano.
  La Conferencia Episcopal participa cada vez más activamente en política. Pide el voto, de forma abierta, para partidos que defiendan el ideario católico, como el PP e, incluso, para grupúsculos de extrema derecha franquista, como hizo el arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián. La Iglesia española fue la columna vertebral de la reorganización neofranquista a partir de la década de los años 80 y continúa siendo ahora el mayor reclamo para los movimientos de masas que confluyen en las urnas con papeletas del PP. Esperanza Aguirre y Francisco Camps, que encabezan las dos comunidades que más votos aportan al partido de Mariano Rajoy, lo tienen claro. Es precisamente en Madrid y Valencia donde la batalla contra la Educación para la Ciudadanía va a ser más dura durante este curso.

MÁS “MÁRTIRES DE LA CRUZADA”

  Mientras tanto, las iglesias de toda España continúan conservando en sus fachadas las placas de “caídos por Dios y por España”, mientras decenas de miles de republicanos asesinados por los fascistas continúan en fosas comunes. Además, los procesos de beatificación de los “mártires” de la Cruzada continúan adelante. Desde hace setenta años, las víctimas de la Guerra Civil del bando franquista descansan en panteones y sus nombres están registrados en las iglesias con todo tipo de bendiciones. Y ahora, tras cuatro décadas de dictadura franquista y otras tres de cobardía y falta de voluntad para poner la Historia en su sitio, los hijos y nietos de los asesinados por defender al legítimo régimen republicano, frente al alzamiento de militares y curas, continúan la dolorosa búsqueda de los restos de los suyos.
Durante los años sesenta, a los niños del barrio de Ventas que jugábamos cerca de las tapias del cementerio de la Almudena, los mayores nos contaban entre dientes lo que había pasado allí, con la bendición de la Iglesia. Mientras tanto, por la noche, la emisión de la única cadena de TVE se cerraba todos los días con un microespacio de monseñor Guerra Campos, “El alma se serena”. Esa es la libertad de información y educación que quieren seguir imponiendo monseñor Rouco Varela y su “auxiliar” Martínez Camino.