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La transición también tiene una memoria

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Cuando se cerró la cárcel madrileña de Carabanchel, construida durante
la posguerra por los presos políticos que la habitarían, y durante varios meses después, cualquier ciudadano pudo visitar el siniestro centro, a modo de curioso turista. Para facilitar el recorrido, se contaba con un guía que iba explicando
cada una de las instalaciones.

Manuel Blanco Chivite

Una vieja amiga mía formó parte de una de estas expediciones y preguntó al guía donde se encontraba la galería de celdas de castigo o celdas bajas. El tipo, mal informado o bien aleccionado, respondió que jamás habían existido tales ergástulas.
Hoy, ya no es tan raro preguntarse si existió Franco o si, caso de existir, lo suyo fue una dictadura o simple paternalismo. Al parecer, el Franco que existió fue otro Franco. Asombra la fuerza de la actual democracia: es capaz de hacer que las inconveniencias no existan…
Pero sí existió la galería llamada CPB, Celdas de Prevención Bajas, y en ellas estuvieron (estuvimos) los últimos condenados a muerte (septiembre de 1975, a menos de dos meses de la desaparición del dictador) por un Tribunal Militar en consejo de guerra sumarísimo, celebrado en el acuartelamiento de El Goloso, sede de la División Acorazada Brunete. Sin pruebas y sin testigos.
De uno de estos consejos de guerra, el abogado suizo Christian Grobet, miembro de la Liga Internacional de los Derechos del Hombre, escribió en su Informe al respecto: “El que suscribe no puede por menos que constatar una vez más que los derechos elementales de la defensa, es decir, el derecho que tiene el acusado a ser juzgado con equidad… han sido menospreciados en España de la manera mas grosera. El proceso de los cinco militantes del FRAP ha constituido un simulacro…”
Y del Consejo, de nuevo al inexistente CPB. Recordar para recordar.

MEMORIA, MEMORIA

   Cuando se inició, en su última y a medias exitosa aparición, el asunto de la Recuperación de la Memoria Histórica, un veterano librero de Barcelona dijo: que la recuperen los que la hayan perdido. Me parece una buena manera de decirlo. Unos que la recuperen y otros, los más jóvenes, que hagan, si quieren, un esfuerzo por saber gracias a quién, dentro de lo malo, tienen derecho a voto y libertad, más o menos, de expresión. Un día me dijeron que determinadas cosas las escribía gracias a que, con la democracia, podía yo disfrutar de libertad de expresión y que, sin embargo, me dedicaba a criticar a la democracia.
Primero: si disfruto de cierta libertad de expresión es porque, como otros, luché por ella y me la gané; para otros ha sido un regalo de los que como yo luchamos por ella; por tanto, hago uso de algo ganado y quien me criticaba hacía uso de algo que le habíamos regalado quienes luchamos. Segundo: como continuación de aquélla lucha están hoy en marcha otras, siempre hay alguna lucha en marcha, es inevitable, quizás de mayor alcance. Lo que ya no es inevitable es que se gane. De momento, hay signos de que se están perdiendo no pocos asaltos. Ya veremos.
A veces, se gana cuando al poder le interesa que se gane y, claro está, en la medida y forma que al poder le interesa… en realidad se gana al rebote. Pero el tanto se lo apuntan ellos.
Algo así, con esto de la Memoria Histórica. Una buena ley de Memoria Histórica debería ser brevísima: reconocimiento de la ilegitimidad del levantamiento fascista del 18 de julio del 36; reconocimiento de la ilegitimidad de la Dictadura surgida de tal levantamiento; reconocimiento de la ilegitimidad de todos los consejo de guerra, tribunales especiales, juicios políticos y condenas dictadas por las diferentes e ilegítimas instancias judiciales de la Dictadura. Y todo ello, automáticamente y sin previa petición de los ilegítimamente sancionados. Reconocimiento de la, esta vez, legitimidad y el derecho de todos los ciudadanos españoles a la resistencia, por cualesquiera medios, contra la dictadura. De todo esto se habla muy poco en la presunta ley sobre el tema.
Podrían añadirse más cosas; por ejemplo, una iniciativa popular sobre esta medida, que recogiese sugerencias y se elaborasen desde un punto de vista democrático y jurídico, no estaría de más… pero esto es silbar al viento… Apesta a participación directa, lo último que un político debidamente democrático consentiría de sus conciudadanos. Si prometieron (y cumplieron) palo y tentetieso para, pongamos por caso, los huelguistas del transporte, figúrense ustedes,… si alguien pidiese que se haga un balance del origen de las fortunas, una especie de auditoría histórica, hechas bajo y con la complicidad de la Dictadura y sus violaciones de los Derechos Humanos… Pero esto es algo que pudiera haber sido (y no se quiso que así fuera) en la transición, no 32 años después, en que las fortunas de ayer y de hoy se confunden en cantidad y métodos para conseguirlas…
Pero hay más en todo este asunto de la Memoria. Me refiero a lo que ocurre ahora mismo y que, claro está, tiene que ver con lo ocurrido cuando la Memoria era realmente relevante, en la transición, y no triste manipulación, lamentable demagogia electoral y patética arqueología.

SE APLAUDIÓ A LAS FUERZAS REPRESIVAS

  Quienes, de la noche a la mañana, con la transición, los Pactos de la Moncloa (quienes no sepan qué fueron, que vayan y se enteren, si les da la gana), el pacto del sillón, que así se llamó durante dos días en la prensa a los besos que se dieron Felipe González y Fraga Iribarne para mandarnos el mensaje que mejor pasar página y aquí no ha pasado nada, cuarenta años de represión y fusilamientos no son nada, haremos un tango… quienes, a los responsables de organización y células de determinado partido, dieron la directriz, apenas muerto Franco, de aplaudir a las Fuerzas de Represión en su actividad contra las manifestaciones por mor de que “son trabajadores como nosotros” (también la Gestapo trabajaba de lo lindo),… todo esos, en fin, que encabezaban siglas más o menos históricas, decretaron el punto y final, el pacto, el paso al club de los vencedores, facción gestores (los vencidos iban a ser de nuevo los de siempre)…Y eso era justamente lo que necesitaba el franquismo en transición: nuevos gestores que ampliasen su base social, que templaran gaitas y aceptasen los fundamentos básicos de su transición, en definitiva, nuevos gestores de izquierda, pero obedientes a los intereses de la derecha… todos esos, digo, anatematizaron la memoria histórica; criminalizaron o silenciaron, cuando no reprimieron, mediante bien aleccionados servicios de orden, todo aquello que pudiera desagradar, molestar o incordiar de la manera que fuese al bloque de los iniciadores/vencedores de la guerra civil. Al parecer, decían (y mentían) los militares se pueden enfadar; como si los militares estuviesen contra la transición y contra los intereses generales de las clases vencedoras y sostenedoras del franquismo, entonces necesitadas ya, y con urgencia, de cambios importantes en su forma de gestionar tanto la política como la economía. Como si el Ejército, subido en una nube y planeando sobre la sociedad, nada tuviera que ver con las clases a las que representa y defiende. En fin, todos esos, de una y otra banda, confundidos alrededor de la Constitución Monárquica y la bandera de Franco, le dieron mucho por el culo a la Memoria Histórica.
Unos, los franquistas, desaparecidas sus dos figuras básicas, Carrero y Franco, por conveniencia de cambiar todo lo necesario para garantizar la seguridad y continuidad de sus intereses; los otros, por la necesidad de participar en el reparto del poder y del dinero: poder gestor y riqueza, eso querían “los otros”.
La memoria histórica había que dejarla, de común acuerdo, en el cubo de la basura. Los verdaderos dueños de siglas como PSOE-PCE-PNV-C i U,… y otros, deseosos de entrar en la ampliación del club, decidieron olvidar y hacer olvidar: la intelectualidad se les unió prácticamente en masa, todos pensaban ganar y salir en la tele.
Pelillos a la mar, solía decirse. La consigna, de resonancias clásicas, era: toca enriquecerse, chavales; ya lo dije aquél pensador del socialismo españolísimo: “el que se mueva no sale en la foto”. Y no se movió ni dios. Bueno, alguno se movió y, efectivamente, no salió en la foto.
Esto no fue Portugal; ni la Francia liberada, ni la Alemania de Nuremberg… Los ganadores de la guerra, ofreciendo posibilidad de gestión gubernamental y posibilidad de enriquecimiento, supieron estabilizar la situación y ganar la batalla de la transición, lo que supuso, entre otras cosas, la derrota de la Memoria. Algo se consiguió, desde luego, hasta algún detalle que, en principio, ni ellos ni sus nuevos socios estaban dispuestos a consentir (me refiero a la liberación de todos los presos del franquismo), pero entre las pérdidas se perdió voluntariamente la memoria; mejor dicho, se vendió. A buen precio para algunos, no digo que no. Pero un país sin memoria empieza a dejar de serlo y una democracia sin memoria o con la memoria recortada en interés del poder, tal como ocurre ahora, se pone en cuestión a sí misma.

LOS NEORREPUBLICANOS

  Ahora, 33 años después de la desaparición de Franco, esos mismos (o casi los mismos, pues el tiempo nos destruye a todos), esos que ordenaron apalear a los que a finales de los setenta enarbolaban banderas republicanas en las manifestaciones o que criminalizaron y acusaron de provocadores a los primeros que, a principios de los ochenta, descubrieron las primeras fosas comunes, por ejemplo en el sur de Navarra, esos mismos que boicotearon los Homenajes a las Víctimas del Franquismo a mediados ya de los ochenta (1986, 1987), esos mismos, repito, con afanes electoralistas y de no sé qué recuperación de la Memoria que voluntariamente perdieron pensando que iban para ministros, optan hoy por hablarnos de una Memoria, la suya, descafeinada y rigurosamente seleccionada en función de sus intereses. Hasta oímos en sus bocas la palabra que tantas veces calificaron de provocadora y de objetivamente inconveniente, República. Y algunos de los gorilas que, cuando la Monarquía estaba sin consolidar, rasgaron la tricolor, y la pisotearon en no pocas manifestaciones de aquellos años (1976, 1977, 1978, 1979, 1980,…) la enarbolan hoy, cuando la Monarquía esta asentada y fortalecida, como oposición legal y homologada.
Pese a todo, bienvenidos sean, al margen de sus motivaciones, estos neorrepublicanos que en la transición adornaron las reuniones de sus organismos máximos y comités centrales con la bandera de Franco y Juan Carlos I. Siempre es mejor sumar. Pero con Memoria; pues los últimos años del franquismo y la transición también tienen una Memoria, muy lejos hoy de recuperarse cabalmente.