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Transfugas de ayer y de hoy

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César Vilar Antolí-Candela.

   El sistema político español actual nace del pacto constitucional de 1978. Todas las coordenadas presentes deben ser analizadas en base a este hecho, momento histórico del que participaron partidos políticos como el PSOE y el PCE, así como sus centrales sindicales de referencia.
Sin ellos, la farsa de la reforma hubiese encontrado ciertas dificultades de penetración en el subconsciente popular, en un momento de grandes luchas sectoriales por la defensa de las condiciones de la clase trabajadora. Con esta participación decisiva se cerraron en falso los crímenes de la Dictadura fascista y se dio carta de naturaleza al olvido de la memoria republicana y antifascista, con una paralela asunción de la ilegítima monarquía borbónica, apuesta personal de Francisco Franco y de la burguesía hispánica.
Los históricos referentes de la izquierda antifascista eran integrados en la nueva democracia burguesa, al compás del triunfo de las posturas reformistas, simbolizadas en el golpe de timón del PCE con el eurocomunismo carrillista, y con el Congreso socialista de Suresnes y el acceso de la camarilla de Felipe González a la dirección del PSOE, congreso en el que participaron activamente los principales tótems de la socialdemocracia europea. Enterrado el legado de lucha, se pasó a destruir desde dentro las estructuras sindicales y políticas contestatarias, en la línea de una progresiva integración institucional y de colaboración de clases íntimamente relacionada con la creciente dependencia de estas organizaciones de la financiación y las prebendas concedidas por el estado y la patronal, a cambio de su discurso claudicante y contemporizador.
politicos_de_la_transicion.jpgEste trascendental elemento de reflexión no puede ser catalogado de hecho histórico menor. Por eso es bueno que recordemos las muchas traiciones y concesiones vergonzantes que protagonizaron (y protagonizan) individuos que se hacen llamar de izquierdas, pero cuyos comportamientos les desenmascaran claramente como parte fundamental del sistema de dominación en el Estado Español.
Del triunfo de la reforma política surgió una compleja estructura política y económica, dirigida y comandada por los mismos que ostentaron el poder durante las ilegítimas décadas de la Dictadura, estructura a la que accedieron gustosos preclaros prohombres de partidos de izquierdas, muchos de los cuales tuvieron pasado republicano.
 En las últimas décadas, fruto de las innumerables concesiones y bajadas de pantalones ideológicas, y de una derechización encubierta en el discurso y en la praxis, ha florecido un variopinto aparato de vividores y parásitos de la gestión institucional, elementos dispuestos a cualquier cosa con tal de que los poderosos les colocasen en un carguito dentro de las diversas administraciones.
Primero se asume la lógica del enemigo, a continuación se pasa a abominar la ideología de izquierdas por la que uno ha sido elegido y, a continuación, se solicita asilo político en la casa común de la socialdemocracia atlántica, recurriendo, si ello es necesario, al acoso y derribo hacia aquellos que se niegan a claudicar y a dejar la ideología en un segundo plano. En última instancia, estas actitudes están en la línea de fomentar un bipartidismo asfixiante, donde las disensiones no tienen cabida.
Del mismo modo debemos referirnos a los cuantiosos episodios de transfuguismo, método muy eficaz para neutralizar alternativas electorales contestatarias. El sistema cuenta con una fenomenal red de colocación para los burócratas sin escrúpulos que lideran organizaciones que, a raíz de la ley de punto final que supuso la transición, han abandonado una política de firmeza e independencia de clase. En lugar de organizar y desarrollar entre la clase trabajadora una política de resistencia a las agresiones de la patronal y de los gobiernos de turno, han acabado asumiendo una política de colaboración activa en la liquidación de empleos con derechos, en la privatización de empresas y de servicios públicos, en la firma de pactos sociales de “moderación salarial” o en la aceptación, por activa o por pasiva, de las sucesivas reformas laborales neoliberales.

O TE INTEGRAS O TE BORRO

  En este contexto de control social profundo, el sistema opta por dos caminos igual de efectivos: o se integra al potencial disidente neutralizando el hipotético discurso alternativo que pueda trasladar a la opinión pública (ya de por sí embrutecida y alienada hasta el aburrimiento a través de los potentes medios de desinformación masiva) o se le borra del mapa ilegalizándole (caso de la izquierda abertzale) o introduciendo quitascolumnas que corroan las estructuras de dichas organizaciones hasta arruinar y desmontar las mismas (caso de Izquierda Unida y del PCE con Nueva Izquierda o la nueva hornada de dirigentes llamazaristas).
En muchos casos, no resulta necesario recurrir al transfuguismo, sino que es suficiente con que los cargos electos con una cierta influencia se deslicen hacia las políticas neoliberales cuando comienzan a gestionar las instituciones. El corsé normativo y legislativo derivado del entramado jurídico constitucional de las diferentes administraciones impide, cuando no prohíbe, la materialización de políticas de izquierda reales. También sería interesante recordar el derecho derivado de las instituciones comunitarias, creado en base a la doctrina del libre-cambio y del liberalismo sin cortapisas, aceptado por los estados miembros, vinculante y obligatorio para las naciones que quieran seguir formando parte del “selecto” club de la Unión Europea.
Una vez elegidos, los burócratas se acomodan al sillón y a la moqueta palaciega con argumentos tan peregrinos como que no hay otra política de izquierdas posible que la que se realice desde el seno de las instituciones en coalición con el PSOE y los nacionalistas-autonomistas. A estos últimos, deberíamos llamarles regionalistas ya que, en la práctica, todos ellos mendigan competencias al estado central y no se plantean la lucha activa por el derecho democrático a la autodeterminación como hace la izquierda abertzale. Su ausencia de lucha consciente en pro de una alternativa popular y su dependencia de la estructura de poder constitucional les anulan como referentes adecuados en la contestación y denuncia del estado de cosas presente.

HACIA EL NEOLIBERALISMO CAVERNÍCOLA
Volviendo al tema de los “tránfugas”, el problema (y el drama) radica en que en multitud de ocasiones, esas organizaciones que se reclaman de la izquierda y del discurso emancipatorio acaban llevando a la práctica el programa y las políticas del neoliberalismo y de la derecha más cavernícola.
La geografía del Estado Español está repleta de ejemplos reveladores de políticos “de izquierda” ejecutando medidas impopulares y antiobreras.
Si tuvieramos que hacer una clasificación exhaustiva acerca de la materia, acabaríamos editando bibliotecas enteras, razón por la cual es preferible centrase en unos cuantos y vergonzantes ejemplos en los que esa falsa izquierda ha ejecutado gustosamente el programa de la reacción y de la persecución política, reservado hasta hace no mucho a las fuerzas del orden y a las bandas fascistas.
Destacamos los casos de torturas en comisarías catalanas en las que miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad autonómicos han protagonizado en algunas comisarías sonados casos de torturas hacia personas indefensas. Joan Saura, principal dirigente de Iniciativa per Catalunya y ex miembro del PSUC (federación hermanada con el PCE en el pasado) dirige la consellería de la que dependen los Mossos d´Escuadra, usando a sus cachorros como arietes en contra de los movimientos alternativos.
El encarcelamiento de una joven activista anarquista nos recuerda que la llamada “izquierda plural” está dispuesta a justificar la violencia de estado con tal de seguir gestionando una parcelita de poder. La condena de dos años de cárcel a un joven independentista de Tarrasa, conocido popularmente con el nombre de Franki, por arrancar la bandera constitucional del balcón del Ayuntamiento y el correlativo silencio de la izquierda institucional en el proceso judicial consiguiente; las amenazas de ilegalización a Izquierda Castellana y la infiltración constante de elementos policiales en los foros de discusión alternativos, dejan muy claro que la actual “democracia” no permite que nada ni nadie se cuestione profundamente las enormes contradicciones y abusos en los que incurre habitualmente el modelo político nacido del amañado pacto constitucional.
Como ejemplo de hasta donde llega la paranoia y la represión sin límites por parte de estos izquierdistas de salón, el Gobierno del PSOE se ha afanado en perseguir a numerosos activistas de la izquierda antifascista en Madrid, permitiendo incluso que neonazis de Democracia Nacional organizasen manifestaciones en las que se coreaban lemas racistas en contra de la población inmigrante. La muerte del joven Carlos Palomino fue el trágico colofón de una vergonzante sumisión del PSOE y sus satélites “progres” a la estrategia más represiva y violenta, con unos medios oficiales encargados de deformar, una vez más, la realidad.
Esto ilustra a la perfección que la búsqueda de la respetabilidad del poder por parte de sectores de la izquierda es tan antigua como la lucha de clases.
Y en esa respetabilidad podemos buscar la explicación de los cambios de chaqueta de antiguos comunistas que ahora trabajan para los poderosos.

TRAICIONES O “CAMBIOS DE CRITERIO”
Los que seguimos la información diaria por la red estamos hartos de comprobar cómo personas que se hacen llamar de izquierdas hacen todo lo posible por conseguir un cargo o carguito en la estructura del sistema, manteniéndolo a sangre y fuego, llegando a hacer lo que haga falta por conservarlo, incluso perseguir y expulsar a aquellos compañeros que tienen a bien recordarles las traiciones y los “cambios de criterio”. Sin ir más lejos, en Asturias, la dirección regional de Izquierda Unida acaba de expulsar a toda la militancia del Partido Comunista de Asturias (PCA), en una guerra interna que comenzó a raíz del cuestionamiento profundo que se empezó a hacer el PCA del pacto de gobierno autonómico entre el PSOE e Izquierda Unida. Algunos hacen lo que sea con tal de agradar al PSOE, es decir, al sistema. Los renovadores de IU-Asturias encarnan a la perfección ese posicionamiento de sumisión y subalternidad al PSOE. Curiosamente, de esa federación surgió el liderazgo de Gaspar Llamazares en IU tras la renuncia de Julio Anguita.
Estas realidades nos permiten concluir, no sin tristeza, que la conversión (tránsfuga) de partidos originariamente obreros y populares en maquinarias al servicio del gran capital se erige un alto y grueso muro que contiene la articulación necesaria de una izquierda combativa y antisistema.
De la actual crisis del modelo capitalista pueden surgir desde la base nuevos intentos que cuestionen esta asfixiante realidad.
Del éxito de esas nuevas fórmulas de lucha depende que se pueda neutralizar a esa izquierda tránsfuga y colaboracionista, en la perspectiva de un acercamiento entre todos aquellos que nos reclamamos de otro mundo y de otra izquierda posibles de la mano del socialismo.