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Quienes olvidan su historia inmediata, para no meterse en líos, suele acabar repitiéndola.

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Enrique González Duro, psiquiatra y autor de “Las rapadas. El franquismo contra la mujer” (Siglo XXI)

Elvira de Miguel.


P- Es usted uno de los psiquiatras más destacados de nuestro país y ha ejercido su trabajo en la sanidad pública durante más de treinta años. Desde que usted empezó hasta ahora, ha llovido mucho. ¿Cree que las próximas generaciones recibirán los mismos servicios de sanidad públicos que en los últimos años ha venido dando el Estado español?

R- Actualmente, la situación es caótica y todo indica que irá a peor. Yo empecé en la década de los sesenta. La asistencia psiquiátrica entraba dentro de la beneficencia y sólo se cubría lo ambulatorio. Entonces no había ningún plan, salvo construir grandes manicomios. Con la muerte de Franco comenzó a mejorar la situación y la salud mental se incluyó dentro de la Seguridad Social con la filosofía: yo cotizo, yo tengo derecho a ser asistido.

  Al poco tiempo aparecieron las multinacionales farmacéuticas con una publicidad muy agresiva. El Estado, que era el principal cliente, habría podido negociar precios e imponer ciertas condiciones, como lo ha intentado ahora la Junta de Andalucía, pero esto no se va a permitir y tampoco se hizo entonces. El gran bocado de la inversión pública en sanidad se lo llevaron las multinacionales farmacéuticas que son las que han venido organizando la formación continuada de los médicos con la invitación a congresos, una manera indirecta de comprarles porque son, en definitiva, los que recetan las medicinas. Con la crisis, hay una regresión en todos los ámbitos. Los hospitales tienen grandes listas de espera, pero se echa a los profesionales a la calle y no se crean nuevas plazas. Paralelamente, hay una corriente privatizadora encabezada en la Comunidad de Madrid por Esperanza Aguirre que ha encargado a empresas privadas del sector de la construcción la edificación de hospitales con aspecto de hoteles de lujo y pésimamente dotados desde la perspectiva sanitaria. Las empresas privadas que las gestionan cobran al Estado por población atendida en vez de por actuación médica. Harán su agosto porque quedará a su criterio las actuaciones y enfermos a los que deben atender.

P- En su libro “Las rapadas” cita usted bastante a un colega suyo, el doctor Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra del régimen franquista que, en nombre de la “ciencia”, entre otras cosas, justificaba la separación de los hijos de sus madres republicanas. De hecho, fue también el encargado de hacer un estudio que demostrase la inferioridad mental de las personas de ideología marxista. ¿Hay también hoy en la psiquiatría bandos? Si es así, en este momento, ¿en manos de quiénes está la psiquiatría española?

R- Sí, desde luego, hay bandos pero aun siendo gente que puede identificarse ideológicamente con la derecha o con la izquierda, ya no son los partidarios de Franco y los de la República que había durante la Guerra Civil y los primeros años de posguerra. A los republicanos se les depuró, se les encarceló y solo unos pocos pudieron exiliarse. No era posible oponerse entonces al régimen. Se aupó a médicos que habían colaborado con experimentos nazis como López Ibor y Vallejo Nájera que se convirtieron en los factótums de la profesión. Mi generación estableció una lucha en contra de los grandes manicomios a la que se denominó la antipsiquiatría y logramos muchas mejoras, pero con la llegada de la “democracia” y el triunfo de Felipe González se vinieron abajo muchas ilusiones. El PSOE se dedicó a perseguir a la gente que estaba a su izquierda y a promocionar a los de la vieja escuela. Hoy se puede decir que es la derecha la que manda también en la psiquiatría. Pero se caracterizan por estar en mejor sintonía con los intereses de los grandes laboratorios y en ser más partidarios de medicalizar a los pacientes. La izquierda, que es minoría, se identifica con usar los fármacos como una herramienta más, pero no la única, y hacer una medicina más comprensiva y más rica en sus actuaciones.