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De sangre, de muerte y de fuego

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Andreu García Ribera

  En el autorretrato de Juan Panadero, Rafael Alberti nos dice del personaje por él creado que el pan que amasa es de harina que nadie puede comprar,

“que no vendo mi trigo.
Mi pan me lo como yo
o lo regalo al amigo”comunista_bandera.jpg

La harina que nos obsequió Joan, con su ejemplo, con su trabajo y con el regalo de su amistad es impagable. Por otra parte, nunca pretendió cobrarla, muy pocas personas he conocido con su desapego al dinero, al confort, a las comodidades, siquiera al halago. Su rechazo al orden burgués interpolaba su propia vida, sus actos, sus sueños, sus deseos, sus angustias.

“Y el que me quiera probar,
 vaya sabiendo que soy
 harina de otro costal”

  He conocido a numerosas personas que se reclaman revolucionarias, unas lo son en diverso grado, otras ni de lejos, pero en el caso de Joan, el proyecto revolucionario de transformación social impregnaba toda su trayectoria vital y su existencia presente. En ese sentido era harina de otro costal y ello no quiere decir que fuera un hombre unidimensional triturado por la política, al contrario nada de lo humano le era ajeno. Sus preocupaciones por la literatura, la historia, el paisaje y el paisanaje humano eran muy extensas, pero todas integradas en un común denominador: La revolución socialista.
  Nunca aceptó chalaneos o compadreos que le apartaran de su objetivo y proposiciones no le faltaron. Fue el diputado más joven en las cortes que a la postre resultaron constituyentes, tenía pues, un buen punto de partida para su reconversión en hombre del sistema con pedigrí de izquierdas, si esa hubiese sido su voluntad. Cuando la ruptura con el proyecto eurocomunista y socialdemócrata del PCE, un conocido dirigente de esta organización se entrevistó con Joan y abusando de la antigua amistad que les unía, le manifestó que no comprendía su posición, “eres diputado, miembro del comité ejecutivo, puedes aspirar a la sucesión del Secretario General en un futuro no lejano, ¿qué más quieres?” Frente a frente dos lenguajes incompatibles, el del arribismo personal que había infectado irremisiblemente a la dirección del PCE y el de un hombre que trataba de recuperar las señas de identidad dilapidadas a cambio del plato de lentejas de un modesto lugar al sol de las instituciones del estado burgués. ¿Qué más podía querer Joan? Muy sencillo, la supresión de la explotación capitalista de toda la faz de la tierra.

  MARTÍN VILLA LE INTENTÓ COMPRAR

  Años antes de esta conversación, también Rodolfo Martín Villa sondeó a Ramos para que participara en un torpe lavado de la democracia orgánica y le ofreció una plaza segura en las elecciones a Procurador en Cortés por el tercio sindical. El jerifalte fascista naturalmente pincho en hueso y ello le costó a Joan no pocas detenciones y malos tratos en el período que Martín Villa fue gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en Barcelona.
  Las propuestas de corrupción, como vemos, pueden venir de las direcciones más insospechadas. Años después cuando una camarilla oportunista estaba planificando desde dentro del PCUS, la destrucción del socialismo y la apropiación privada de la riqueza colectiva acumulada desde 1917, Ramos fue llamado a Moscú en su calidad de Secretario General del PCPE para que liquidara este proyecto político comunista y se integrara en el PCE e Izquierda Unida. Ramos replicó que, de adoptarse esta decisión, tendría que ser fruto del debate de los militantes del PCPE y que no estaban por transitar ese camino de vuelta. Yakovlev, pensando que tenía la sartén financiera por el mango, le conminó a que aceptara el nuevo rumbo de los acontecimientos y le hizo el gesto universal de quien cierra un grifo. Yakovlev se quedó con su grifo en la mano y comprendió que, aunque parezca imposible, no todo está en venta.
  En este mismo número escribe Carmen Morente un cuadro completo de la vida, la personalidad y las actividades de Juan Ramos (Juan en Andalucía, Joan en Catalunya), no vamos reiterar y con peor pluma, lo ya dicho por nuestra compañera de redacción, pero si quiero ofrecer dos pinceladas para una comprensión más cabal de las raíces y el alcance de su compromiso político.
  Acabada la cena y con un calent (1) por medio, le pregunté en una ocasión cómo había resistido una vida jalonada por las traiciones y deslealtades, primero con la gangrena del eurocomunismo en las filas del PCE, después con el alud de oportunistas que desfilaron por el PC y posteriormente por el PCPE al calor del apoyo soviético y más tarde la liquidación del socialismo en la URSS y el paso con armas y bagajes al campo del enemigo de muchos dirigentes del “socialismo real”. Para Ramos, esta traición la simbolizaba a la perfección Perchov, responsable para España del PCUS con el que había trabajado estrechamente y al que se encontró muchos años después en Madrid como responsable para España de una poderosa multinacional rusa del sector de los hidrocarburos.
  Ramos me contestó que para resistir le había servido la formación marxista leninista que poseía, la conciencia clara de que el sistema capitalista, con sus desigualdades inherentes, no puede  constituir una alternativa para la humanidad, pero que el resorte más fuerte de energía era su propia experiencia personal. Me dijo que él tenía una deuda pendiente con los explotadores.  
  Me contó que su padre, conocido como El Rubio o El Viudo, enlace de la guerrilla en el suministro de alimentos para el maquis, murió en un extraño accidente atropellado por un camión del que nada más se supo. Por las mismas fechas, un  amigo del padre, también colaborador de la resistencia, apareció ahorcado. Dicen en el pueblo que el cadáver presentaba algún orificio de bala. La madre de Joan, antigua militante de la FAI, tuvo que sacar adelante a sus hijos en el campo andaluz de la posguerra, coto vedado de señoritos y falangistas. En la plaza del pueblo, la señora Antonia era despreciada por los capataces un día y otro por sus antecedentes políticos y el hambre se enseñoreaba de otra familia jornalera. La humillación de la derrota y la despiadada explotación de los vencedores templó a fuego el espíritu de resistencia de Joan. El recuerdo de la heroicidad cotidiana de su madre luchando por sus hijos, siempre estuvo presente en la vida de Ramos.
  “Mi clase, y yo personalmente por pertenecer a ella, tenemos una deuda pendiente con los explotadores y hasta que no esté saldada no hay armisticio posible”. Con esta frase concluyo el calent  y la sobremesa.

COHERENTE HASTA EL FINAL

  No siendo ya dirigente del PCPE, requerí su concurso para un asunto delicado, ante el cual reputados izquierdistas de salón se llamaron andana. En el año 2000 fue detenida la dirección del PCE® en París, el juicio se celebró unos años después. La defensa, de la cual yo formaba parte, pretendía que se explicara ante el Tribunal de Grand Instance, las razones políticas por las que un partido comunista rechazaba la legitimidad del proceso de transición del franquismo a la monarquía borbónica. Muchos declinaron despavoridos cualquier relación con el tema, hablé con Ramos y desde el principio no puso ningún problema. Es más, le entusiasmó la idea de explicar en su condición de miembro de la cámara constituyente en qué contexto de miedo, violencia e imposición se había redactado el texto constitucional que consagraba la herencia de Franco y vedaba el paso a una verdadera ruptura democrática. Podía haberse negado con cualquier excusa, no tenía relación alguna con los encausados, pertenecía a una tradición comunista ajena y muchas veces enfrentada, pero no dudó en aportar su testimonio pericial sobre el fraude político llamado Transición. Para él constituía un deber personares en el “Palais” para contribuir a saldar la cuenta existente con los explotadores.
Como tantas decisiones que tomó a lo largo de su vida ningún beneficio material, le procuró su acción solidaria. El resultado fue un mayor arrinconamiento en el campo de los políticamente correctos que lo consideraron un apestado, antiguos camaradas le susurraban temerosos: “andas con compañías peligrosas”. Además, el  seguimiento  de los aparatos policiales, siempre paranoicos.
Como Juan Panadero cuando hablaba de los que piensan que todo puede robarse y venderse, Ramos suscribió con su vida esta estrofa:
“Lo señalo con el dedo,
 con tres señales que son
 de sangre, de muerte y fuego”.

(1) Carajillo quemado de coñac, con limón y granitos de café.