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Gernika 1937; Trípoli 2011

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“Y una mañana estaba todo ardiendo,
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.”

(Pablo Neruda: “Explico algunas cosas”).
 
Paco García Cediel

  Hace unos meses, un periodista preguntó a Ignacio Fernández Toxo (dirigente sindical hoy venido a menos por su actitud timorata ante las constantes agresiones del poder a la clase trabajadora) su opinión ante la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que establecía una “zona de exclusión aérea” en Libia, que sirvió como coartada para la agresión de varios estados, incluyendo el español, a ese país. Su sorprendente respuesta fue mostrar un acuerdo entusiasta con dicha resolución,  apelando a la memoria histórica de la Guerra Civil y afirmando que lo contrario sería reeditar en Libia la estrategia de la “no intervención”, practicada entre otros países por Francia y Gran Bretaña, que tanto perjudicó a la Segunda  República en su lucha frente al golpe de estado de 1936.
 guerra_en_libia.jpg El desafortunado símil revela una acusada carencia educativa o un patente alineamiento con el imperialismo. Ya se sabe que cuando el ínclito burócrata sindical iba a la escuela, la historia no aludía ni a la Segunda República ni a la guerra civil, por lo que las personas de cierta edad, para conocer algo acerca de tan decisivo periodo, han tendido forzosamente que gestionar sus propias lecturas.
  Por una u otra razón, omitió aludir a que en el periodo 1936-1939 hubo una decisiva intervención de la Alemania nazi, la Italia fascista, Portugal…, países alineados con los golpistas y de cuya actuación, el episodio más conocido fue el bombardeo de Gernika.
Puestos a evocar la memoria histórica, más le valdría a Toxo recordar la Revolución de Asturias, y cómo los sindicalistas de entonces llegaron a empuñar las armas para luchar contra la explotación; igualito que ahora.

DESTRUCCIÓN Y NO “EXCLUSIÓN”
  La comparación puede volverse en su contra si convenimos que el bombardeo que ha sufrido Trípoli en los últimos seis meses evoca inevitablemente aquellas masacre plasmada por Picasso; las muy democráticas potencias occidentales, a través de la OTAN y bajo el paraguas de la resolución 1973 de la ONU de 17 de marzo, han ido más allá (como era previsible), pasando de la exclusión aérea a la agresión sistemática, destruyendo hogares, escuelas, centros de alimentación y hospitales.
  En el plano político, las potencias imperialistas se apresuraron a reconocer al llamado Consejo Nacional de Transición libio, a cuya cabeza está el ex ministro de Justicia de Libia Mustafá Abdeljalil, que en febrero de 2011 desertó de sus responsabilidades en el gobierno de Gadaffi.
Si se permite el paralelismo, es como si el Ministro Caamaño encabezara un levantamiento armado contra Zapatero, alegando estar escandalizado por la represión policial contra las marchas laicas ocurridas en Madrid el pasado agosto; algo muy sugerente en el plano de la política-ficción. Podemos convenir que o bien Abdeljalil se cayó del caballo como San Pablo camino de Damasco, o algunas transferencias bancarias están detrás de tan radical conversión.Lo mismo podríamos decir del resto de miembros del Consejo Nacional de Transición, cuyo nexo de unión es la fe sin límites en el liberalismo económico, algo que ya suena en estos lares.
  una_carnicera_de_bengasi.jpgLas gentes bienpensantes considerarán que la intervención en Libia nada tiene que ver con las reservas de gas y petróleo que atesora ese país, y esperarán la inminente intervención de la OTAN en Israel, Honduras y Arabia Saudí por sus sistemáticas violaciones de los derechos humanos. De hecho, tal como expone Doménico Losurdo en un artículo publicado en La Haine el 3 de septiembre de 2011, Mussolini justificó en su tiempo la agresión fascista contra Etiopía como una campaña contra la esclavitud, tildando al emperador Haile Sélassie de “Negus de los negreros”, por lo que podríamos decir que aquella (la de Mussolini) también fue una intervención humanitaria.
Viene, en cambio, en ayuda de nuestras tesis la incontinencia verbal del Ministros Italiano de Exteriores Franco Frattini, al afirmar a finales de agosto que la petrolera Eni será “la número uno en el futuro de Libia” (sic). La coalición agresora se puede resquebrajar en un breve plazo a poco que Francia (por ejemplo), aspire a lo mismo para Total. De hecho, la agresión a Libia ha sido una empresa fundamentalmente francesa, como expone Pepe Escobar en un artículo para “Rebelión”
  En los momentos en los que se termina el presente artículo se vislumbra con claridad el cuantioso botín de los agresores: además de las ya aludidas reservas de gas y petróleo, hemos de considerara las inmensas reservas de agua que alberga el subsuelo de Libia en su zona sudoriental, algo de importancia estratégica capital en África, sin olvidar los cuantiosos contratos para la reconstrucción del país. Ya se sabe que, ante una crisis económica estructural del sistema, la guerra es una salida que permite destruir para luego reconstruir tejido productivo. Los contratos para rehacer lo destruido por los bombardeos “humanitarios” serán muy jugosos y a buen seguro que nuestras constructoras ya están a la cola para las concesiones, algo que justifica en parte la intervención de nuestro gobierno en la agresión.

INSTITUCIONALIZACIÓN  DEL LATROCINIO

  Pero lo más llamativo de dicha agresión ha sido la institucionalización del latrocinio. Sin ningún pudor, las potencias se han apropiado de los fondos soberanos del Estado libio para financiar la agresión; así, el 30 de julio la prensa se hizo eco de la entrega por parte de Gran Bretaña al Consejo rebelde de los fondos libios “congelados” en dicho país. Debe de ser un consuelo ser bombardeado por armas que tú mismo has pagado, deben de pensar las víctimas de Trípoli. En ese orden de cosas, hemos de recordar cómo un miembro del Consejo Nacional de Transición visitó Madrid, también en julio de 2011, dando una rueda de prensa con la Ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, en la cual reclamó la entrega de los depósitos del estado Libio custodiados por bancos españoles.
  Valorando retrospectivamente el conflicto, el “pecado” de la Libia de Gadaffi es haber sido un incómodo peón en un tablero de juego marcado por unas potencias en decadencia (pero no por ello menos peligrosas en sus estertores), las occidentales, y otras emergentes, como China, con la cual Gadaffi estaba firmando importantes acuerdos.
  Pese a que Gadaffi distaba mucho en 2011 de aquel que fue miembro de los No Alineados en el pasado siglo, no carece de méritos para ser objeto de intervención; promoviendo la idea de una moneda unida para África, el dinar oro (la mayoría de los países africanos lo apoyaron); invirtió en un proyecto multimillonario (el Gran Río Hecho por el Hombre, una gran red de acueductos que bombean agua fresca desde el desierto a la costa mediterránea) sin plegarse al Banco Mundial; invirtió en programas sociales en países subsaharianos pobres; financió el Banco Africano, permitiendo así que numerosas naciones eludieran, una vez más, al Banco Mundial y especialmente al Fondo Monetario Internacional; financió un sistema de telecomunicaciones en toda África que evadió las redes occidentales; elevó los estándares de vida en Libia; y, sobre todo, estaba en tratos con China para trasferir a los bancos de ese país sus fondos soberanos.
  El triunfo de los agresores en ese país es un paso más en la agenda imperialista de intervenir en los llamados “Estados fallidos”, utilizando la terminología oficial norteamericana; tras Afganistán, Iraq y Libia, ahora las miradas (y los misiles) se dirigen a Siria.
Aunque es un poco pronto para valorar el posible enquistamiento de la situación en ese país, incluyendo bolsas de resistencia y lucha de facciones, tal como ha ocurrido en Afganistán e Iraq,  la complacencia del poder económico ante el anunciado desenlace de la invasión es patente, el día que se anunció la toma de Trípoli, se produjo una subida generalizada de todas las bolsas (algo no demasiado frecuente últimamente), pese a que luego se supo que se trataban de imágenes filmadas en un decorado de cartón-piedra. Respecto a quienes, ingenuamente o de buena fe, creían que estábamos ante una cruzada por la libertad, ahora les espera el momento doloroso de comprobar cómo y cuánto han sido engañados. En cuanto a los otros, los de la desmemoria histórica que no recuerdan las lecciones de la ex Yugoslavia, Afganistán, Iraq…, habría que reflexionar sobre si lo suyo es credulidad o cinismo.