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Cuestiones coloniales

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Manuel Revuelta

   Hace cien años, Emilio Salgari escribía la serie de novelas recordadas hoy como “Los piratas de la Malasia”, con Sandokán como protagonista y el colonialismo inglés como trasfondo siniestro. Desgraciadamente, los tiempos de piratas relatados por el escritor italiano no parecen haber pasado a la historia. Tampoco el colonialismo.
Frente a la pasivización del Derecho internacional y la impotencia de Naciones Unidas, en las sociedades occidentales se ha estado desarrollando una ideología política de ingerencia humanitaria y se ha terminado defendiendo el concepto moral de guerras humanitarias y ya, en plena deriva, el de guerra preventiva, con una rehabilitación moral de la guerra como instrumento político legítimo.
   El argumento humanitario se ha incorporado a esa nueva retórica de guerra, que ha permitido justificar intervenciones militares, ya sea presentando a una parte de la población a salvar o a agredir como víctima de dirigentes sanguinarios, ya sea reafirmando un concepto de superioridad moral de la civilización occidental tambaleante tras el fallido proceso descolonizador.
   bush.jpgConviene recordar que, a lo largo del siglo XIX, se produjo un renovado y contundente proceso colonizador bajo la batuta ideológica liberal. Aquella nueva embestida colonial europea, esta vez sobre el mundo árabe, y sobre los continentes africano y asiático, fue plenamente respaldada por uno de los grandes ideólogos de la democracia liberal. Alexis de Tocqueville, el respetado autor del libro “La Democracia en América”, publicado entre 1835 y 1840, no dudó en recomendar, en 1846, la represión y las matanzas de la población nativa durante la ocupación militar francesa de Argelia: “Desde el momento en que admitimos esta gran violencia de la conquista, creo que no debemos retroceder ante las violencias menores, que son absolutamente necesarias para consolidarla”.
   Tocqueville es una referencia paradigmática de esa ambivalencia de la civilización occidental que aún perdura hoy, la conjunción de esquemas democráticos formales, a los que se tiende a vaciar de contenidos básicos garantistas y de plenas libertades, con sangrientas guerras “humanitarias”, y con la imposición de una economía “globalizada” de saqueo que empobrece a la gran mayoría de la población mundial. Incluso el término de “intervención humanitaria” ya fue utilizado en 1827 por Inglaterra, Francia y Rusia para intervenir contra la ocupación turca de Grecia...
Para Immanuel Wallerstein, el  universalismo europeo “sólo sirve para legitimar toda clase de políticas de tipo imperialista. Es el mismo dispositivo retórico que ya se utilizó en el siglo XVI para justificar la evangelización cristiana, en el  siglo XIX para justificar la “misión civilizadora” de las potencias coloniales y en el siglo XX para justificar el derecho de injerencia. Ciertamente, la terminología ha evolucionado, la referencia al cristianismo ha sido sustituida por la referencia a los derechos humanos, pero la idea es la misma. No ha cambiado nada.

OCHO MILLONES DE INMIGRANTES: UNA LIMPIEZA ÉTNICA DEMOCRÁTICA
   Los gobiernos que componen la Unión Europea están decidiendo en Bruselas la expulsión de ocho millones de inmigrantes sin papeles. La normativa, respaldada por el Gobierno español, permitiría la detención simplemente administrativa de cualquier inmigrante por un plazo que puede ir de seis meses a un año y medio hasta su deportación definitiva. Una “degeneración jurídica que trata a los inmigrantes como una subespecie humana”, en opinión del parlamentario socialista italiano Claudio Fava.
   Como la peste, la derechización de las sociedades europeas se expande imparable. Los terroristas, autóctonos o foráneos, los islamistas y moros, los indios y negros e incluso el reaparecido peligro amarillo han sido un excelente caldo de cultivo apoyado en progresivas dosis de intoxicación mediática, fábricas de miedos y egoísmos mejor o peor  argumentados y racionalizados. Un factor decisivo de esa derechización ha sido la xenofobia, un racismo a veces difuso o negado. En opinión de Sol Gallego en El País, “La mejor manera de que no exista racismo es echar a los negros. Es un argumento de la derecha para alejar los miedos. La izquierda empieza a descubrir el mismo guión”.
   Esa sordidez se evidenció en España durante las últimas elecciones. La xenofobia fue uno de los resortes ocultos de esa campaña. La planteó inicialmente la derecha catalana aglutinada tras CIU, la condimentó después el Partido Popular, exigiendo una “culturización a la española” de los extranjeros indeseables. Finalmente, la asumió de manera casi vergonzante el Partido Socialista, que se defendió con datos: ellos ya llevaban cuatro años aplicando una política de expulsión creciente de inmigrantes.
   Ni unos ni otros esperaban ser desbordados por los restantes gobiernos democráticos europeos, decididos a expulsar ocho millones de extranjeros: una limpieza étnica  con su anexo de desarrollo de un mundo concentracionario, que no carcelario. Más grave aún, la normativa de autorizar medidas de expulsión e internamiento de personas sin garantías judiciales entre seis meses y año y medio ha sido rechazada por diez de los veinticuatro países de la Unión por considerarla insuficiente: el gobierno de Sarkozy quiere que se puedan encerrar también a menores de edad; otros gobiernos, que el encierro sea indefinido, además de incontrolado.
   En España, ya funcionan los CIE (Centros de Internamientos para Inmigrantes). Se diferencian de las cárceles, además del nombre, en que los encerrados no han cometido ningún delito. Un informe publicado el pasado mes de enero por el Parlamento Europeo denunciaba que es un “sistema de detención de tipo carcelario”, “condiciones materiales e higiénicas deplorables que llevan a condiciones degradantes de detención”, y “violencias perpetradas por el personal de seguridad”.
La amplitud prevista de la limpieza étnica y la inevitable extensión numérica de la población a encerrar pueden traer a la memoria viejas soluciones utilizadas en algunos momentos del pasado, como los “campos de concentración”. Una expresión  que ha tenido muy mala prensa a partir de la segunda guerra mundial, al asociarla comúnmente  con los campos de exterminio nazi.
   Rastreando su origen, todos suelen situarlo en la guerra de Secesión norteamericana, conjuntamente con la definición de “guerra total”, adjudicándosela al general Sherman, pero que fue respaldada por Abraham Lincoln: la población civil  del sur de Estados Unidos fue “concentrada” por el ejército nordista. Se aprovechó entonces una invención que facilitaba el control y encierro de esa población civil, con técnicas más baratas que la construcción de cárceles: el alambre de espino, las alambradas.
   No obstante, cabe a los españoles la invención del término a fines del siglo XIX, durante la guerra de Cuba, cuando el general Valeriano Weyler, enviado por el gobierno de Cánovas del Castillo estableció la política de “reconcentración”, ordenando “reconcentrar a las familias de los campos en las poblaciones fortificadas”, bajo control del ejército español, y que todo aquel que estuviera en terreno despoblado fuese considerado rebelde y juzgado como tal. Un sistema que originaría más muertes entre la población cubana que los enfrentamientos militares.
   A comienzos del siglo XX, el ejército colonial británico instalado en Sudáfrica organizó campos de concentración, sin el prefijo re, para la población civil durante la guerra del Transvaal contra los boers. Algo similar hicieron las tropas norteamericanas que ocuparon las islas Filipinas tras la expulsión de los españoles.  Las tropas alemanas también llevaron a cabo sus primeras experiencias en campos de concentración durante la ocupación de Namibia, en 1904. Aquel holocausto del pueblo herero se completó practicando además con ellos investigaciones antropológicas y médicas. Algunos de sus autores aportarían, tres décadas después, sus experiencias coloniales en la propia Alemania.
   Campos de concentración fueron utilizados  durante la primera guerra mundial por Inglaterra y Francia. Al final de la guerra civil, en 1939, miles de republicanos españoles fueron encerrados en campos de concentración franquistas. Muchos de los que pudieron abandonar el país serían encerrados por el gobierno francés. Según el entonces ministro del Interior francés, hablando de uno de los campos creados, el de Argelès-sur-Mer, no sería “un lugar penitenciario sino un campo de concentración”. También Estados Unidos utilizaría campos de concentración para su población de origen japonés durante la segunda guerra mundial.
   El nazismo, en especial los campos de exterminio, acabaron con la imagen aséptica de los campos. Durante la guerra de Argelia, el ejército francés encerraba a la población civil argelina en “campos de reagrupamiento”, mientras que los norteamericanos, por ejemplo, en Vietnam utilizaron “aldeas estratégicas”.

PARAPOLÍTICA Y NARCOPERIODISMO EN COLOMBIA

    Se viven tiempos de incertidumbre. El pasado 25 de abril, el Pentágono anunciaba la creación de una nueva flota, la Cuarta, para controlar mares y costas de América Latina y el Caribe, con la finalidad de coordinar operaciones contra las drogas, el terrorismo, prestar asistencia médica y prevenir huracanes.  A su mando estará el contraalmirante Joseph Kernan, especializado en “misiones clandestinas desde el mar, aire y tierra”, las llamadas “operaciones especiales”.
La intervención del ejército colombiano en territorio de Ecuador, el 1 de marzo de 2008, bombardeando y asesinando a 22 miembros de las FARC, con apoyo logístico norteamericano, desencadenó una crisis regional aún no resuelta. No obstante, la acción, rechazada por la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Río, puso de actualidad al régimen fascistoide del presidente Álvaro Uribe.
   Escribir sobre las implicaciones del presidente Álvaro Uribe  con el mundo del narcotráfico y con las actividades criminales de los paramilitares y el terrorismo de Estado, no es noticia. Se ha publicado mucho, también en medios norteamericanos como Newsweek, The New York Times, o El Nuevo Herald de Miami. También se sabe, desde 1991, “que fue un cercano y amigo personal de Pablo Escobar. Uribe se dedicaba de establecer una colaboración entre el cartel [de la droga] de Medellín y altos cargo del gobierno [colombiano de la época], según fuentes de inteligencia de los EEUU de la agencia DIA [redactados] por oficiales en Colombia”.
   armas.jpgContaba Emir Sader que, ya en 1977, García Márquez temía que Colombia se convirtiese en otra Argentina como la del general Videla. “Tres décadas después, Colombia continúa siendo uno de los epicentros de la ‘guerra infinita’ del gobierno de George W. Bush. Álvaro Uribe es producto de esa política, el aliado más estrecho -uno de los pocos con que cuenta en América Latina— de la política belicista de Washington. Uribe fue electo con la promesa de la famosa ‘mano dura’, en la búsqueda, para Colombia, de una solución ‘iraquí’, ‘bushiana’, que consideraba que las tentativas de pacificación de los anteriores presidentes mediante negociaciones habían fracasado”.
   Hoy, “más de la mitad de los congresistas colombianos tiene vínculos con los grupos paramilitares o guerrilleros.”, ha denunciado desde la cárcel el dirigente paramilitar Salvatore Mancuso a fines de abril. Otro paramilitar, identificado como Francisco Enrique Villalba, denunció a las autoridades judiciales que el presidente colombiano Álvaro Uribe, entonces gobernador de Antioquia, y su hermano participaron, en 1997,  en la preparación de una masacre ocurrida en el caserío El Aro, en el norte del departamento de Antioquia, en la que fueron asesinados 15 campesinos, según una copia del testimonio obtenida por el periódico de Miami El Nuevo Herald.
   La lluvia de denuncias y detenciones se han sucedido semana a semana. Ya están encarcelados 34 legisladores colombianos y otros 64 están siendo investigados por haber tenido negocios con los paramilitares o implicaciones en asesinatos y matanzas de campesinos.
   La detención de un ex presidente del Congreso y primo, además, de Alvaro Uribe, que se refugió y llegó a pedir asilo político en la embajada de Costa Rica en Bogotá, ha obligado al presidente a romper el silencio: “Vamos a escuchar a la gente, a ver qué salidas proponen. No hay que dar saltos a la incertidumbre que puedan desbaratar lo que ha hecho este gobierno hasta ahora”, aseguró en entrevista a Radio Caracol, la cadena del grupo español Prisa. Uribe no descarta adelantar las elecciones o convocar una asamblea constituyente para poner freno a la grave crisis que vive el Congreso colombiano. Aunque personalizó algo sus preocupaciones: “Me pasé la Semana Santa hablando con abogados para que recogieran toda la información sobre mis movimientos y desplazamientos desde 1988”.
Porque prosigue el proceso judicial abierto por la compra de votos para la aprobación de su reelección presidencial en el Congreso de Colombia. La Corte Suprema de Justicia decidió, el 8 de mayo, mantener detenida a la ex congresista Yidis Medina, pese al peligro de que pueda ser asesinada, y pidió investigar al presidente Álvaro Uribe y a otros funcionarios y ex funcionarios. Las peticiones fueron hechas a la Comisión de Acusación e Investigación de la Cámara de Representantes y a la Fiscalía General de la Nación.
   No obstante, la abundancia de escritos y libros  sobre sus relaciones con paramilitares y narcotraficantes, además de los intentos de la Corte Suprema de Justicia, las encuestas difundidas por la empresa Invamer/Gallup, encargadas por el grupo español Prisa,  reflejan permanentemente un respaldo popular a Uribe superior al 80 %, mayor incluso del que tenía Fujimori en Perú.
En la revista colombiana Semana, galardonada este año con el premio Rey de España, el periodista Antonio Caballero advertía: “Dejemos de lado el tema de la legitimidad, puesta bajo sospecha por el origen paramilitar y forzoso de un buen tercio de los votos populares del uribismo, tanto en la primera como en la segunda elección. Pero resulta que más evidente aún que su ilegitimidad de origen es la absoluta falta de éxito de los gobiernos de Uribe en todos los campos imaginables: en lo político, en lo económico, en lo administrativo, en lo moral. Rodeada de vecinos hostiles (Venezuela, Nicaragua, Ecuador), sólo le queda la alianza moribunda de los Estados Unidos, que no le ha servido ni siquiera para que sea aprobado el tan anhelado (por Uribe) Tratado de Libre Comercio”.
   Además de Bush, Uribe tiene el respaldo de la Unión Europea y del presidente español Rodríguez Zapatero, pero goza también de la defensa a ultranza de las emisoras de la cadena Caracol, del grupo español Prisa. La negativa del Congreso de Estados Unidos a aprobar el Tratado de Libre Comercio, ALCA, con Colombia,  y el escrito de 63 congresistas norteamericanos al presidente Uribe preocupados por la situación de los derechos humanos en Colombia, no ha hecho mella en el grupo.
   A comienzos de marzo, el grupo Prisa iniciaba una fuerte campaña de apoyo. La periodista Maite Rico, aparentemente sin reescribir o retocar los informes que le pasaban los servicios de inteligencia colombianos o posiblemente los norteamericanos, publicaba en EL PAÍS dos artículos de impacto: “los documentos de los ordenadores incautados a Raúl Reyes, número dos del grupo armado, abatido en la incursión, dejan en evidencia no sólo que las FARC han encontrado santuarios perfectos en Venezuela y Ecuador, sino que además los presidentes de ambos países, Hugo Chávez y Rafael Correa, consideran a la vieja guerrilla marxista como un aliado en su proyecto ideológico-político regional”. Implicaba, además, a funcionarios de la OEA.
   Días más tarde, José Miguel Insulza, Secretario general de la OEA, protestaba contra las mentiras e intoxicaciones  publicadas: “Con estupor e indignación, he leído en EL PAÍS del 12 de marzo una información firmada por la enviada especial de su diario a Bogotá, Maite Rico. En ella se consignan las supuestas declaraciones de un presunto funcionario de la Organización de Estados Americanos en un párrafo que debo citar completo... La señora Maite Rico escribe: “Los guerrilleros se mueven por el norte de Ecuador en camionetas, como ha constatado un funcionario de la Organización de Estados Americanos, que expresaba en privado el desconcierto que le provocó cruzarse en corredores del área fronteriza con miembros de las FARC perfectamente pertrechados”.
   “Estoy en condiciones de asegurar a usted que tal afirmación es absolutamente falsa, ya que la OEA no tiene ni misiones especiales ni funcionarios de ningún nivel desplegados en la frontera norte de Ecuador, por lo que resulta imposible que algún funcionario de esta organización haya formulado tal declaración. Hemos consultado a los representantes de la organización en Quito y Bogotá y ninguno de ellos ha hecho declaraciones ni tenido contacto con la señora Rico”.
“En este contexto, es cuando menos sorprendente que un diario del prestigio del que usted dirige incurra en un error de esta categoría, que atenta contra la verdad, afecta el prestigio de un Gobierno y perjudica la gestión conciliadora de nuestra organización”.
   En el año 2001, durante el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, EL PAÍS despidió a su corresponsal en Caracas, Luzmila Vinogradof, por su labor de intoxicación y apoyo al golpe (Hoy es la corresponsal de ABC en la capital venezolana). Esta vez aguantó el golpe a su prestigio de periódico serio y con libro de estilo. Tras dos meses de silencio y sin responder a las graves denuncias del Secretario General de la OEA, Maite Rico reiniciaba, el 10 de mayo, el culebrón sobre los ordenadores del asesinado comandante de las FARC, Raúl Reyes. Como era previsible, Hugo Chávez continuaba siendo el malo de la serie. Esta vez, por si acaso,  la autora informaba, en un pequeño texto independiente adjunto, que todavía no había  pruebas sobre la autenticidad de los contenidos de los ordenadores. Para curarse en salud, en un editorial, al día siguiente, El PAÍS señalaba que, “en unos pocos días, la Interpol hará públicas sus conclusiones sobre la autenticidad de los papeles de Reyes”.
   Ese mismo día, el periódico El Tiempo, de Bogotá, perteneciente al grupo español Planeta, daba una pequeña puñalada a EL PAÍS: “Esos computadores de ‘Reyes’, en derecho, son sospechosos y poco confiables. Pero nadie parece preguntarse nada sobre eso. Y la prensa sigue dándoles todo el protagonismo cada vez que sale un archivo nuevo comprometiendo a otra persona. Porque son no sé cuántos miles de archivos que develarán en la medida del tiempo. Si el carnicero de la esquina no le cae bien a alguien, y ese alguien tiene alguna manera de llegar a la prueba, seguramente saldrá mencionado en uno de esos computadores de ‘Reyes’: “Que le dieron plata para montar la carnicería”.
“Esa es la sensación que me deja, al menos a mí, el manejo que se les está dando a “los computadores de ‘Reyes’ “. Parecen una chistera de mago, de donde saldrán conejitos, palomitas, violines, neveras, fincas, enemigos, carros, ejércitos, armas, cocaína, sindicalistas, políticos, periodistas, ONG, defensores de derechos humanos, filósofos, estudiantes o lo que fuere, en la medida de las necesidades. No es por aguar la fiesta, pero la cadena de custodia jamás se respetó, ergo toda la información que salga de esos computadores deberá ponerse entre paréntesis.”
   colombia.jpgAunque resulte excesivo que muchos colombianos apoden a la cadena del grupo Prisa “Radio Paracol”, incluso EL PAÍS puede propasarse a veces con noticias intoxicadoras. El 27 de marzo informó que “Colombia halla uranio empobrecido tras analizar documentos del ordenador de Raúl Reyes”. Aportaba como fuente al general Freddy Padilla de León, jefe de las Fuerzas Militares de Colombia: “las FARC estaban tratando de conseguir, desde 2005, este metal”.  Aunque el general Freddy Padilla de León, hasta ahora,  no esté procesado por narcotráfico o terrorismo, dar como noticia que las FARC quisieran obtener uranio para fabricar armas atómicas, cargas para “bombas sucias” o incluso traficar con él en la selva colombiana no es propio de un periódico tan “serio”.
   En estas  nuevas entregas, Maite Rico y sus guionistas, aunque mantienen evidentemente a Hugo Chávez, e incorporan al nicaragüense Daniel Ortega y al presidente bielorruso Lukashenko, suprimen el episodio del uranio. Lo sustituyen con misiles tierra-aire: “Los guerrilleros intentaron comprar  misiles tierra-aire en el este de Europa. Miembros de las FARC contactaron con traficantes de armas en Bielorrusia”. Se les ve, sin embargo, más inseguros. La utilización de los verbos “intentar” y “contactar” parece indicar que han querido reducir el alcance del supuesto descubrimiento, aunque con una pésima literatura conspirativa.
   La tercera y última entrega, por ahora, parece confirmar la necesidad de un final precipitado. En “La guerrilla pasó a ser mafia”, se incorporan unas historias de paraguayos, ahora de actualidad,  y dejan la autentificación de los papeles para un futuro incierto.
   La llegada de los marines, con un cierto catastrofismo, podría ser un buen argumento para continuar el culebrón.

BICENTENARIOS,PATRIOTISMO, COLONIALISMO Y DUDAS

   Un triple bicentenario ha dado comienzo: el de la Guerra de Independencia en España contra la ocupación napoleónica, el de las Cortes de Cádiz contra el absolutismo,  y el de las independencias de las repúblicas iberoamericanas contra el colonialismo español. Los tres conllevan una cierta complejidad, pero los excesos patrióticos cometidos durante el espectáculo de arranque del primero, el de la Guerra de la Independencia, no lograron superar las actividades  de cualquier parque temático.
   Los festejos propiamente dichos se redujeron a la celebración de los acontecimientos del 2 y 3 mayo de 1808 en Madrid y a “españolear”, ambas cosas en versión libre. La guinda la pondría Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, con su castiza y resultona ignorancia: “Tenían claro que eran españoles y no tenían dudas de lo que era España”.
Aquella claridad de ideas, con permiso de doña Esperanza, más bien plantea dudas. Por ejemplo: ¿Quiénes lo tenían claro? ¿Los tres oficiales, los capitanes Daoíz y Velarde y el teniente Ruiz, muertos en los enfrentamientos, y media docena más? ¿Los más de 6.000 o de 8.000 militares españoles acuartelados en Madrid, según las fuentes, que no se movieron de sus cuarteles y que en la tarde del 2 de mayo montaron patrullas conjuntas con los soldados franceses para desarmar a lo que llamaban entonces el “populacho”? ¿Los Alcaldes de Casa y Corte que ordenaban registrar las casas en busca armas? ¿El Capitán General de Madrid, general Javier Negrete Adorno, que formó parte de la comisión militar francoespañola que,”con apariencia de tribunal”, ordenó los fusilamientos?
   Los centenarios pueden tener lecturas complejas. Por ejemplo, la invención de las cumbres iberoamericanas tuvo como razón puntual el poder dar más lustre a la celebración del Quinto Centenario,  para traer a España, a Sevilla, en octubre de 1992, a los presidentes de los países de aquel continente y a Portugal. Para hacer más discreta la operación, se montó una primera cumbre, en 1991, en Guadalajara, en México. Por entonces se había puesto en marcha la llamada  nueva reconquista española de América, aprovechando las desastrosas políticas económicas implementadas en aquel continente a lo largo de los años ochenta por regímenes civiles o dictaduras militares neoliberales.
   Bautizado inicialmente como Quinto Centenario del Descubrimiento de América, las protestas, en escritos y revistas, especialmente en México, abarcaron todo el continente iberoamericano y llegaron incluso a España. Denunciaban la realidad que hizo célebre Bartolomé de las Casas con su “Breviario de destrucción de Indias”. Una propuesta conciliadora de Miguel León Portilla, para sustituir el término “descubrimiento” por “encuentro” apaciguó relativamente las aguas, aunque la solución final fue reducir el título de la celebración a solo Quinto Centenario.
   Curiosamente, tuvo más importancia el plan de tomar contacto con todas las comunidades indígenas del continente. Aquel trabajo iba a proporcionarles la conexión entre ellas y jugar un papel determinante en su toma de conciencia frente a la hegemonía  política y social del criollaje y la emigración blanca. De hecho, 1992 ha pasado a ser una fecha decisiva en el crecimiento y desarrollo posterior del indigenismo en países como México, Ecuador o Bolivia, entre otros. Aquellas experiencias parecen justificar en la actualidad un cierto nerviosismo gubernamental ante los nuevos centenarios que se avecinan.
   El pasado año, con el Real Decreto 595/2007, de 4 de mayo, se creaba la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas, que estaría encargada de llevar a cabo un programa de actividades conmemorativas a celebrar a partir de 2008 y a lo largo de más de quince años. A fines de julio, la prensa se hacía eco de que España tenía mucho interés en que estas celebraciones se llevasen a buen término y que, de ningún modo, se convirtieran en una exaltación indígena en los distintos países. Tanto el Rey como el Príncipe Felipe participarán en numerosos actos al respecto.
   Con un nuevo Real Decreto, el 1258/2007, de 21 de septiembre, se modificaba el del 4 de mayo, reemplazando  la figura y competencias del Comisario por la de un Embajador Extraordinario y Plenipotenciario para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas, con nombre y apellido Felipe González.
Dos meses más tarde, pasada la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, estrepitosamente protagonizada por el Rey, se aprobaba un tercer  Real Decreto, el 1770/2007, de 28 de diciembre, por el que se ampliaba el espectro conmemorativo, creando el Consejo para la Coordinación de las Conmemoraciones de los Bicentenarios del Constitucionalismo en España y en las Repúblicas iberoamericanas, como órgano colegiado adscrito al Ministerio de la Presidencia.
   El  BOE del 18 de enero de 2008 explicaba las razones de este nuevo cambio y ampliaba su contenido: “En el año 2008 da inicio la conmemoración del bicentenario de los acontecimientos que comportaron el desarrollo en España de las ideas políticas del constitucionalismo, la libertad y la democracia, principios hoy vigentes en nuestro ordenamiento constitucional. La Guerra de la Independencia, la Constitución de Cádiz y los procesos de independencia de las repúblicas Iberoamericanas confluyeron en un contexto histórico del que surgirían los elementos fundamentales de la identidad política española, de los países que alcanzaron la independencia y de la Comunidad Iberoamericana; una Comunidad que hoy, doscientos años después, acerca diariamente a nuestros países, desde el respeto a la identidad de cada uno de ellos, pero, muy especialmente, desde la solidaridad y la confianza en la vigencia de las ideas de libertad, derechos de los ciudadanos y democracia que iniciaron su desarrollo hace doscientos años.”
    La prensa sintetizaría los sucesivos cambios. Provisionalmente, lo que se iba a conmemorar es algo más aséptico, el Bicentenario de las Revoluciones Liberales en España e Iberoamérica. Con la celebración del primero de los bicentenarios, se iniciaron las rebajas: parecen haberse olvidado de las “Revoluciones liberales”: “Sabían que España era una nación muy antigua, que era su patria…”

POR LAS RUTAS DEL NEOCOLONIALISMO ESPAÑOL

   Está todavía fresca en la memoria de todos la tormenta verbal que se desencadenó al cierre de la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, en noviembre de 2007. Las lamentables intervenciones del Rey Juan Carlos de Borbón, jaleadas en España por los medios de comunicación, dejaron, cuando menos, un futuro incierto en las relaciones iberoamericanas. No se trataba de un desastre anunciado, pero ya era evidente la existencia de un desfase entre la visión y los proyectos económicos del gobierno Zapatero, hablando de cohesión social pero encorsetado por los intereses de las empresas españolas afincadas en el continente, frente al escepticismo y desacuerdo, en mayor o menor grado, de los otros gobiernos participantes en la cumbre. 
   Los “felices años noventa” para las multinacionales españolas en América Latina aún no son historia, pero han dejado daños y rastros no bien resueltos en aquel continente. Se asiste, además, al  resquebrajamiento parcial de un modelo, el neoliberal, en varios países. Leerlo en España en clave de “populismos” “caudillismos” es tan superficial y dañino como intentar enmascararse tras las mentiras y los delirios sobre un Zapatero aliado con Castro, Chávez, Morales o Correa que propaga la derecha más cerril.
   El futuro es incierto, pero resulta agobiante comprobar la deriva conservadora del gobierno Zapatero en las relaciones con América Latina, precedida y jaleada por todos los grandes medios de comunicación españoles, desde la televisión pública y su programa 24 Horas, a los Grupos Planeta y Prisa, enrocados en la defensa a ultranza del viejo modelo neoliberal.
Exponente claro de la forma de aproximación política e ideológica del PSOE a los problemas de aquel continente está siendo la gestión pragmática de Trinidad Jiménez, en función primordial de los intereses de las multinacionales. Su actividad y preferencias aparecen demasiado ligadas al modelo de los años ochenta y noventa, en los comienzos del incipiente neocolonialismo económico apoyado por el tándem  Felipe González y Carlos Solchaga, aunque sin llegar al intervencionismo salvaje de los años de José María Aznar.
   Sus soportes ideológicos y teóricos y su praxis se mueven en la derecha, entre el conservadurismo del Real  Instituto Elcano a la moderación de la Fundación Carolina. La coincidencia en las páginas de patrocinadores de ambas fundaciones de las mismas empresas y grupos económicos ahorra cualquier tipo de explicación. Algo similar podría decirse del resto de las asesorías gubernamentales y de la “realpolitik” con que se manejan las actividades de la Casa de América.
Respecto a la extrema derecha neoliberal, aunque podrían sincronizar sus antipatías, el gobierno mantiene alguna distancia respecto a los esquemas  ideológicos de la Fundación ultraderechista FAES. El opúsculo “América Latina una agenda de libertad”,  firmado por José María Aznar, pero hecho, al parecer, por un grupo de “expertos”, es ya un texto prematuramente envejecido, que parece haber perdido pie respecto a la realidad actual.
   El atlantismo, los valores e intereses de Occidente, pese a los excesos norteamericanos, no se ponen en cuestión. La postura asumida por el Gobierno español  en la crisis regional desencadenada con la violación de la soberanía de Ecuador por el ejército colombiano, ha estado claramente escorada a favor del régimen colombiano. Recordadas a posteriori, las declaraciones de Javier Solana, ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, y sobre todo ex secretario de la OTAN, y de Rodríguez Zapatero a finales de enero de este año, durante las visitas de Álvaro Uribe a Bruselas y Madrid, son premonitorias.
   Para Solana, “todas las ideas que ponga Uribe en la mesa serán apoyadas por la UE. Tenemos plena confianza en él… y tiene todo nuestro apoyo”. Según Rodríguez Zapatero: “El Gobierno español está y estará con el Gobierno de Colombia cuando deba enfrentar un problema de soberanía en su frontera y cuando deba determinar qué hacer en su relación con las FARC”.