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“Los trabajadores han sido los protagonistas de nuestra literatura”- Nº 54

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Armando López Salinas, notas sobre el realismo social  y la insurrección firmada

 Andrés García Ribera


  En una mañana típica del otoño madrileño, fría y soleada, nos recibe en su domicilio del barrio de Quintana el veterano dirigente comunista y todo un clásico de la novela española del realismo social, Armando López Salinas. La entrevista para “El Otro País” tiene lugar en su domicilio, un pequeño piso de una colonia de viviendas para trabajadores, edificadas por el sindicato vertical hace más de 50 años. Rodeado de más de  cuatro mil libros y obsequiados por su entrañable compañera Teresa, disfrutamos de una charla de tres horas que dio al traste con su diario paseo matinal por el barrio. Pese a sus 85 años conserva la memoria lúcida de una vida intensa. En un momento de la conversación nos dice como si tal cosa, “en esa misma silla donde estás, hablé con Julián Grimau tres o cuatro días antes de que lo apresaran para fusilarlo” y por un momento el entrevistador queda embargado por la emoción de compartir espacio físico con la mejor memoria histórica de la resistencia antifascista.
  Armando López Salinas nos muestra lo que está leyendo en estos momentos, el relato de una fuga de dos presos del Valle de los Caídos. También nos enseña una joya de la bibliografía, un libro en el que aparecen  mil nombres de guerrilleros de las distintas Agrupaciones Guerrilleras con fotografías que reconoce no haber visto nunca.
Antes de formularle ninguna pregunta, Armando pleno de vitalidad plantea la conveniencia de un trabajo que él titula “La insurreción firmada de los intelectuales”. Hay que recopilar los distintos manifiestos del mundo intelectual contra la tortura, la represión sindical, la libertad de expresión, en solidaridad con Grimau, la huelga de Asturias. Este último manifiesto le costó ir a la cárcel de Carabanchel con Sastre, Caballero Bonald y José María Moreno Galván, entre otros.

P- ¿Por firmar el manifiesto en defensa de los mineros asturianos y contra las torturas fuiste multado?

R- Sí, nos impusieron una multa de 50.000 pesetas a cada uno. Aunque se había hecho una colecta en Francia en la que se recogieron cinco millones de pesetas, nos negamos a pagar y entregamos ese dinero a las familias de los presos políticos, así que nos presentamos con la maleta en la Dirección General de Seguridad, listos para ingresar en prisión. El director general, Yague, aunque era un torturador no era tonto y no nos quería ver entre rejas, porque sabía el escándalo internacional que se organizaría, así que, ni corto ni perezoso, nos ofreció la opción de pagar la multa a plazos. Total, no pagamos y fuimos a prisión.

P- ¿ Cuándo datas, bajo la dictadura franquista, los primeros signos de disidencia en el mundo cultural ?

R- Es en el campo de la poesía donde primero surge un grupo aglutinado en torno a la revista revista Espadaña, en León, con Eugenio de Nora. Coétanea a ésta surge con Gabriel Celaya, en San Sebastián, la revista Norte. También en el cine llevó a cabo un gran trabajo organizativo Juan Antonio Bardem, con Pedro Piqueras que había dirigido durante la guerra civil la organización del PCE en el cine. Bardem tiene un proceso de inicio en la miltancia comunista muy similar al mio. Residía en Madrid con la intención de estudiar Ingeniero Industrial, cuando un día, junto con dos amigos, un médico y un ingeniero de caminos que desempeñaba un alto cargo en la Renfe, de forma autónoma y sin contactos previos, decidieron constituirse en Partido Comunista por su cuenta. La relación orgánica vino después.  El ingeniero de Renfe aprovechaba su trabajo y facilidad para viajar para distribuir el Mundo Obrero. En León, su contacto para distribuir la propaganda era el poeta Gamoneda.

NOVELA REALISTA Y LIBROS DE VIAJES

P- ¿Algo muy específico de la novela realista es el cultivo del género de los libros de viajes?

R- Sí, yo escribí tres: “Viaje al país gallego”, escrito con Javier Alfaya, “Por el río abajo”, escrito con Alfonso Grosso y que se la cargó Fraga, y “Caminando por las Hurdes”, escrito en comandita con Antonio Ferres. Es lógico que el realismo beba en las fuentes de la tradición literaria de la picaresca, una tradición de andar y ver con raíces muy profundas, empezando por Cervantes: Mira, si no, “El Quijote” o “Rinconete y Cortadillo”. Una literatura que se hace por los caminos, a diferencia de la literatura francesa más intimista.
“Caminando por las Hurdes”, se publicó inicialmente en la revista Acento Cultural, agrupada en torno a Isaac Montero y Rafael Conte. El primero que ingresó en el grupo de redacción de la revista fue Jesús López Pacheco, por vía de la Universidad donde era profesor y luego de su mano entramos nosotros. Habíamos visto el film de Buñuel sobre las Hurdes, “Tierra sin Pan”. Hablamos con Buñuel y nos dejó fotogramas de la película. Intervinieron también en la gestación del proyecto el torero Domingo Dominguín y su hermano Pepe Dominguín, que era banderillero y ambos del PCE. Queríamos responder a la pregunta ¿qué ha pasado en este país desde “Tierra sin Pan”? Años después publiqué un artículo en Nuestra Bandera titulado “Literatura y libros de viajes en tiempos de silencio”, en el que traté de explicar nuestra afición por la literatura de viajes, gusto o necesidad que fue compartido por otros autores del período realista. Recordemos “Campor de Níjar”, de Juan Goytisolo.

P- ¿Qué influencias literarias os inspiraban? 
 
R- Los del grupo de Madrid habíamos leído, aunque de forma muy fragmentaria, la picaresca española, pero teníamos grandes lagunas. Por ejemplo, no conocíamos lo que se había escrito antes de la República. El final de la guerra supuso la ruptura con la tradición literaria de los años 30, tanto la de raíz socialista o anarquista, como el pensamiento liberal o la Institución Libre de Enseñanza. Vivíamos la imposición de una cultura clerical caracterizada por la huida de los intelectuales católicos, los llamados poetas angélicos que hablaban del hambre de dios cuando aquí había cartillas de racionamiento y se pasaba hambre de verdad. Intentamos reconstruir los testimonios de los vencidos en la guerra civil. La realidad superaba nuestra imaginación, había hambre y miseria con todas sus concomitancias de degradación. Cómo reflejar todo esto, el objetivismo podía ser una forma de hacerlo, el escritor como una especie de máquina de fotografiar. Lo que contábamos estaba sustentado en una realidad.
También huíamos del intento falangista de construir una literatura heroica combatiente, como hacían Rafael García Serrano e incluso Torrente Ballester en algún momento.
Quiero dejar clara una cuestión, nuestra respuesta estética no venía determinada por consignas. Si esperabas las consignas de Semprún o Carrillo desde Francia, no hacias nada, quedabas inmovilizado por las dificultades de comunicación existentes. Actuábamos con gran independencia. Otra cosa es que mis dos novelas y algunos cuentos se leyeran en Radio España Independiente con mi nombre, y yo viviendo aquí en esta casa.

P- Tanto en tu novela como en Ferres se percibe que hay una clase social derrotada.

R- Se nos ha acusado de partidistas y demagógicos, y con independencia del juicio literario que merezcamos, imprimimos un giro temático a la novela. Casi por primera vez aparecen los trabajadores como protagonistas de la literatura. Se puede objetar que antes están presentes en la novela de Baroja, pero más bien sus personajes pertenecen al lumpen de las grandes ciudades. De algún modo somos barojianos, pero en este autor no aparece la clase obrera, sus problemas, la huida del campo a la ciudad, el chabolismo, el desarraigo. Todo eso es lo que nosostros pretendimos reflejar, porque era la realidad sociológica de nuestro tiempo. 

ANTECEDENTES LIBERTARIOS

P- Aunque tu militancia política ha sido comunista, tus antecedentes familiares son libertarios, ¿no es así?

R- Sí, mi padre trabajaba de camarero en el café Universal, en la Puerta del Sol,  y era de la CNT. Recuerdo perfectamente que, cuando se produjo la insurrección de Asturias de 1934, mi padre fue a parar a la cárcel Modelo de Madrid. Mis primeras lecturas se las debo a mi padre, al que he querido y apreciado mucho, me traía novelas de escritores anarquistas, como el padre de Federica Montseny, Eliseo Reclus, Malatesta o el “Catecismo Comunista de Bakunin”. Estas fueron mis primeras letras en materia política. También debo decirte, para completar el cuadro familiar, que mi madre era católica, descendiente de carlistas, pero de firmes convicciones antifranquistas.

P- ¿Llegaste a conocer a Durruti?

R- En noviembre del 36, poco antes de su muerte en la Ciudad Universitaria. Mi padre conocía a Durruti y, cuando su columna vino a participar en la defensa de Madrid, fuimos a verle a una casa de la calle de Miguel Ángel incautada por la CNT. Al final de la conversación, Durruti se quitó del cuello el pañuelo rojo y negro y me lo regaló, diciéndome: “Para que seas tan buen luchador como tu padre”. No veas como presumí con los chavales del barrio.

P- Tu padre fue detenido al acabar la guerra. Escribiste sobre este hecho un cuento titulado “Aquel abril”. ¿Qué cuentas en él?

R- El día que entraron los fascistas en Madrid, yo estaba en el Instituto, cerca de Alonso Martínez, en el local de la FUE. Estaba desierto, sólo había un chaval quemando papeles, que cogió un parchís y me dijo: “Llevátelo a casa y que no se los queden estos”. Cuando volvía a casa por la calle de Trafalgar, vi a los primeros moros y falangistas por Madrid. El día de la detención de mi padre, yo estaba jugando a la dola (salto del burro) en la calle de Viriato, y él, escoltado por dos policías, se me acercó por detrás y me dijo: “Díle a la mamá que estos señores me llevan a las Salesas”. Yo fui detrás de ellos andando y estuve esperando que saliera hasta las doce de la noche, mientras mi madre estaba desesperada porque no sabía nada de los dos. Naturalmente, mi padre no salió en mucho tiempo.

P- Tu vida cambió radicalmente.

R- Claro. Tuve que dejar el bachillerato y me puse a trabajar, con trece años. Hice de todo, trabajé con un representante de zapatos, seguramente un republicano represaliado, con el que tuve mi particular lucha de clases. Él, para ahorrar, iba a todas partes caminando sin coger autobús o metro, pero era yo el que iba por todo Madrid con la maleta cargada al hombro. Fui también representante de una empresa que vendía cacharros de dentistas. Fíjate, un chico de dieciséis años en estos menesteres, obviamente no hice una venta. Por las noches asistía a la escuela de ingenieros industriales y me hice delineante proyectista.

P- E ingresaste en Obras Públicas

R- En el Laboratorio Central de Ensayos de Material y de Construcción, situado en el Retiro. Allí conocí a Antonio Ferres, que era perito industrial. Hacíamos por nuestra cuenta unos planfletos de lo más radical, que tirábamos nosotros mismos y firmábamos como Partido Comunista. Supongo que los verdaderos militantes comunistas pensarían que aquellos panfletos eran obra de  provocadores al servicio de la policía. Trabajábamos bajo la dirección de Torroja, que era un sabio que había proyectado, entre otras obras, el hipódromo de Madrid. Era un liberal de derechas que siempre nos trató muy bien. En esta etapa conocí a Paco Barrios, un profesor mercantil que nos planteó a Ferres y a mí si queríemos colaborar con Radio España Independiente. Fue nuestro ingreso formal en el PCE, trabajando con Paco Romero Marín, “El Tanque”, un minero de Nerva, extraordinariamente capaz para las labores clandestinas.

LOS PRIMEROS ESCRITOS

P- ¿Cuándo empiezas a escribir?

R- Siempre me gustó leer, de niño iba los sábados con mi padre a los ateneos libertarios, donde se libraban unas interminables controversias dialécticas que a mi me entusiasmaban. Mi padre, como ya he dicho, simpre me animó a leer. También contribuyó una profesora del Instituto de la que estaba enamoriscado y nos leyó a Juan Ramón Jiménez, algún poema de Lorca y de Hernández. Pero como escritor soy tardío, empecé con unos relatos cortos, igual que Pacheco y Ferres. Íbamos a un local del número 7 de la calle del Principe, llamado Las Cuevas de Sésamo, propiedad de María del Carmen Ponte, esposa de Tomás Cruz, un antiguo aviador de la República. Allí se formó una tertulia a la que asistía Celaya durante sus estancias en Madrid y también el pintor manchego Pepe Ortega, miembro del Comité Central del PCE. En esta tertulia se organizó el Premio Sésamo de novela corta, donde todos presentamos nuestros escritos.

P- Un profesor de la Universidad de Connecticut llamado David Herzberger ha escrito que la novela del realismo social de postguerra jugó el papel de la historia que no se podía escribir entonces. ¿Estás de acuerdo con esta tesis?

R- Sí, es verdad y más de la prensa. Reflejaba historias de la vida cotidiana que no se recogían en la prensa. Por ejemplo, en el libro de viajes “Por el río abajo” que escribí con Alfonso Grosso se apunta una huelga de jornaleros y cómo la gente escuchaba la Radio Pirenaica.
En un pueblo del Guadalquivir que llamamos en el libro Picoaparte, se cuenta que vimos ciento y pico tíos en una cola frente a una casa. Preguntamos qué era aquella aglomeración y resulta que habían ido unas prostitutas de Sevilla para hacer su agosto con la campaña de los jornaleros, como en las películas del Oeste. Es evidente que en la España católica no era posible hablar en la prensa de cosas así.

P- El pueblo donde se desenvuelve “La mina” se llama Los Llanos ¿es un trasunto de Puertollano?

R- Sí

P- ¿ El accidente que se narra, existió?

R- La escribo porque Pepe Ortega, que había estado por esa zona organizando el partido, me contó el hundimiento de una galería de la mina. Por esa razón me desplacé a Puertollano, me fui con 300 pesetas y pude bajar a la mina. El gobernador prohibió la novela, no se vendió durante un tiempo. No sé aún por qué milagro la dejaron pasar y la publicó Destino. En Puertollano había un núcleo del partido al que visité dos veces durante la preparación de la novela. En la clandestinidad, fundamos una escuela del partido en Puertollano. Regresé hace tres o cuatro años y bajé de nuevo a la misma mina, que hoy es un museo.

P- ¿”La Piqueta” también refleja un hecho real?
R- Seguro, Ferres había estado trabajando políticamente en Orcasitas, que es el barrio donde se desarrolla la novela, porque había una organización del partido alli.

P- ¿Conoció el barrio, su realidad, las chabolas, su composición social por haber estado realizando trabajo de partido?

R- Claro, y en el libro del Viaje a las Hurdes tuvimos la suerte de conocer al doctor Barcala, poeta y médico de La Alberca, condiscipulo de Unamuno, al que le dedicamos el libro. Habíamos hablado con Buñuel sobre Las Hurdes y nos dio las señas de Barcala en La Alberca. Un hombre liberal en el sentido de Larra, no en el sentido económico, y resultó una ayuda espléndida con sus opiniones.

TODA UNA VIDA DE COMPROMISO


P- Alfonso Sastre escribió un artículo titulado “El arte como construcción” en Acento Cultural (1958), en el que dice que la revelación que el arte hace de la realidad es un elemento socialmente progresivo y resalta la ncesidad del compromiso del intelectual como posición ética y estética. ¿Estás de acuerdo con esta declaración de principios?

R- Sí, para mí no es una cuestión de teoría. El mundo del trabajo es el que mejor conozco, porque vengo de ese mundo, pertenezco a la clase trabajadora y el compromiso político ha sido una parte muy importante de mi vida.
Me convertí en liberado del Partido Comunista a raíz de un viaje clandestino que realicé a China en 1959, para asistir a un congreso sindical entonces trabajaba en el Ministerio de Obras Públicas. Viajé con un barrendero de Madrid y un obrero asturiano. Llevaba ya un tiempo trabajando para el partido, pero no a tiempo completo.

P- ¿”Caminando por las Hurdes” lo escribes después de volver de China?

R- Sí, “La Mina” es posterior, pero la primera novela que escribo es “Año tras Año”, de la que se ha hecho una reedición en Salamanca, en la colección Alcayuela del Colegio de España. Al regreso de China es también cuando comienzo a trabajar en el comité de intelectuales.
P- ¿Era Semprún quien dirigía el comité de intelectuales del Partido?

R- Bueno, Semprún vivía en Francia, aquí estaba Manuel Romeu, que era un camarada que trabajaba como representante de Pegamento y Medio, con una cultura muy amplia, López Pacheco, Ricardo Muñoz Suay y otros.

P- ¿Cuándo empezais la novela social, conocéis el cine noerrealista italiano?

R- Alguna cosa, pero no es determinante en nuestra formación de partida, nos llega después, como el existencialismo y Sartre con su teoría del compromiso. Sartre y su obra “Las manos sucias” influye más directamente, por ejemplo, en el teatro de Alfonso Sastre, en concreto “La mordaza”. Pero Alfonso Sastre proviene de otras raíces, si bien también entró en el Partido, fui yo mismo con Romeu quien le planteó la entrada y más tarde llegó al Comité Central. Alfonso Sastre es más tardío, viene del grupo de Aldecoa, de José María de Quinto, del Teatro de Agitación Social. Sostiene en esa época una polémica con Buero Vallejo acerca de la conveniencia o no de utilizar las vías legales para burlar la censura. Un vieja polémica a la que ya dedicó su atención Mariano José de Larra.

P- ¿ Podemos hablar de un grupo de Madrid dentro de la gestación de la novela social?

R- Sí, formado por Pacheco, Ferres, Fernando Ávalos y yo.

P- ¿Podemos hablar de otro grupo andaluz, con Alfonso Grosso y Caballero Bonald?

R- Sí. Caballero Bonald no estuvo nunca en el Partido, tuvo buenas relaciones, por ejemplo dejó su casa cuando Carrillo vino a Madrid, en el famoso episodio de la peluca, y más de una reunión se hizo en su casa de la Dehesa de la Villa. Aunque las reuniones se hacían fundamentalmente en casa de la prima del poeta Ángel González, Carmen Labra, nieta de uno de los últimos senadores de España en Cuba y que luchó por la abolición del esclavismo, tenían lugar en su piso de la calle de Velázquez. En el corazón facha de Madrid se reunía la dirección todavía clandestina del Partido Comunista.
Alfonso Grosso era corresponsal en Sevilla de Radio España Independiente, era funcionario del INP. Allí en su casa recuerdo una reunión con Semprún, en un viaje que aproveché para tener una entrevista con el que había sido ministro durante la República, Giménez Fernández, uno de los primeros hombres procedentes de la Democracia Cristiana que estableció cauces de diálogo con el Partido Comunista.

P- ¿Y con Ignacio Aldecoa?

R- Teníamos relaciones y buenas. Para mi Aldecoa es un cuentista excepcional.

P- ¿Cuando podemos datar el nacimiento de la novela realista en España?

R- Para mi, a partir de Bandín, muy poco conocido. En el mundo que cuenta, el conocido, aunque con otro planteamiento, hay que citar “La Colmena”, de Cela, que retrata un bar que se ubicaba en la glorieta de Bilbao, enfrente del Comercial. Había un paseo entonces desde allí por Alberto Aguilera que iba hasta San Amaro, que entonces era casi un pueblo, que se llamaba el “Paseo de la goma”, por la afluencia de jóvenes engominados paseando con las chicas. 

P- ¿Cuál fue la relación de vuestro grupo con la editorial Destino?

R- Pues que nos presentamos al Nadal, que abre camino a esta corriente literaria. Seix Barral tomó después el testigo en este campo.

P- ¿Dentro del núcleo catalán del realismo social, podemos incardinar a Francisco Candel?

R- Sí, con la novela “ Donde la ciudad pierde su nombre”. No obstante, Luis y Juan Goytisolo son los más destacados. No podemos olvidar la importancia y el relieve de este grupo, porque una gran parte de la industria editorial del libro estaba y está en Cataluña. El premio Nadal se otorgaba en Barcelona y entonces no existía El Planeta.
Todos estos grupos coinciden con el tiempo histórico de inicio de las luchas estudiantiles. Con la necesidad de dar testimonio de la realidad que nos rodeaba, con la búsqueda de la realidad en la literatura, el realismo llámese tradicional, crítico, histórico, moral o socialista.

ESTRUCTURA HISTÓRICA Y LITERATURA

  A estas alturas de la charla, Armando, para apoyar sus impresiones de la época, recurre a la lectura de un texto de Juan Goytisolo de 1960, en el que señalaba “la estrecha relación existente entre la estructura histórica de un país y los temas literarios. Una sociedad en que las relaciones humanas son fundamentalmente artificiales, el realismo se convierte en una necesidad. Para nosotros escritores españoles la realidad es nuestra única nación”. Y remacha con otra cita de Pepe Caballero Bonald, publicada en la época por la revista “Lettres françaises”: “Hace seis o siete años, como tantos otros me desperté frente a la realidad histórica de mi país y quise testimoniar lo que en ella veía. La realidad española está al alcance de todo aquel que quiera mirarla y comentarla, he tratado de reflejar la realidad con la mayor objetividad posible”.
Se trataba, en definitiva, de levantar lenguajes y temáticas que se enmarcaran en el mundo real, lo que en su momento hicieron los grandes maestros de la picaresca o en tiempos más cercanos Baroja.

P- Dentro de la recuperación de la memoria histórica, ¿piensas que no sólo hay un olvido social y político de ese período, sino también literario? ¿no habría que rescatar del olvido interesado a los autores del realismo social?

R- Se están empezando a hacer cosas en este terreno, por ejemplo en el campo de la pintura, con el grupo Eco y Estampa Popular. No olvides que cuando no hay política pública, todo se vuelve política. La izquierda debe tomar el tema de la cultura en sus manos. Si no, difícilmente se podrá avanzar en una dirección de cambio socialista. Es preciso una revolución cultural en el sentido más profundo. El movimiento obrero y la cultura deben ir de la mano si no queremos vernos abocados al fracaso en la lucha por el socialismo.