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América Latina: 200 años de lucha por la independencia (II)

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Carmen Morente

   La fecha simbólica de 1810, que da motivo para que en 2010, y desde distintas perspectivas, estemos hablando del Bicentenario de la Independencia de las colonias del Imperio Español en ultramar, pasa del mero hecho simbólico a la realidad, en la medida en que muchos gobiernos y álgidos movimientos populares del área están inmersos en procesos y luchas emancipatorias que no tienen otro objetivo que conquistar la segunda y definitiva independencia.
  El resultado último de las luchas iniciadas en 1810, la independencia política de la Monarquía Borbónica y la creación de repúblicas independientes, más aevo.jpgllá de la frustración de los intereses de las grandes mayorías subordinadas y explotadas por el régimen colonial, fue uno de los acontecimientos históricos de mayor trascendencia desde la Revolución Francesa de 1789: hundimiento del que había sido el Imperio hegemónico durante al menos tres siglos, el nacimiento de nuevos Estados y la reestructuración de las relaciones internacionales y de clase a nivel mundial.
  El movimiento revolucionario de principios del siglo XIX tuvo como objetivo inicial superar el régimen colonial y garantizar el ascenso de las oligarquías criollas al poder político, económico y social. Como en tantas revoluciones ocurridas en la historia, la irrupción de las clases explotadas radicalizó los contenidos previstos, desbordando las aspiraciones de las minorías que las iniciaron; desencadenando la lucha de clases dentro del movimiento por la Independencia que, como en tantas otras revoluciones, acabó con una victoria de las minorías oligárquicas y con la derrota del referente bolivariano. El propio Libertador, Simón Bolívar, diría en su lecho de muerte, en 1830: “Hemos estado arando en el mar”.

FIN DE UN MODELO IMPUESTO
  Puede considerarse que América Latina fue el laboratorio pionero de  aplicación de las políticas neoliberales. Impuestas a sangre y fuego durante las dictaduras militares del último tercio del siglo XX y, a través de la gestión directa de los llamados partidos tradicionales tras el agotamiento del ciclo dictatorial.
Sin embargo, para finales de dicho siglo, el modelo hacía aguas en todos los países. Algunos acontecimientos ocurridos evidenciaron que “el silencio de los corderos”, estaba a punto de finalizar. El Caracazo (Venezuela, 1989), El Santiagueñazo (Argentina, 1993) y el Levantamiento Zapatista (México, 1994), escribieron, para quienes quisieran leer, agudas lecciones. Para entonces, el área de América Latina y el Caribe acumulaba la terrible cifra de más de un 44% de su población viviendo en la pobreza.
La fantasía del mercado como regulador único, la apertura comercial y financiera, las privatizaciones de empresas y servicios públicos, la desregularización, etc., no podían sostenerse como panaceas frente a una realidad tozuda y devastadora.
  Las economías del área habían reforzado su dependencia frente al imperialismo norteamericano y, en el marco de las privatizaciones, el capital transnacional protagonizaba un nuevo “desembarco”, en forma de empresas multinacionales que adornarían con su marketing hasta el último rincón del continente. ¿Cómo no recordar, con emoción patria, la maravilla de las cabinas de TELEFÓNICA, enhiestas como estandartes?
  El primer triunfo del presidente Hugo Chávez, en 1998, resultaría ser un aviso perfecto para navegantes despistados. El siglo XX acababa, para América Latina, con la constatación palpable de la crisis del modelo económico, político, social e ideológico neoliberal.
  La República Argentina vivía desgarradores momentos: mientras en camiones sacaban de los bancos cantidades ingentes de dinero, el país se adentraba en una crisis sin precedentes.

EN BUSCA DEL SOCIALISMO PERDIDO
  El valor de ciertos objetivos, enunciados como referentes estratégicos, mucho tiene que ver con el momento histórico en que se realizan. Hoy, ninguno de los gobiernos de izquierdas de América Latina (a excepción de Cuba), podría definirse como “socialista”. Sin embargo, en estos momentos de crisis del sistema capitalista, se van consolidando dos modelos antagónicos: uno de corte neoliberal (México, Chile, Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica, etc) y otro, de carácter antineoliberal y referentes transformadores (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Nicaragua, Uruguay, Argentina, El Salvador, Brasil, e incluso Guatemala, inmersa en una crisis alimentaria, o el caso de Honduras, a estas fechas sin salida efectiva al golpe de Estado).
  Insistir en que el neoliberalismo, o el capitalismo globalizado, es el mayor enemigo de los pueblos y el causante de la actual crisis sistémica; trabajar para salir de sus márgenes impuestos, resulta una suerte de audacia que adquiere un valor intrínseco incalculable que permite conceptuar a dichas experiencias de revolucionarias, a pesar de sus distintos grados de desarrollo y consolidación.

DE NUEVO, INDEPENDENCIA, SOBERANÍA Y DIGNINIDAD
  El objetivo estratégico del socialismo, reivindicado como referente, de forma directa, por tres de los procesos de transformación que se viven en el área (Venezuela, Bolivia y Ecuador), está planteando la crítica global al sistema capitalista y la necesidad de su superación en clave socialista.
Es lo que se viene expresando como “Socialismo del siglo XXI”, “Socialismo Indoamericano”, “Socialismo Nuestroamericano”, “Socialismo Bolivariano”, etc.
Los procesos de reconstrucción nacional en curso retoman viejas reivindicaciones inconclusas iniciadas hace más de 200 años, y que hoy se traducen en: recuperación de los recursos naturales, distanciamiento o ruptura con los mecanismos de endeudamiento “eterno”, procesos de integración sobre bases nuevas y atención urgente a la  terrible deuda social acumulada.
  Todo ello habría sido imposible de no plantearse al mismo tiempo una Revolución Política que se ha concretado en Procesos Constituyentes para refundar los Estados sobre bases nuevas que permitan, mediante una participación masiva y democrática de las clases sociales explotadas y marginadas durante siglos, caminar hacia sociedades con justicia, igualdad y pleno ejercicio de la democracia.
  El proceso que se va consolidando en países como Venezuela, Bolivia o Ecuador es de tan extraordinario calado que el imperialismo norteamericano, también con el nuevo rostro de la administración Obama, no está dispuesto a consentir su expansión. Entre las motivaciones que explican el golpe de Estado en Honduras se encuentra, entre otros elementos, la pretensión de una consulta popular constituyente.
  En relación a los recursos naturales, se han dado procesos de nacionalización, renacionalización y revisión de acuerdos firmados con el capital transnacional.
Presos por una herencia de dependencia extrema, en relación al mercado de productos y recursos financieros norteamericanos, los nuevos gobiernos han optado por buscar nuevos socios, entre las economías de los llamados países emergentes, haciéndose menos permeables al impacto de la actual crisis capitalista. La derrota definitiva de la propuesta del ALCA, en 2005, provocó la salida “airada” del presidente Busch de la IV Cumbre de las Américas.
  El objetivo último no es otro que avanzar en la construcción de un mundo multipolar, frente al unipolar surgido del fin de la guerra fría.
  El pensamiento integrador bolivariano, “la patria grande”, se ha concretado en acuerdos y tratados superadores del referente neoliberal, y caracterizados por la cooperación y la complementariedad al servicio del desarrollo de los pueblos). Entre ellos destaca el ALBA-TCP, Petrocaribe, el Banco del Sur o el SUCRE y otras iniciativas más generalistas que intentan, no sin contradicciones en su desarrollo, presentar a América Latina con rostro y proyecto autónomos frente a los EE.UU. y frente a otros conglomerados regionales (sería el caso de MERCOSUR o de la UNASUR); potenciándose desde Venezuela las relaciones Sur-Sur, plasmadas en la II Cumbre del ASA.
  Nuevos relacionamientos que están permitiendo asumir retos tan trascendentales como la soberanía alimentaria, en un área donde la FAO augura un incremento de tres millones de personas que engrosarán las filas de la pobreza.

DE LA EMERGENCIA A LA EQUIDAD
  La deuda social acumulada era de tal magnitud que los nuevos gobiernos han tenido que establecer dos etapas en sus políticas públicas para hacer frente con urgencia al problema de la pobreza endémica y la exclusión. “De la emergencia a la equidad”, en expresión acuñada por el primer gobierno del Frente Amplio en Uruguay. En todos los países se han transitado esas dos etapas, desde el Plan Bolívar 2000 (Venezuela), pasando por el Plan de Emergencia Social (Uruguay), la Pensión Dignidad (Bolivia), etc.
  Se camina ya por la segunda etapa, la de carácter estratégico, basada en la reconstrucción del tejido productivo, la capacitación educativa, el rescate de los recursos naturales y la socialización de los beneficios. Las grandes movilizaciones sociales pro- tagonizadas por los mayoritarios sectores empobrecidos y marginados, en los distintos países, germinan ahora en proyectos alternativos al capitalismo globalizado.
  Los logros obtenidos han sido extraordinarios: la erradicación del analfabetismo, la extensión del derecho a la salud, la garantía alimentaria para las poblaciones más en riesgo, el rescate de tierras ociosas o usurpadas ilegalmente, etc., muchos de los cuales habrían sido imposibles sin la solidaridad y colaboración de la República de Cuba.
  Se concretan, desarrollan y extienden también los derechos políticos al reconstruirse una ciudadanía lacerada por enfermedades sociales de toda índole, devolviéndole la dignidad al ser humano, como individuo miembro activo, liberado, productivo y protagónico de un proyecto colectivo y humanista, que aspira al socialismo. Base de la auténtica democracia, frente a la “democracia sin demócratas”, que describe el profesor Marcos Roitman. El reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios que culmina en la nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia es uno de los logros de mayor calado histórico.
  tio_sam.jpgLas clases oprimidas, los sectores derrotados y durante 200 años excluidos, llegaron para quedarse. Y, como antaño, tendrán que seguir batallando para que los derechos conquistados no sean conculcados.
  Surge de nuevo la necesidad colectiva de construir un referente alternativo, hacia países productivos, no dependientes, integrados en el área pero abiertos a la economía mundial sin cortapisas, superadores de la ideología absoluta del mercado, reconocedores de la deuda social acumulada; transformadores de la estructura política heredada del viejo orden oligárquico, reconocedores de los sujetos históricos del cambio, portadores de una ética de profundo contenido humanista, que en el mundo de nuestros días también se traduce en cambios a la hora de relacionarse con la naturaleza y el medio, sobre lo que mucho tienen que decir los pueblos originarios. Un camino hacia el socialismo bolivariano, que hunde sus raíces en la experiencia colectiva de los pueblos, articulando su propia identidad.

LUCHA DE CLASES
  Desde un primer momento, las fuerzas contrarias a los cambios desataron una terrible tormenta. Si alguien dudaba de la existencia de la lucha de clases, sólo tiene que analizar el comportamiento de la oposición interna, del imperialismo norteamericano y sus gobiernos lacayos en el mundo, representantes del capital transnacional.
Golpes de Estado, desestabilización interna, crímenes de lesa humanidad, sabotajes, terrorismo mediático, intervención militar, etc. Un auténtico “Manual de buenas costumbres”, como explican con humor en el programa de VTV “Como ustedes pueden ver”.
  En los últimos meses no sólo hemos asistido al golpe de estado militar en Honduras, promovido y planificado por la administración Obama; antes se intentó en Paraguay y en Guatemala. En estos tres países, presidentes dispuestos a iniciar cambios de distinto calado y que se han aproximado a los gobiernos bolivarianos son puestos en la cuerda floja, aprovechando las mayorías parlamentarias representantes de las oligarquías. Tanto el presidente Lugo como Colom, han visto rechazados los presupuestos del Estado para 2010 porque mantenían las políticas sociales iniciadas.
  La historia, que nunca se repite, sí que guarda en sus gavetas contradicciones no resueltas, tradiciones e identidades. Hoy, como hace 200 años, la lucha por la segunda independencia choca frontalmente con los intereses del imperialismo norteamericano y de las rancias oligarquías criollas de Colombia y Perú, quienes controlan sus respectivos estados. Hoy, como hace dos siglos, el proyecto bolivariano ha de enfrentarse a los mismos enemigos de clase.
  Frente al ascenso del movimiento emancipatorio, se vuelve al tradicional recurso de las armas. “Tropas, tropas y tropas se necesitan allí”, gritaban los colonialistas en 1812.
El Acuerdo Militar suscrito entre Colombia y los EE.UU., presididos por el “Premio de la Paz”, cuyo contenido no fue debatido en las cámaras de representantes de ninguno de los gobiernos firmantes y no se hizo público hasta después de la firma, es la guinda sobre el pastel: la instalación de siete bases militares en suelo colombiano, así como el desarrollo de otros mecanismos de injerencia activa, son una “oportunidad única para las operaciones de espectro completo en una subregión crítica en nuestro hemisferio, donde la seguridad y la estabilidad están bajo amenaza constante de las insurgencias terroristas financiadas por el narcotráfico, los gobiernos antiestadounidenses… mejorará las relaciones con los socios, mejorará la cooperación de teatros de seguridad y aumentará nuestras capacidad de realizar una guerra expedita”…
Mientras, el Frente Amplio ganaba en segunda vuelta las elecciones presidenciales, venciendo la alianza de los partidos tradicionales; en Bolivia, el Movimiento al Socialismo obtenía una aplastante victoria y el Movimiento de Resistencia contra el golpe en Honduras sigue resistiendo y avanzando en propuestas, organización y movilización.
El escenario, que dirían los estrategas, se va aclarando y definiendo. La lucha de clases a nivel internacional, está servida.
“Los Estados Unidos de Norteamérica parecen haber sido creados por la Providencia, para plagar de desgracias a la América Hispana en nombre de la Libertad”, dejó sentenciado el Libertador, Simón Bolívar, tras el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá.