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VICTORIAS LATINOAMERICANAS

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Victorias

Tres victorias contundentes marcan rumbos nuevos al proceso político en el continente americano: el sí a la reelección en Venezuela, la ratificación de Morales y el reciente triunfo de Rafael Correa en Ecuador.

Juan Diego García

 

  Son tres victoria muy significativas, pues se trata de los procesos más radicales (es decir, que van a la raíz de los problemas), con márgenes que no permiten abrigar dudas sobre su legitimidad y dan un respaldo popular suficiente para caracterizarlos como expresiones de auténtica democracia. Por supuesto, la derecha nacional y foránea hace todo lo posible por introducir dudas, sin sustentar en nada sólido sus ataques. Los calificativos de “dictador”, “populista”, “irresponsable” o –más grave aún- “amigo del narcotráfico o la guerrilla”, con los cuales se ataca a Morales, Correa o Chávez, carecen por completo de fundamento. Son simple propaganda negra y reciben su mejor mentís en las urnas. Que los repitan los grandes medios de comunicación no les otorga credibilidad alguna; más bien al contrario.
venezuela_mani.jpgSe acrecienta entonces la legitimidad de estas revoluciones, si es que cabía duda alguna al respecto. La oposición ha desplegado plenamente el conocido manual del golpe de estado, pero ha fracasado estruendosamente. Inútiles han sido los asesores extranjeros enviados en apoyo de las elites locales, inútil la intervención de los arrogantes diplomáticos del mundo rico o las ONG´s de oscuros antecedentes y clarísimos vínculos con el imperialismo, que exigen plena libertad para su piratería, siempre bien dotadas de fondos millonarios.
 El resultado de estos tres eventos electorales no solo valida lo hecho hasta ahora, sino que impone la tarea de profundizar esos procesos y demuestra los límites del poder de las burguesías criollas y sus aliados extranjeros.
  De particular importancia resulta la derrota sin paliativos del poder de los medios de comunicación, instrumento poderosísimo y monopolio de las elites del capital. Demostrando el valor del contacto con la población, la izquierda compensa su enorme desventaja en este campo con un trabajo directo, puerta a puerta, fundiéndose con la población en sindicatos, asociaciones, vecindarios y veredas. Retornando al viejo estilo de trabajo político del contacto directo con los problemas de las clases trabajadoras, se consigue romper la manipulación mediática y neutralizar una de las armas más poderosas. Ni siquiera el púlpito –el instrumento más tradicional de la alienación masiva-, desde el que la Iglesia Católica ha amenazado con un verdadero Apocalipsis si el voto ciudadano se decanta por la izquierda, ha conseguido torcer el designio popular. Toda una lección para los partidos y organizaciones progresistas que tantas veces menosprecian el llamado “trabajo de masas” y lo apuestan todo a la supuesta imbatibilidad de los medios de comunicación o reducen su trabajo a la simple actividad parlamentaria.
 
VIEJOS DESAFÍOS
 
  La nueva Administración estadounidense enfrenta, sin duda, nuevos y viejos desafíos, indecisa frente a estas victorias del nacionalismo revolucionario en el Continente. Sus estrategas tendrán que decidirse entre un ejercicio de sensatez, eliminando o al menos moderando la hostilidad hacia la izquierda latinoamericana, o por el contrario, profundizando los planes de “erradicar” estos focos de “desestabilización” en el área. En efecto, pueden hacer buenas las declaraciones solemnes de la reciente Cumbre de las Américas y comenzar unas relaciones de respeto y mutuo beneficio, o al menos desistir temporalmente de los planes de derrocamiento de los gobiernos que consideran “hostiles a Washington”. Pero lo más probable es que, sin llegar tan lejos, adopten una política de “palo y zanahoria”, que es precisamente lo que hacen en este momento con Cuba. De un lado, prometer aliviar el bloqueo a la isla; de otro, hacer exigencias inaceptables si es que el país desea conservar el ejercicio de su soberanía. En realidad, Cuba no tendría que hacer nada en absoluto para que Estados Unidos abandone su política agresiva. Corresponde exclusivamente a Washington corregir una conducta diplomática inaceptable y condenada de forma reiterada por la Asamblea General de Naciones Unidas, año tras año y ya casi por dos décadas.

 

 

  Pero por ahora, y al menos formalmente, las expresiones más groseras de intervención no parecen estar a la orden del día. Sin embargo, el margen de acción de Obama es muy limitado, pues el motivo por el cual Cuba “es un problema” es el mismo con los demás países: Estados Unidos no puede soportar el mal ejemplo de revoluciones en un área que siempre ha considerado suya. Ayer, porque competía con la Unión Soviética; hoy, porque nuevos actores mundiales aparecen desalojando a las empresas occidentales hasta hace poco amas indiscutibles en la región. En efecto, China y de nuevo Rusia, además de India y otras potencias emergentes como Irán, hacen presencia en la zona y eso significa tener que compartir mercados y materias primas y, en el peor de los casos, tener que actuar de forma muy agresiva intentando colocar en el lugar de los actuales gobernantes populares a los mismos tiranos tropicales o presidentes títeres que tradicionalmente gobiernan según los dictados de Washington.
 
RADICALES” Y “MODERADOS”
 
  Además, las recientes victoria de la izquierda afianzan a los llamados “radicales”, mientras los “moderados” no parecen pasar por sus mejores momentos. En Chile es posible la pérdida del gobierno a manos de la ultraderecha pinochetista (ahora convenientemente civilizada). Tampoco presenta la misma pujanza de sus comienzos el gobierno de Tabaré Vázquez en Uruguay, tan amigo de la moderación, tan temeroso de tocar venezuela.jpglos intereses de los terratenientes o de molestar al FMI y las multinacionales. Brasil, por su parte, muy lejos de la radicalidad, se convierte en foco de preocupación para Washington por otros motivos: cada día es más evidente su papel como potencia media que también compite por mercados y materias primas, si bien sus sectores claves están muy comprometidos con el gran capital internacional. De todas maneras, también hay en Brasil intereses nacionales de peso que desequilibran aún más la construcción ideal de los arquitectos del sueño imperialista de una “América para los americanos” (del norte, se entiende). En Argentina tampoco auguran nada bueno las muchas dudas del peronismo progresista y sus debilidades frente a la gran burguesía agraria que somete cada día al gobierno a chantajes y presiones desestabilizadoras.
  En síntesis, que la población favorece a quien se decide por los cambios y arriesga con valentía mientras abandona a quienes se arrugan frente al desafío.

  Washington debería aplicar aquí la misma filosofía del Plan Baker para las guerras en Asia. O sea, reconocer su derrota parcial y aprestarse a negociaciones sensatas confiando en un futuro más prometedor para sus intereses. No sólo ha fracasado el acoso infame contra Cuba; también ha sido un fiasco el cerco y aniquilamiento contra los procesos reformistas. Pero aún así, la dinámica infernal de los intereses del gran capital puede terminar imponiendo las peores alternativas, es decir la guerra y la intervención. Una opción ésta que es la misma para las elites locales, inmersas en la confusión que traen consigo las derrotas contundentes y abocadas a cambiar de lenguaje y tácticas en espera de mejores oportunidades o persistir en la línea dura de la confrontación, del sabotaje y la guerra psicológica, subvirtiendo el orden democrático. Unos y otros, criollos e imperialistas, presas de una dinámica que escapa a su control, podrían estar cometiendo el error del mal jugador que, según el refrán oriental, entre más pierde más juega y entre juega más pierde, y así hasta perderlo todo.