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El diktat del imperio

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- Impunidad, represión, tortura y muerte 

Juan Ramos

Su táctica es discutida todos los días por la denominada opinión pública, propagada y contrastada, pero aún así está bien atada. El primer objetivo estratégico ha consistido en hacer madurar la crisis de las instituciones del viejo orden internacional. La ONU se ha convertido en el lugar donde la hegemonía unilateral de Estados Unidos ha podido jugar sus mejores bazas. Si el soberano imperial quiere gobernar la globalización, debe, de hecho, privar a  Naciones Unidas de toda capacidad política y jurídica efectiva. Ahora se trata de comprender cuáles están siendo las formas en las que se organiza y mueve todo un Nuevo Orden de crimen y terror.
El soberano imperialista está en su papel, como lo estuvo siempre. Las políticas de contención del mundo occidental respecto al “peligro soviético” son ahora releídas en términos de un roll back que no tienen nada de abstracto, sino que consiste más bien en la construcción de una imponente red de bases militares en territorios de la ex Unión Soviética. Un proceso de infiltración militar antes que ideológico. La coartada, en términos de misión civilizatoria hacia el “derrotado” campo socialista, se vino abajo, las caretas cayeron, nos despertamos con la cumbre de las Azores, y con un trío de fanáticos y esperpénticos sujetos decididos a dar caza y captura a todo “terrorista” que se les cruzara por el camino. Toda forma y protocolo se hacía innecesario. Había que actuar rápido. La cruzada imperial y criminal de Estados Unidos y sus dos presuntuosos acólitos se presentaba en términos precisos, no equívocos: hoy, apenas una década transcurrida, la amenaza del genocidio yanqui es como una gran media luna que se extiende de Medio Oriente a Corea del Norte, atravesando los territorios ex-soviéticos de Asia central, con bases estratégicas en Filipinas y Australia.
De este modo, se avanza implacablemente hacia un terrible horizonte donde el secuestro, la tortura y el crimen compiten por hacerse hueco entre los titulares de prensa. Un enorme poder represor y militar se despliega por el mundo. La operación está, sin embargo, todavía inconclusa.

ABU GRAIB, EL INTXAURRONDO DE IRAK
Cuando se descubrió que los soldados norteamericanos estaban torturando a los detenidos en las cárceles de Iraq, a  George W. Bush, pero también a sus lacónicos lacayos, se les ocurrió decir que eran sólo un grupito de cuatro o cinco los que estaban involucrados en tan malsanos hechos. Las fotografías que, de pronto y sin el consentimiento del Pentágono, salieron a la luz pública, horrorizaron no solamente a la comunidad internacional, sino que dejaron perplejos a los ciudadanos de esta “enternecedora nación”, que vieron en blanco y negro lo que estaban haciendo sus muchachos en aquel país lejano.
Después de haber fracasado en encontrar las famosas armas de destrucción masiva y de no haber demostrado ninguna conexión entre el gobierno de Saddam Hussein y las células terroristas de Osama Bin Laden, el único argumento que le quedó al funesto gobierno de Mr. Bush fue vender la imagen de que ellos serían los que llevarían a aquel país la democracia y la libertad. Que el pueblo norteamericano viera a sus aguerridos soldados botella en mano y torturando sádicamente a los prisioneros iraquíes desmanteló una de las últimas mentiras y trampas que utilizó el Pentágono para invadir y ocupar a aquella elegida  nación.
Si Saddam Hussein, según los abanderados del neoliberalismo más feroz, era uno de los más perversos sicarios que todavía quedaban en este mundo ¿qué pasa con la acción de los sicarios del ejército norteamericano? ¿A quién se culpa?
En cuanto al Estado español, la situación bien podríamos titularla como el escalofriante relato de Edgar Allan Poe en el que se describe cómo la Inquisición (española, por supuesto) torturaba a un disidente político hasta llevarle al borde de la locura y la muerte, porque es una alegoría válida de cómo el poder reprime brutalmente a toda disidencia bajo un beatífico manto de “estado de derecho” que huele a podrido, a poco que un sagaz observador descorra la apariencia de legalidad que recubre la naturaleza perversa y represiva de dicho poder.
Atada y bien atada quedó la tan cacareada transición española para regocijo de los que, acostumbrados a campar a sus anchas y con toda impunidad, evitaron, mediante la estrategia del palo y la zanahoria (represión, tortura y asesinato de la disidencia política y participación electoral limitada y manipulada como mecanismo de legitimación del poder), que el empuje de amplios sectores populares abriera no ya un proyecto social alternativo al capitalismo, sino ni tan siquiera un mínimo de soberanía económica y política. La falta de depuración de los aparatos del estado (incluyendo el judicial) no es un déficit ni una asignatura pendiente, sino que constituye un mecanismo para apuntalar la dominación de los que siempre vivieron acostumbrados a meter la mano en el bolsillo de los demás.

LA TORTURA COMO RECURSO SISTEMÁTICO
Al amparo de un sistema podrido y el recurso cada vez más frecuente a la legislación especial, la tortura, también en nuestra piel de toro, se ha convertido en un método sistemático para la represión, tal como han denunciado constantemente los organismos internacionales de prevención de dicha práctica. Así, por poner ejemplos de los últimos años, el Relator Especial sobre Tortura de la ONU, Theo Van Boven, tras visitar España, presenta ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU un informe en el que se afirma que “…el sistema permite la ocurrencia de tortura o malos tratos, en particular en el caso de personas detenidas en régimen de incomunicación por actividades terroristas”. Además, denuncia “la ausencia de una política y una práctica de investigaciones prontas e imparciales en materia de tortura y malos tratos”, y concluye que es en el periodo de detención incomunicada -cuando el detenido carece de garantías básicas, en particular de acceso a un abogado o a un médico de su elección- cuando se facilita la perpetración de actos de tortura, y que (esa misma incomunicación) puede constituir por sí misma una forma de trato cruel, inhumano o degradante.
Del mismo modo, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes, en su informe al Estado Español, tras una visita a estas tierras, constató la evidencia de malos tratos a personas detenidas por las fuerzas de seguridad del estado, así como la pasividad judicial ante tales evidencias, y recomendó la supresión del periodo de incomunicación del detenido como mecanismo preventivo.
Todas estas denuncias son por supuesto, silenciadas sistemáticamente por los medios oficiales de difusión, de tal modo que, mientras el mundo entero sabe que la tortura es una práctica sistemática en España, aquí se ignora por el común de los mortales. Vamos, que se lo pasan por el forro.
Mientras tanto y al mismo tiempo, Moratinos, ya sabéis, el Ministro de Asuntos Exteriores, pone cara de circunstancias cuando le preguntan por el trasiego en nuestro espacio aéreo de aviones yanquis rumbo al final de la historia feliz de la que nos habla Francis Fukuyama. Es decir, a lugares secretos donde se baila con el secuestro, la tortura y la muerte en nombre de la justicia infinita. Zapatero no deja de sonreír. Cada uno a lo suyo. 
En fin, del mismo modo que en el relato de Edgar Allan Poe, en el último momento, los franceses entraron en Toledo y salvaron in extremis al torturado, esperemos que más temprano que tarde sople el viento que limpie y barra a los modernos inquisidores y a sus contumaces obispos.