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El cine en la República (IV)

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Julio Diamante


   El panorama del cine de largometraje y ficción  del que hemos tratado en los capítulos anteriores fue acompañado, en el período de la II República, por una actividad en el campo del documental y del cortometraje no muy amplia pero sí valiosa.
Luis Buñuel, que había dirigido anteriormente “Un perro andaluz” (1929) – ¿por qué es considerado un film francés? – y “La edad de oro” (1930), realiza en 1932 “Tierra sin pan”, también denominada “Las Hurdes”, importante documento social, a pesar de las libertades que se permitió Buñuel para hacer más espectacular la espantosa realidad  (la cabra que se despeña es por un disparo, el burro está muerto porque le han dado mulé , un amigo de Buñuel hace el papel de maestro de escuela…)
   cine.jpgEl proyecto de la película, nacido a raíz de un estudio del hispanista Maurice Legendre y del demagógico viaje de Alfonso XIII a aquella zona superdeprimida, pudo realizarse por la aportación económica del obrero anarquista Ramón Acín, gracias a que había obtenido un premio en la lotería (aunque  algunas lenguas me dijeron que ese dinero provenía, en realidad, de un bienintencionado atraco). La película indignó a Marañón, que era Presidente del Patronato de Las Hurdes y que consiguió que fuera prohibida. Al margen de cualquier otra consideración, “Tierra sin pan” es un film de gran valor.
   También son muy interesantes los cortometrajes realizados por Carlos Velo, con la colaboración de Fernando Montilla, crítico de Unión Radio. El más conocido es “Almadrabas” (1935), sobre la pesca del atún en las aguas de Cádiz, pero Velo realizó además los documentales “La ciudad y el campo” (1935) y “saudade” (1936) –sobre la agricultura y Galicia, respectivamente-, y el film experimental de tono surrealista “Infinitos” (1935), inspirado en un texto de Mauricio Maeterlink. Merecen ser recordados también los documentales de Misiones Pedagógicas, filmados por Gonzalo Menéndez Pidal y José Val del Omar.

REPUBLICANOS EN HOLLYWOOD

   Aunque no pueden ser consideradas como producciones de la República, creo que no es improcedente recordar que durante el período republicano – debido al tránsito del mudo al sonoro, ya apuntado antes, y al deseo de las grandes casas norteamericanas de dominar los mercados de habla española – se rodaron más de noventa largometrajes en Hollywood y veinte en Joinville (París), que eran versiones en español de otras tantas películas estadounidenses. Estas versiones, en las que participaban directores, escritores, guionistas, actrices y actores españoles, estaban calcadas, frecuentemente plano a plano, de los films americanos originales y, por lo general, eran productos híbridos y poco estimables.
   Varias merecen ser recordadas por su pintoresquismo: las películas del detective chino Charlie Chan, interpretadas por Manuel Arbó, en lugar de Warner Olano; “Drácula”, con Carlos Villarías sustituyendo a Bela Lugosi; “The Bendson Murder Case”, basada en una novela de S.S. Van Dine, en la que Antonio Moreno encarnaba a Philo Vance, personaje cuasi insuperable de William Powell… Sin embargo, algunas de estas películas resultaron dignas. Por ejemplo, “El presidio”, de Ward King, versión de “The Big House, de George F. Hill, y en la que intervenía como supervisor Edgar Neville, adivinándose su mano, y con Juan de Landa sustituyendo a Wallace Beery.
   Entre todos los títulos rodados en Hollywood destaca “Angelina o el honor de un brigadier” (1935), que figura dirigida por Louis King pero en la que intervino decisivamente Jardiel Poncela. Está dicha en verso, como la obra original, lo cual resulta sorprendente. Rosita Díaz Gimeno es una maravillosa Angélica. Y la película es realmente estupenda.

UN BALANCE POSITIVO

   Resumiendo: considero que el balance del cine español durante la II República es bastante positivo. Puede decirse que durante ese período nace una industria cinematográfica española y, sobre todo, existían una serie de elementos que permitían considerar como muy esperanzador el futuro:
Se habían creado los estudios sonoros para combatir la colonización estadounidense.
Había más de 3.000 salas cinematográficas.
Existía un movimiento cine-clubista notable (El cine-club de Ernesto Jiménez Caballero, en el que colaboraba Miguel Buñuel en la selección de películas; el Proa-Filmófono, dirigido por Buñuel; el de “Nuestro Cinema”, dirigido por Juan Piqueras, creador de la revista del mismo nombre; el de la FUE, fundado por Carlos Velo, etc…)
Entre los críticos estaban intelectuales interesantes como Juan Piqueras, Manuel Villegas López, César Arconada…
Había un abanico de directores, escritores guionistas, actrices, actores y técnicos muy a tener en cuenta: Buñuel, Carlos Velo, Benito Perojo, Florián Rey, Edgar Neville, Gregorio Martínez Sierra, Jardiel Poncela, López Rubio, Eduardo Ugarte, Imperio Argentina, Rosita Díaz Gimeno, Conchita Montenegro, Ana María Custodio, Antonio Moreno, Miguel Ligero, Antonio Vico, Juan de Landa, la bailaora Carmen Amaya, el cantaor Angelillo, el operador José María Beltrán, el decorador y luego realizador Fernando Mignoni, el compositor Fernando Remacha… Y talentos a desarrollar, como Rosario Pí o Antonio Sau.
Se habían conseguido grandes éxitos de público, de tal manera que los años de la República inmediatamente anteriores a la guerra han sido calificados como “la edad dorada” o “de oro” del cine español.
   El futuro se presentaba como muy esperanzador: Luis Buñuel comenzaba a plantearse proyectos mucho más valientes que los hasta entonces emprendidos con Filmófono, se respiraba la posibilidad de un interesante cine proletario producido por la UGT y la CNT… La guerra significó la decadencia.
   Después de ella muchos profesionales del cine tuvieron que exiliarse. Otros permanecieron en España, pero incluso aquellos que no sufrieron la represión difícilmente pudieron expresarse debidamente. El país era muy diferente: la efervescencia cultural y popular había sido proscrita y en su lugar el “¡Viva la muerte!” y “¡Abajo la inteligencia!” se habían hecho realidad.