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El desarrollo de las fuerzas destructivas (Nº56)

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Juan Diego García

  Con la modernidad ha venido aparejada la idea del progreso, del renacer, de una época de luces en contraste con la muy enfatizada oscura noche del Medioevo. El devenir histórico se asume como una especie de línea ascendente hacia un bienestar que, si bien admitía pequeños retrocesos, acaba pronto por ajustar sus dinámicas en todos los órdenes expandiendo mayores cotas de libertad e igualdad a colectivos sociales cada vez más amplios. El análisis de las sombras en este proceso de elevado y explicable optimismo queda relegado a las pocas voces que destacan el duro impacto del progreso sobre las mayorías proletarias y campesinas y sobre los pueblos de la periferia del sistema, víctimas mayores de la expansión del capitalismo por el planeta.
Uno de los elementos decisivos de toda esta dinámica revolucionaria es, sin duda, la ciencia moderna y su estrecho vínculo con el desarrollo material, algo que ha permitido en cortos períodos alcanzar niveles de producción sin parangón en el pasado. En efecto, con el capitalismo se han logrado alcanzar niveles de riqueza material que ni las mentes más agudas de antaño se hubiesen imaginado, si bien muy mal repartidas a todos los niveles. Por su parte el socialismo soviético industrializa a la URSS en un cortísimo espacio de tiempo si se compara con el mismo proceso en el Occidente capitalista y no menos sorprendente será el caso de la República Popular China convertida hoy en la segunda potencia industrial del planeta.

  La idea optimista del progreso enfatiza casi siempre los aspectos cuantitativos del problema y lleva a sus extremos la idea del desarrollo de las fuerzas productivas, dando por bueno cualquier avance material sin dar mayor importancia a los demás aspectos. Desde una perspectiva capitalista primará, naturalmente, el principio de la ganancia sobre cualquier otra consideración y solo una presión social considerable obligará a tomar en cuentas otros factores que a corto o largo plazo desaconsejen determinadas decisiones. Por su parte, en el modelo soviético del socialismo - con otros presupuestos ideológicos- se  asume la cuestión de manera semejante y se reduce la teoría del desarrollo de las fuerzas productivas a sus aspectos puramente cuantitativos.
  Pero el progreso así entendido fue objeto de críticas desde los albores mismos de la modernidad. El movimiento obrero y socialista en Europa pone en evidencia ya en el siglo XIX (y las luchas campesinas inclusive antes) que las ventajas del nuevo orden favorecen básicamente a unas minorías y que las nuevas fuerzas productivas devoran literalmente generaciones enteras al tiempo que destruyen el medio, aunque entonces ese impacto no preocupa demasiado ya que existe una relativa abundancia de recursos en el planeta. Los dramáticos impactos del naciente capitalismo dan pié a las ensoñaciones románticas y conservadoras sobre un mundo rural que la modernidad extingue pero también a respuestas revolucionarias y reformistas orientadas al futuro. Imparable, el sistema impone no obstante el escenario de las barriadas miserables y un medio ambiente deteriorado en extremo pero que parece digerir sin problemas el pesado humo del industrialismo. Todo sea por el progreso, es la consigna.

EL IMPACTO SOBRE LA NATURALEZA

  El socialismo de tipo soviético que predominó a lo largo del siglo pasado no resultó ajeno a esta idea de ingenuo optimismo sobre el progreso material que trae el industrialismo y la modernidad. Por razones comprensibles (su atraso material, ante todo) las grandes revoluciones socialistas en Rusia y China manifiestan una especie de exagerado “productivismo”, es decir, un énfasis decisivo en el desarrollo material a cualquier precio con el sacrificio heroico de varias generaciones y con el consecuente impacto sobre la naturaleza (destructivo en extremo e irreparable en muchas ocasiones).
  Con los vertiginosos avances del último medio siglo el aspecto destructivo de las fuerzas del progreso se evidencia de forma dramática y solo por intereses espurios se lo niega o se lo justifica argumentando que la  destrucción es el precio inevitable a pagar por el bienestar. Como corolario, un optimismo interesado acerca del omnímodo poder de la ciencia y de la técnica sirve de base para confiar en ellas la reparación de los daños infligidos a la naturaleza y a los seres humanos. Siempre habrá una solución científica para todo: para las fugas radioactivas o para aliviar los efectos más duros de la condición alienada del ser humano en la modernidad.
  Los actuales acontecimientos en Japón ponen en evidencia la dinámica letal que trae consigo el progreso cuando las fuerzas de la ciencia y de la técnica devienen en factores destructivos de incalculables consecuencias. Ya no es solo que empresarios y autoridades niponas hayan obrado con total negligencia en el mantenimiento de las centrales nucleares como denunció la Agencia Internacional de la Energía Atómica que repetidas veces advirtió sobre los fallos que provocaron una catástrofe que hoy amenazan con extenderse por buena parte del planeta, sino que -de nuevo- tras estos fallos no hay otra cosa que el afán de lucro y una devoción irresponsable por el progreso a cualquier precio. Igual ocurre con el derrame de petróleo en el golfo de México por culpa de la BP, el surgimiento y propagación  de la gripe aviar a partir de granjas saturadas y sin control (pero muy ventajosas para sus propietarios), el aire envenenado de las ciudades por culpa del automóvil -un gremio con inmenso poder político- y otros muchos casos, todos ellos indefectiblemente ligados a la obtención de beneficios sustentados siempre con el discurso del necesario progreso material de la sociedad.
  Pero la tozuda realidad se encarga de recordar la dinámica contradictoria que encierra el desarrollo de las fuerzas productivas cuando se limita al productivismo o se reduce a los estrechos límites del cálculo empresarial. El capitalismo no solo colapsa porque disocia su enorme capacidad productiva de la necesidad de distribuir la riqueza creada sino porque con tal de asegurar los más altos niveles de beneficio convierte el positivo desarrollo de las fuerzas productivas en un factor de destrucción que llega a poner en peligro a la misma especie humana. Seguramente con presupuestos políticos diferentes el socialismo soviético condujo a resultados similares, al menos en este aspecto. (la destrucción del Mar de Aral o el accidente nuclear de Chernóbil son pruebas dramáticas que no permiten abrigar dudas al respecto).

ANIQUILACIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA
  La industrias en general, la energía nuclear, el automóvil, la agricultura moderna de gran plantación, el comercio masificado de las grandes superficies, ciertas obras de infraestructura de gran impacto en el medio y otras actividades similares en el capitalismo aseguran sin duda productos y servicios baratos y en cantidades ingentes, pero, al mismo tiempo, provocan inevitablemente la contaminación del suelo, la polución del aire y del agua, la destrucción de los bosques, el envenenamiento de los alimentos y la puesta en riesgo de la salud humana no menos que la desaparición acelerada de miles de especies animales y vegetales de valor incalculable para la misma supervivencia del planeta y la innecesaria aniquilación de pueblos y culturas de incalculable valor.
  Si en el mundo rico crece entre la ciudadanía el descontento con un orden que sacrifica la calidad de vida y muestra cada vez con mayor evidencia su carácter insostenible, en la periferia pobre del planeta los retos para salir del atraso y la pobreza por caminos diferentes al industrialismo clásico se imponen en la agenda del desarrollo. La minería a cielo abierto, la explotación de petróleo y gas, la tala de bosques a gran escala, la realización de obras de infraestructura, la producción masiva de alimentos y demás mercancías indispensables para sostener una vida razonablemente digna, todo ello sin seguir los mismos caminos del capitalismo se convierten en el nudo gordiano, en desafíos tanto teóricos como prácticos de cuya solución eficaz depende superar la condición de naciones inviables, de sociedades cloaca, es decir, receptoras de los desechos materiales y culturales del sistema capitalista mundial.
  Cuando las naciones que buscan salir del atraso dependen del petróleo, la minería, la oferta de alimentos a gran escala y en general de materias primas, convertidas por tanto en suministradoras cautivas del mundo rico, perpetúan necesariamente su carácter de economía deformadas y dependientes, dilapidan sus propios recursos (casi todos no renovables) y destruyen su medio ambiente a cambio de nada. Si los habitantes del mundo rico ven amenazada su calidad de vida y su vida misma por un Fukushima nuclear, no menos le ocurre a los mapuches de Chile cuando se enfrentan a las grandes multinacionales que invaden sus tierras e inundan sus campos para garantizar el “progreso”. Desafíos similares enfrentan poblaciones urbanas y rurales de Perú, Ecuador, Brasil o Colombia que hacen frente a los mismos dilemas y no pocas veces deben pagar un alto precio para no ser convertidas en víctimas propiciatorias del “progreso”.
  Más allá del discurso engañoso de los defensores del capitalismo y, por supuesto, más allá de la visión romántica de socialismos utópicos que idealizan mundos premodernos, se impone la necesidad de formular en las nuevas condiciones las líneas maestras de la teoría de las fuerzas productivas, armonizando las relaciones entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza. Seguramente todo pasa por revertir las actuales relaciones sociales de forma que de objetos devengamos en sujetos y que el progreso que permiten la ciencia y la técnica no lleve a la humanidad a morir de éxito.

 


 La sombra de Göring y de Van Der Lubbe

Manuel Ballestero

   El 11 de septiembre de 2001, yo estaba en Madrid, ya iba a concluir mi experiencia de dirección de la revista marxista “Contrarios” y también la de mi colaboración en el Instituto de Filosofía del CESIC. A eso de las tres de la tarde  me llamó un amigo: “Baja a cualquier  televisión”. Yo no la tenía en mi casa; lo hice, y al ver a los aviones chocando con las torres gemelas, subí a mi casa y telefoneé a mi amigo: “Es el incendio del Reichstag de 1933”. No recuerdo si mi intuición fue solo esa, una intuición que sintetizaba  hechos históricamente  tan distantes (más de setenta años), ligados, sin embargo, por una base social semejante: una provocación fascista.
  Traigo a consideración  aquella ya vieja experiencia al reflexionar sobre la detención y encarcelación de Strauss Kahn en los EE.UU, por lo que así he titulado estas notas. Quiero decir también que, a la luz de estos hechos, conviene releer , o simplemente leer el  “Imperialismo” de Lenin, en las páginas que se refieren a la emergencia, en el siglo XIX, del capital monopolista,  que por vez primera se desarrolló bajo el signo de los cartels. Si esto se tenía todavía como algo  nuevo, es ahora una evidencia para la opinión pública: sectores importantes de la vida económica escapan a la regla general de la concurrencia” (Lenin,  “El Imperialismo”, Milan, 1981)
  Esos fenómenos, hoy patentes y hasta tópicos, Lenin los atisbó  con genio  histórico-social, renovador del pensamiento de Marx, en 1916, poniendo el acento de intensidad en el carácter monopolista del capital, luego financiarizándose  ése en el proceso de acumulación.
  Lenin otea los enormes peligros que encierra ese desarrollo, la guerra entre naciones que ya había presentido Engels (Cf. Marx Engels, Der  Burgerkrieg in Frankreich, Dietz Verlag, Berlín, 1970). “El capital financiero se concentra en pocas manos y ejerce de hecho un monopolio, extrae beneficios enormes y crecientes sobre la emisión de valores, los empréstitos de Estado, sobre la constitución de firmas, asentando el dominio de la oligarquía financiera y aplastando a toda la sociedad (la societé tout entière) con el tributo a favor de los monopolios”.
En este profundo sondeo en el carácter monopolista y financiero de la acumulación capitalista, Lenin resalta ese rasgo, que se trata de toda sociedad, sobre la que gravita el fardo de la acumulación, no solo sobre la clase obrera, aunque ésta es la primera y directa víctima del proceso de explotación.
Lenin retiene la idea de Marx acerca de la diferencia entre el trabajo simple y el complejo (Kapital, I, 206), y la que Marx teóricamente apunta  de la “sociedad entera” sometida y expoliada por la acumulación (Kapital, I, 645) nota: ”bajo el proletariado no se entiende más que el trabajo asalariado”
La profunda comprensión del pensamiento de Marx le permitió a Lenin, en 1920, elevarse a la  concepción visionaria de la lucha conjunta de la sociedad contra el capital monopolista y su acumulación financiarizada (Cf. La Finance capitaliste, PUF. , París, 2004)
  Esa visión profunda fue también el fundamento del paso dado en 1935 por la Internacional comunista hacia la teorización política de la Democracia popular. “Para la victoria… una revolución debe poder conferir un estatuto concreto a las ideas de igualdad y de universalidad, que han de llevarla al poder” (D. Lossurdo, Staline, histoire critique d’une légende noire, Aden, Paris,2011, 164)
En la reflexión de Lenin sobre el Imperialismo todos, esos contenidos políticos están incluidos. Es por lo que, en 1920, Lenin afirmó: “Es evidente que, para los comunistas alemanes, el parlamentarismo ya ha  vivido  políticamente su historia, pero todo está no sólo en creer que ya ha vivido su historia para nosotros, sino si lo ha hecho para las masas” (La Enfermedad infantil del comunismo, el izquierdismo)
  A todas estas  consideraciones deben añadirse los análisis histórico-políticos de la situación actual: las dificultades en que se encuentran los imperialistas en Afganistán, las de índole política en Pakistán, la liquidación a lo cowboy de Ben Laden y el escamoteo de su cadáver, las dificultades con que se está topando la OTAN en sus “operaciones  liberadoras” en Libia, la expansión de la revolución democrática en los países árabes; a pesar de su despliegue bélico - cientos de miles de hombres , de los que el ejercito de nuestra Monarquía forma parte, a pesar de sus esfuerzos, los imperialistas patinan cerca de las fronteras de la República popular de China, en una permanente provocación, la misma que siguen ejerciendo sobre Rusia, como si la guerra fría  continuase, lo que justifica sobradamente la política comunista de distensión y coexistencia, ¿ lo ha olvidado ustedes?
El Imperialismo y el capital financiero se encuentran  con grandes dificultades, puede decirse que están en crisis, por eso crecen su necesidad y capacidad de mentira (Collin Powels  en el Consejo de seguridad, argumentado la existencia de armas de destrucción masiva en Irak) y de manipulación mediática, intentando detener la avalancha que les amenaza.
  En este contexto político general puede desvelarse  la trampa, de  raíces múltiples, que se le ha tendido a Strauss Kahn -con quien no coincido, ni tampoco con su capilla socio-liberal, candidato antisarkozista, estimado como posible vencedor en las presidenciales de 2012.

 


Jueces turcos

José María Esparza Zabalegui (editor)

  Tres jueces del Tribunal Superior de Justicia de Navarra, Merino, Rubio y Galves, acaban de declarar ilegales varios libros de texto utilizados en la enseñanza en euskera por utilizar el término Euskal Herria como espacio de la lengua vasca. Añaden que al hablar de historia, geografía, relieve, hidrografía, economía y demografía “en un ente hoy inexistente como es Euskal Herria, están distorsionando abiertamente la realidad fáctica y jurídica”. Y rematan los togados: “Navarra no forma parte de ningún ente que se denomine Euskal Herria”.
  La reacción que en muchos suscita semejante astracanada hace que los dedos resbalen por el teclado buscando adjetivos ponzoñosos, pero no es cuestión de acabar empapelado por unas señorías que ya han mostrado sus intenciones. ¡De buena huerta son las guindillas como para que no piquen! Por lo tanto seremos cautos y simplemente diremos, copiando a Platón por si las moscas, “que la justicia no es otra cosa que conveniencia del más fuerte”. Y ésa es la primera consideración que merece la sentencia: una conveniencia del que manda, engalanada de resultandos y considerandos por unos fieles funcionarios.
Pero más grave que eso, resalta la sentencia por la ignorancia que destila, propia de gente que ni ha leído ni sabe nada sobre Navarra. Y lo digo como atenuante para ellos, porque peor sería atribuir su veredicto a razones más peliagudas.
La primera ignorancia es la de la propia lengua. No hace falta ser euskaldun para saber que Euskal Herria es la palabra que desde hace siglos utilizan para definir a su territorio todos los que hablan vasco. Todos, incluidos los de UPN de Baztan. No se puede hablar en vasco sin utilizar la expresión, refiriéndose a todos los territorios que abarca. El que ahora en Navarra, por ley, no se pueda escribir lo que se habla, es un absurdo.
  El ente Euskal Herria, incluyendo a Navarra, está documentado hasta la saciedad desde el siglo XVI. Desde el Vocabulario Navarro de Iribarren hasta la más antigua enciclopedia, puede decirse que toda la clase intelectual, artística y política de Navarra lo ha utilizado como topónimo mayor de estas provincias. A principios del siglo XX, el director del Diario de Navarra llamaba a la Diputación “la mayor jerarquía de Euskalerria”, y décadas más tarde, de nuevo el director del mismo periódico, Ollarra, insistía en que “Euskalerria es una realidad” (7.II.1982).

MAGISTRADOS ILETRADOS
   Si los señores magistrados se hubieran molestado en consultar el Espasa Calpe, hubieran leído que Euskalerria “es el nombre tradicional y típico con el que el vasco designa a su país”. País que para la más prestigiosa de las enciclopedias españolas “comprende las provincias españolas de Navarra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya y los antiguos países de Labourd, la Soule y la Baja Navarra”.
  ¡Por supuesto que en la actualidad Euskal Herria no forma un ente jurídico! Lo dicen hasta las actas del PSOE navarro de junio de 1981: “La comunidad étnica vasca (pueblo vasco o Euskaherria) tiene su origen histórico en Navarra. Sin embargo, dicha comunidad étnica no llegó a constituirse en comunidad política hasta la época de Sancho el Mayor, en la que todos los territorios de Euskalherria estuvieron sometidos, en unión de otros territorios, a la Corona de Navarra, alcanzando así una cierta unidad política que se rompió definitivamente en el año 1200”.
Pero por el hecho de que no tenga estructuras administrativas comunes ¿deja de existir Euskal Herria? ¿Qué estupidez es ésa? ¿Acaso un emigrante sin papeles deja de ser una persona? Y siguiendo semejante desbarre, ¿habría que convenir con estos jueces que Occitania es un ente inexistente porque no forma una comunidad autónoma? Sin embargo, Occitania aparece en los libros escolares de Francia y a ningún juez se le ha ocurrido prohibirlos.
  Tampoco existiría para nuestros jueces la Araucanía o el Wallmapu mapuche, aunque todos en Chile saben y estudian que está situado al sur del río Bío-Bío. Mucho menos existiría el Kurdistán, que todo el mundo reconoce como un pueblo repartido en cuatro estados. Perdón: todo el mundo… salvo los jueces de Turquía, que al parecer han mamado de las mismas fuentes jurídicas e ideológicas que los del Tribunal Superior de Justicia de Navarra.
  Estos días pasados, una marea humana ha pedido indignada que se limpie el sistema de políticos y de banqueros. Habría que poner también en la lista a la mayoría de los jueces, encabezada por estos tres figuras que nos ha tocado padecer.
 

 


 

LA JUSTICIA FRANCESA ACOSA AL ABOGADO BERNARD RIPERT, UN LETRADO SIN LA VENIA DEL PODER

Asedio a la libertad de defensa

Andreu García Ribera (abogado)               

  El períodico francés “Le Torchon Dauphinois”, en su número de marzo/abril de 2008, definía a Maître Ripert como el abogado a abatir por jueces y policias molestos por las opiniones de este letrado que denuncia en todas las instancias la agudización represiva de todo el sistema judicial francés y el recorte de libertades básicas. Ripert,desde su despacho en Grenoble,se ha convertido en un referente de la defensa jurídica de libertades que la deriva autoritaria de les estados capitalistas cercena cotidianamente. Es una figura reconocida por su defensa “ofensiva” de los excluidos, de los débiles, de los proscritos y de los militantes anticapitalistas.
  Su despacho,ciertamente, o es un bufete al uso en la profesión, se halla decorado con carteles reclamando la libertad de los miembros de Acción Directa, de muchos de los cuales fue abogado defensor, y de movilizaciones contra la política francesa de hostigamiento a los inmigrantes llamados ilegales o “sans-papiers”. También ha defendido a los comunistas españoles del PCE (r) detenidos en París en noviembre del año 2000. La persecución contra Ripert data de hace tiempo, sus informes en las vistas orales, en los que aborda sin restricciones de autocensura alguna cualquier aspecto que considere oportuno en el ejercicio de defensa, irritan a las mentes bienpensantes que reducen el ejercicio de la abogacia a la reiteración de fórmulas rituarias y versallescas. Es una abogado sin la venia del poder.
Nuevamente tiene que comparecer, el próximo día 8 de julio, ante el Tribunal Correccional de Lons le Saulnier, localidad de la región del Jura, esta vez, dicen que por haber ultrajado a dos policías, por expresiones vertidas fuera de la Sala de Audiencia, en el domicilio de una periodista de la cadena M6: “ ¿Conocéis la buena noticia del día, hay un madero al que han atropellado....es una realidad, puedo decirlo ante su cámara, es la buena noticia del día, eso significa uno menos, se dedicaba a molestar a la pobre gente que circula por la calle”.
  Lo curioso de este caso es que, si se examina el sumario instruido en el Tribunal Correccional de Lons le Saulnier, se puede observar que a todos los testigos, policías, guardas jurados o abogados de partes civiles, se les ha interrogado sobre hechos ajenos a las expresiones vertidas y al objeto teórico de la acusación. Todos ellos han sido preguntados sobre el contenido de la intervenciones de Ripert ante la Sala y su conformidad con la deontología profesional. Como sarcásticamente apostilla Ripert, “ahora, pues, voy a tener que defender bajo la vigilancia de la policía y los guardas jurados”.
Esta singular investigación, que abarca intervenciones de Ripert en juicios que nada tienen que ver con la conducta imputada en este concreto proceso, supone una violación del Derecho a la Inmunidad de la Defensa, consagrado en el artículo 41 de la Ley Procesal francesa, concerniente a la libertad de expresión en los informes orales, y en virtud del cual un abogado no puede ser perseguido basándose en las palabras dichas en un informe en sede jurisdiccional.
 Sobre el fondo de la cuestión, Ripert siempre ha manifestado que su compasión y duelo son las mismas cuando un policía o gendarme asesina que cuando un policía o gendarme es asesinado, pero “la triste realidad hace que haya tenido que expresar muchas veces mi compasión y mi pena cuando son las fuerzas de orden las que asesinan, algo que se ha hecho común, incluso, alentado”.
  Una vez más, la justicia, los jueces y los fiscales de Francia quieren silenciar el concepto de defensa “ofensiva” de las libertades que representa este abogado de la Savoya. Ripert tiene muy  claro el objetivo de esta enésima acusación y su conducta como abogado: “Considero que no debo dar cuentas a nadie ni sobre mis opiniones, ni sobre su expresión y, menos aún, a los magistrados en el marco de diligencias ineptas e ilegítimas cuyo único objetivo no confesado pero no por ello menos evidente es el de impedirme el ejercicio de mi profesión”. 

VULNERACIÓN DE DERECHOS BÁSICOS
Hace tres años también fue procesado y denunció la persecución del fiscal en Chambéry por palabras pronunciadas ante un tribunal de la Savoya. Bernard Ripert ya dijo entonces que, igual que los jueces y los jurados tienen el derecho legal de condenar, él considera que no tienen derecho a cerrar los ojos ante vulneraciones flagrantes de derechos básicos de los detenidos y acusados: “No acepto más que la justicia se comporte de manera inhumana, destructora y estoy dispuesto a decirlo para impedir que esto continúe”.     
  El Derecho de Defensa se fundamenta, al menos en la teoría del Derecho, en un proceso con todas las garantías y para su efectividad es inexcusable la igualdad de las partes, que acusadores y acusados cuenten con medios parejos de ataque y defensa sin desequilibrios en las respectivas posiciones procesales de las partes. El principio de igualdad de armas, lógico corolario de la contradicción, exige que las partes cuenten con los mismos medios de ataque y de defensa, idénticas posibilidades y cargas de alegación. Estos principios formales no se garantizan ni de lejos, por más declaraciones de escaparate que se hagan en los textos legales. Es conocido el uso de la prisión preventiva como medio de obtener declaraciones inculpatorias y no como simple medida de aseguramiento de la realización del juicio en caso de riesgo de fuga o destrucción de pruebas, el abuso de las diligencias secretas del sumario para todas las partes menos para el fiscal, debe contrastarse también  el desequilibrio entre la infinidad de medios con los que cuenta la policía y la Fiscalía para concretar acusaciones con las posibilidades limitadas de la defensa, sobre todo en acusados sin recursos económicos, por no decir nada sobre la lacra de las vejaciones y malos tratos.
A todo esta desigualdad evidente sólo cabe añadir que los abogados tengan limitados sus razonamientos, sus premisas y sus conclusiones en los informes finales de los juicios, en aras de la observancia de una supuesta deontología profesional que encubre la sumisión a la ideología dominante y a la construcción de una praxis forense políticamente correcta.
Todas estas reflexiones suscitadas en torno a la defensa de Ripert se han concretado en la formación de un comité de apoyo a Ripert para dar aliento, como reza su manifiesto: “no necesariamente al personaje, sino al abogado, la defensa y los derechos de defensa”.
  Por estas razones, “El Otro País” estará presente el 8 de julio en el Tribunal Correcional de Lons le Saulnier para apoyar al compañero Ripert y redactar la crónica de esta nueva batalla por la libertad de expresión y por la libertad de defensa.