La gran precariedad (nº 48)

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Teresa Galeote 

  La precariedad es una situación de debilidad que implica desventaja; económica, de salud, medioambiental, etc... ;ésta puede ser moderada o extrema y convendremos que la precariedad está instalada en todo el mundo, aunque en algunos países y en sectores de la población es más extrema que en otros. Muchas conferencias para paliar el hambre y las condiciones paupérrimas de vida de más de un tercio de la población mundial, pero la cifra sube cada vez más. Es una cuestión de premeditación y alevosía. No se va al fondo de los problemas porque no se quieren cambiar las bases que sustentan el sistema depredador en que vivimos, y la precariedad de la mayoría es la principal consecuencia.
En España se desinfló la burbuja que permitió plantar casas como si éstas fuesen a terminar con todas los problemas. Se deshinchó y se cayeron los ladrillos encima de los que tenían la precariedad prendida en los bolsillos. La burbuja que no enriquecía más que aquellos que ya eran ricos, sólo era una cortina de humo para que no viéramos lo que había detrás; una galopante deslocalización industrial que no se compensaba con nuevos y necesarios empleos en el ámbito social. ¿No vieron, o no quisieron verlo? Lo ocurrido es evidente; si la construcción falla, provoca un efecto dominó en los sectores que acompañan a dicha industria. El dinero, “siempre tan interesado”, se puso a resguardo en otras latitudes energéticas y los trabajadores se fueron al paro, remunerado o no; era de obligado cumplimiento. Hoy, en España hay más paro y un mercado laboral con el porcentaje más alto de temporalidad, 31%, en la Unión Europea. La precariedad laboral será mayor para aquellos que no han conocido otra forma de vida y los efectos colaterales serán inmediatos. 
    policia_al_ataque.jpgLos sectores de población que la padecieron antes y que la seguirán padeciendo son: mujeres, inmigrantes y jóvenes. Según CCOO, a la alta temporalidad de los contratos se suma que un gran porcentaje, 35%, no se ajustan a lo dispuesto por ley; un desajuste dentro de otro desajuste. La precariedad es una pescadilla que se muerde la cola. Ni en la sanidad, ni en educación, ni en servicios sociales se invierte lo suficiente para dar empleo a los que lo pierden en la construcción, en la hostelería y en otros sectores limítrofes. ¿Dónde se están generando los empleos que se han perdiendo y se seguirán perdiendo en la construcción? Siempre son malos tiempos para los que sólo cuentan con sus manos para trabajar. Nos acercamos a los tres millones de parados y con la temporalidad más alta de Europa, pero ahí no acaba todo.
El petróleo, el oro negro por el que hay que matar “en nombre de la democracia y de la libertad”, no deja se subir, aunque se haya ocupado Irak y se arranque de sus entrañas más petróleo que antes de la ocupación. ¿Dónde se esconde el preciado tesoro? La producción está en su cota más alta, pero al igual que la comida y otras materias de primera necesidad no es asequible para todos.

EL MORBOSO JUEGO DE LA BOLSA

   En pocos meses, el barril del petróleo ha subido de 70 dólares a 140. Si la oferta y la demanda ha sido siempre el referente económico que sube y baja los precios, ¿qué está pasando? ¿quién está especulando con él? ¡La bolsa, señores!, el morboso juego de la bolsa pone todo patas arriba y... la precariedad se va a vivir con los de siempre. Si la gasolina sube, dicha subida repercute en todos los productos que se trasporten.
La precariedad se palpa por todas partes. Las hipotecas también suben, aunque su trasporte sea algo mucho más etéreo. Las hipotecas, que no han dejado de subir durante el año anterior, han alcanzado cotas que a punto están de ahogar a muchos hipotecados; algunos perderán sus casas. Años de trabajo y sacrificio que no quedarán en el olvido. Muchas personas seguirán nadando en la precariedad permanente, pero no todo quedará perdido; las casas retornará a los bancos.
En nuestro país parece que se quieren introducir mejoras en el turismo para paliar el paro, pero es un sector que ofrece mucha temporalidad en el trabajo y con ello precariedad en todas sus vertientes. Los mayores europeos podrán seguir disfrutando cada vez más del sol y de la lluvia de España, pero eso es más de lo mismo. No basta con subvenciones o ayudas; éstas son pan para hoy y hambre para mañana. Si no es el sector público el que se implica en crear empleo estable se agudizará más la precariedad en todas sus vertientes. Europa lo tiene muy claro y quiere dar mayor consistencia a la precariedad. El Consejo de Ministros, con la abstención de Bélgica, España, Grecia, Hungría y Chipre, ha acordado subir la jornada laboral semanal máxima a 63 horas (actualmente es de 48 horas). Anteriormente Italia y Francia se oponían a dicha medida, pero el giro de sus políticas ha permitido su aprobación. Dicho acuerdo tendrá que se aprobado en el Parlamento, pero todo hacer pensar que un preacuerdo de los ministros no será rechazado por el Parlamento europeo. Aquí están pasando cosas muy gordas. Francisco Martín Seco tiene un magnífico libro titulado La economía, estúpidos, la economía, que define muy bien las aristas que raspan dicha economía. La realidad es que el sistema económico actual se muestra incapaz de dar soluciones a los grandes problemas de la humanidad, a los antiguos y a los que se avecinan. Es Él el hacedor de los problemas estructurales de hoy y de los que vendrán mañana. ¡No!, no es una visión pesimista, es lo que hay; no hay optimismo que valga para la gran precariedad de la mayoría. Sentir optimismo en dicha situación es poner una cortina de humo a una realidad que se nos presenta cada vez más obvia, aunque queramos cerrar lo ojos.