Josemari Esparza, fundador de la editorial Txalaparta (nº 46)

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"Tuvimos que pagar cinco millones de pesetas para resarcir el honor del general Galindo, condenado por los asesinatos de Lasa y Zabala"

     Andreu García Ribera

 

  EL OTRO PAÍS ha viajado hasta Tafalla, donde tiene su sede la editorial, que toma prestado su nombre del inmemorial instrumento de percusión de los vascones que poblaron estas tierras miles de años antes que el Estado español se constituyera políticamente. Una fría tarde de invierno hemos dialogado con el “alma mater” de Txalaparta, Josemari Esparza Zabalegi. El tiempo es desapacible para el viajero mediterráneo, pero la recepción en su despacho no puede ser más cálida. Esparza es un torrente de cordialidad y de facundia verbal. Arquetipo ideal para ser entrevistado, tiene muchas cosas que contar, las sabe narrar, las siente con pasión razonada y no se guarda nada en el cajón. Ágil en sus razonamientos y desbordante de ilusión individual y colectiva, es un verdadero amotinado de la cultura contra la industria de la cultura.

-¿Cómo empezó todo esto?  

-Yo provengo de la maestría industrial, trabajé en la fundición Luzuriaga durante 20 años de mi vida, desde los 17 años hasta los 37. Como un complemento del activismo sindical, empezamos con la recuperación de la memoria histórica de nuestro pueblo y de todo Navarra. Creamos la Asociación Cultural Altaffaylla, y con ella editamos un primer libro sobre los fusilados del 36 por medio de una red de colaboradores que aún está viva. Tras editar “Navarra 1936. De la Esperanza al Terror”, pensamos que íbamos a pasar el resto de nuestros txalaparta1.jpgdías en los juzgados, porque no sólo recobramos la identidad de más de 3.000 fusilados, sino el de muchos asesinos con nombre y apellidos, la mayoría de familias muy relevantes hasta la actualidad. Pero resultó un trabajo histórico incuestionable.
También hicimos un libro sobre el pueblo saharahui que fue premiado por el Ministerio de Cultura como libro mejor editado del año, y le regalamos al Frente Polisario varios cientos de ejemplares. Todo era trabajo militante, sin remuneración alguna, pero a la vista del buen resultado, la gente nos animó para que fundásemos una editorial. Yo no lo tenía muy claro, pues me gustaba esa dualidad sindicalista y cultural, pero al final dimos el paso. Con mi compañero Juanjo Marco, salí de la fábrica y en los locales e infraestructuras de Altaffaylla montamos la editorial, sin un céntimo. El primer años lo pasamos sin cobrar, viviendo de lo que habíamos sacado de la fábrica. Sin ese apoyo inicial de Altaffaylla no habría sido posible. Estamos muy orgullosos de ella y seguimos colaborando en sus proyectos.

-¿Era un buen momento para aventuras editoriales?

-El peor, estaban cerrando muchas editoriales de izquierda nacidas al final del franquismo, o bien eran adquiridas por grandes sellos comerciales. Luego, el proceso de concentración editorial se ha agudizado. Hoy, las grandes firmas lo mismo tienen un sello para ecología que otro para armas y militares.

-¿Cómo sorteásteis las dificultades del inicio?

- Lo primero que vimos es que en torno al  55% del precio final de un libro se lo queda la distribución. Debíamos, pues, buscar la forma de llegar directamente al lector y creamos el club de lectores “Gure Liburuak”. Nuestro objetivo inicial era llegar a 500 suscriptores, pero pronto llegamos a varios miles en todo el Estado, bien en euskera o bien en castellano. Este Club es la clave de nuestra editorial. Enviamos revistas gratuitas, en ellas recomendamos un libro al mes (10 al año) y si el lector está de acuerdo con la oferta, se lo enviamos con un importante descuento. El que prefiera otro título, lo puede cambiar por otro de nuestro fondo o bien del fondo de otras 20 o 30 editoriales progresistas e independientes con las que tenemos relación. También ofertamos música, camisetas, juegos infantiles… En el Club de Lectores queremos ser una estantería con todas las editoriales progresistas, con temas y autores que no son fáciles de encontrar en el mercado.

-¿Trabajáis con diversas líneas temáticas?

-Sí. Naturalmente, diversificamos nuestra producción y disponemos de varias colecciones. Una es de temática vasca, histórica y de actualidad, que se complementa con otra de carácter internacionalista donde editamos literatura de todo el mundo, ensayo, política internacional, globalización y anticapitalismo, pueblos oprimidos, clásicos de la izquierda. Tenemos tres colecciones exclusivamente en euskara: una infantil, otra de erotismo y otra de literatura en general. Además, hemos editado grandes enciclopedias de historia y cartelismo; libros de medicina alternativa, arte, comunicación… Como ves, el catálogo es muy amplio, y pese al peso político del mismo, la mayoría de los títulos son de géneros literarios.

-¿Qué porcentaje de vuestros libros está escrito en euskara?
 -Ahora mismo, el 40%. Y el 60% restante en castellano y algo de catalán, como la reciente biografía de Lluis Llach. 

-¿Por qué es tan difícil la distribución de libros alternativos en los circuitos comerciales?

-Porque en las grandes superficies y en las grandes cadenas, todo lo que suena raro es excluido. Amén de censuras ideológicas, que también las hay, tienen criterios muy estrechos sobre lo que se puede vender o no. Al final, si el 90% de los libros que vemos en una gran superficie pertenecen a cuatro grandes grupos editoriales, ¿dónde queda la bibliodiversidad? ¿Dónde el pensamiento crítico?.

-¿Han muerto los libreros artesanales, más intelectuales que comerciantes?

-Hoy, la industria editorial es muy coyuntural. Queremos recuperar la tradición librera del fondo editorial. Al menos, poder ofrecer nuestra propia librería virtual, con el fin de mantener todos los libros vivos. Porque fíjate lo que ocurre: nosotros editamos todo un clásico de la historia social,  “La Comuna de París”, de Lissagaray, enviamos 200 ejemplares para toda Cataluña y a los quince días ya estaban devolviendo los que no se habían vendido. ¿Cómo conseguir que un libro de esa importancia siga al alcance del público? Esa es la clave. Algunas grandes editoriales retiran los libros a los cuatro o cinco meses de su salida al mercado y los guillotinan. Los autores piensan que las grandes editoriales los van a tratar mejor, pero eso sólo es cierto para una minoría de famosos. A la gran mayoría de autores, incluso de gran calidad, enseguida les descatalogan sus libros, porque necesitan los espacios para las continuas novedades. Seix Barral editó a Gioconda Belli, una autora que comenzó con gran éxito en Txalaparta, y le publicó “El país bajo mi piel”. Tras una venta rápida de 10.000 ejemplares, desapareció del mercado. Nosotros hemos vuelto a recomprar los derechos de ese libro y venderemos, sin duda, más de 10.000 ejemplares, pero en más tiempo. Es decir, que si hubiéramos tenido la novedad, hubiéramos vendido más que una gran editorial. Por eso estamos por la tradición del fondo editorial, el libro es una obra cultural que pervive con el paso del tiempo, aunque los tiburones comerciales quieran productos de consumo inmediato, de quita y pon. 
Te voy a contar un ejemplo personal para ilustrar la dictadura en el mercado del libro. Estaba yo en Madrid cuando la famosa caída de la cúpula de ETA en Bidart: todos los periódicos repitieron ediciones anunciando el triunfo definitivo sobre la insurgencia vasca. Numerosos libros daban cuenta de ello, todo desde el prisma único de la razón del Estado. Yo, precisamente, trataba de colocar el libro del italiano Luigi Bruni “ETA. Historia Política de una lucha armada”, y me dice el distribuidor que no interesa el tema y que veinte ejemplares eran suficiente para todo Madrid. Me escandalicé y le dije que mirase los periódicos, las radios, las televisiones. Cómo podía decir que no interesaba un tema del que hablaba todo el mundo y que justificaba las nóminas de miles de periodistas, políticos, jueces y policías. Siquiera por profesionalidad, ¿a ninguno le interesaba conocer la única opinión diferente? España, entonces, es un país de chapuceros que sólo tiene interés por repetir los tópicos del Gran Hermano. Por supuesto que hay interés, pero las cosas están montadas para que nadie pueda acceder a ese libro. Ningún periódico estatal lo reseñará, ninguna gran superficie lo expondrá. Sólo algunos libreros independientes, en vías de desaparición. La venta alternativa, el club de Lectores o Internet es el único recurso.

-Además de todo, habéis descubierto gran cantidad de autores desconocidos en el panorama literario.
 -Txalaparta ha contribuido a que se conozcan autores de gran calidad. Es el caso de Gioconda Belli, de Ananta Toer, Mía Couto, Pepetela, Marcela Serrano, Senel Paz, Malika Mokkeden, Jamaica Kinkaid… Luego, cuando las grandes editoriales detectan que se venden, sacan el talonario y te vacían el catálogo. Es por eso que desde el primer día que nos quitaron una buena autora decidimos defendernos regresando a nuestras raíces sindicalistas y dijimos: “editores independientes y progresistas del mundo, ¡unámonos”.

-¿Te refieres a Editores Independientes?


esparza_txalaparta.jpg-Sí, se trata  de un acuerdo de colaboración entre cuatro editoriales. Si a todos nos están acosando los grandes monopolios, juntemos nuestros esfuerzos y tendremos más fuerza. Esto, en el mundo intelectual, era muy difícil pues cada editorial era muy celosa de su propia línea. Pero con el tiempo limamos diferencias y abrimos una forma diferente de entenderse las editoriales en la globalización. Fruto de esa unión, editamos autores como Elena Poniatowska o Wallenstein, abordamos traducciones conjuntas, presencia en Ferias, etc. Así es cómo, en 1998, fundamos Editores Independientes, con la editorial ERA de México, LOM de Chile y TRILCE de Uruguay. Los primeros encuentros que tuvimos nos los subvencionaron algunas instituciones, entre ellas la Unesco, un tanto asustadas porque, en la globalización, las multinacionales estaban arrasando las industrias culturales nacionales. Es un debate muy interesante y nosotros hemos participado desde el principio. La Unesco ha encabezado la defensa de la diversidad cultural y aprobó una resolución acojonante, sobre la necesidad de promover la diversidad cultural, las lenguas, las industrias culturales nacionales, etc.. De cara a las  lenguas minorizadas y naciones sin Estado tiene una importancia fundamental. Este mismo acuerdo luego lo aprobó la ONU, con los únicos votos en contra de EE.UU. e Israel.

-¿Esta resolución de la UNESCO ha tenido algún efecto práctico?

-Pues aunque no lo creas, sí. Además del enorme peso moral que supone para los que queremos una globalización basada en el respeto a la diversidad, a partir de su aprobación, ha habido ya varios países latinoamericanos que, presionados por sus industrias culturales locales, han desgajado el paquete cultural de los tratados de libre comercio suscritos con los Estados Unidos. El libro, la música o el cine de cada pueblo, estado o nación no se puede tratar como una mercancía más.

 -Vosotros os definís como “glocales”. ¿Qué significa esto?
 “Glocal” es un término que hemos acuñado nosotros, sincretismo de global y local. Queremos decir que no se puede defender lo universal sino desde una realidad nacional, local. Trabajando por y desde nuestra lengua y cultura es precisamente como contribuimos al patrimonio universal. Es grato coincidir en esta pelea con la Unesco. La postura contraria es consagrar la hegemonía de Hollywood y la Coca Cola.

-¿Cuántos libros lleváis producidos?

-Sacamos de imprenta entre 35 y 40 libros al año. En total, tenemos un fondo editorial vivo de más de 600 libros.
 -Josemari, amén de tus tareas como editor, tienes una faceta de escritor de éxito ¿Qué puedes decirnos de tu otro yo como autor?

-Yo no soy escritor, aunque escribo. Suelo decir que comencé escribiendo panfletos en la fábrica, contra Franco, contra el capitalismo, y pese a lo peyorativo de la expresión “panfletario”, yo siempre he defendido la literatura reivindicativa de calidad. Y es lo que sigo haciendo. Yo miro los libros de mi editorial como grandes panfletos que siguen reivindicando lo mismo: la libertad y felicidad humanas; el derecho a disfrutar y hacer un mundo más bello; la denuncia de los malvados e injustos que lo impiden...

-Eres muy modesto valorándote como escritor, sabemos que tu libro “Cien razones por las que deje de ser español” tiene agotada la séptima edición, o que el trabajo recopilatorio del acervo satírico popular condensado en las “Jotas Heréticas de Navarra” ha tenido también una gran aceptación.  

-Bueno, los libros y los lectores suelen hacer cosas muy raras, que no siempre tienen que ver con la calidad. Fíjate que el diminuto libro de “La Teja de Medianoche” sobre el arte de ligar y echar los tejos en Euskal Herria, quizás sea lo que más éxito ha tenido de todo cuanto he escrito. Pero eso porque son guiños a un público que lo conoces bien y sabes lo que le gusta. Pero ser escritor es otra cosa. Y ser buen escritor algo muy difícil. Yo te aseguro que conozco muy pocos.

-¿Cómo funcionáis en Txalaparta? ¿Qué proceso sigue un libro desde que llega a vuestras manos un original hasta su publicación?

-Txalaparta es una cooperativa de trabajadores. Paralelamente, tenemos un Consejo Editorial, que lee los 400-500 originales que analizamos al año. Hay que verlos todos y contestar, aunque no sea más que por educación, ya que todo autor cree que su libro es muy importante. Se valoran muchas cuestiones: ideológicas, de oportunidad y, sobre todo, de calidad. Para tomar la decisión de publicarlo tiene que haber unanimidad entre los tres o cuatro que decidimos; además, debe cuadrar con nuestras colecciones. Trabajamos a un año vista, pero hay libros que tienen un proceso de 4-5 años y más. Se rechazan la inmensa mayoría, incluso libros buenos, que luego ves que hacen ricos a otros. (Te puedo asegurar que la primera editorial que recibió ”Sin tetas no hay paraíso” fue la nuestra; no estaba mal escrito, pero nos dijimos que con este título nos iban a llover muchas críticas, y nosotros hacemos mucho caso a nuestras lectoras, que son mayoría y no son amigas de frivolidades).
Una vez elegido, vienen los contratos, los derechos de autor, las traducciones y se acaba cuando se envía a la imprenta. A renglón seguido viene la promoción y desde Gure Liburuak se distribuye a socios del Club, librerías, etc.. Hacemos presentaciones públicas, prensa, charlas... Pero la clave suele estar en la implicación del autor en la promoción. Tenemos por norma convencerles de que un libro no se ha acabado hasta que ha llegado a las manos del lector.

-¿Con el tenor de algunos de los libros que publicáis habréis tenido muchos problemas en los juzgados?

-No muchos, porque nuestros libros más polémicos pasan antes por el despacho de nuestro abogado que por la imprenta. Por la obra “La red Galindo”, sobre el ahora general de la Guardia Civil, nos condenaron a pagar 5 millones de pesetas para resarcir el honor maltrecho de alguien que luego fue condenado por lo habíamos denunciado. Nosotros no hicimos sino adelantarnos. Como comprenderás, pagar por el honor de este condenado por la comisión de dos crímenes tan abyectos, nos retorcía los intestinos. Al final, conseguimos que el dinero fuera a la familia de Lasa y Zabala, porque el general era “insolvente” y no había hecho frente a las indemnizaciones civiles que correspondían por sentencia a las familias de Joxe y Joxean. Fíjate que ironía, el resarcimiento económico que tuvo la familia de Lasa y Zabala lo tuvo que pagar Txalaparta. España está así.