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El PSOE no tiene quien le dirija

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Los dirigentes socialistas están convencidos de que la crisis se llevará por delante a Rajoy

  Los responsables del PSOE dedicaron muy poco tiempo, el 20-N por la tarde, para decidir como escenificaban la derrota brutal que estaban sufriendo en esos momentos. Al final, Alfredo Pérez Rubalcaba se presentó solo frente a un grupo de militantes que intentaban animarle con sus gritos y al que él mismo les pidió que se callaran para acabar su discurso cuanto antes e irse a casa. Ni Zapatero, ni Pepe Blanco, ni siquiera el secretario de Organización, Marcelino Iglesias o alguna ministra de las que van a todo, ni los miembros de su propio equipo, Cristina Narbona o Elena Valenciano. Rubalcaba hizo de Ecce Homo y se limitó a decir que había pedido a Zapatero que convocara un Congreso, que de todas formasrubalcaba.jpg se iba a hacer. Es decir, nada. Al día siguiente, el único que habló para la prensa fue el presidente del partido, Manuel Chaves, que se limitó a vaticinar que el Congreso se haría para enero o febrero, un mes antes de las elecciones autonómicas andaluzas. Es decir, nada de nada.
La realidad es que, tras la derrota que han sufrido también Patxi López en Euskadi y Carme Chacón en Cataluña, el PSOE es un erial de dirigentes que se parece un poco al que sufrió cuando la derrota de Joaquín Almunia en el año 2000, lo que pasa es que entonces tenía algunos barones que habían resistido la marea, como José Bono en Castilla La Mancha, Manuel Chaves en Andalucía y Rodríguez Ibarra en Extremadura. Ahora, ni eso.
Todo el mundo esperaba que Rubalcaba anunciara su renuncia a ser secretario general del PSOE y hasta que comenzara una cierta actividad en el interior del partido para proponer a los primeros candidatos, pero no ha sido así ni parece que vaya a ocurrir nada de eso ante el próximo Congreso.
  La tesis más generalizada en el PSOE es que la crisis va a quemar en menos de un año a Rajoy y que, al final, en España se creará un Gobierno de unidad nacional, dirigido seguramente por un tecnócrata, que acabará de aplicar las medidas más duras marcadas por las agencias financieras. Con ese panorama, lo que hizo Zapatero cobrará una perspectiva mejor y habrá muchas posibilidades de ganar las elecciones de 2014. Mientras tanto, la vieja guardia seguirá controlando el aparato y nadie se moverá hasta que haya que elegir al próximo candidato en 2012 o 2013. Hasta entonces, cuanto menos se mueva nadie mejor, salvo que algún outsider quiera dar la batalla por su cuenta, como le ocurrió a Josep Borrell en tiempos de Almunia, una aventura que duró bien poco, como les ocurre a todos los que intentan rebelarse contra los aparatos del PP o del PSOE.
Los socialistas repiten que quien ha acabado con Zapatero y el PSOE ha sido la crisis y no Rajoy. Lo mismo que parece que les ha ocurrido a Berlusconi y que les puede pasar a Sarkozy en Francia, a Cameron en Gran Bretaña o a la propia Angela Merkel en Alemania.
Con estas premisas, los únicos candidatos posibles para sustituir a Zapatero y a Chaves al frente del PSOE puede ser cualquiera del aparato, incluido Rubalcaba o la propia Chacón, obligada por las circunstancias y por el pequeño pero interesante detalle de que sería la primera mujer que fuera a dirigir a un gran partido en España. Juega también a su favor su edad, 40 años, lo que le permite afrontar dos o tres legislaturas en la oposición, y el hecho de que ha demostrado amoldarse bien a los corsés del partido, igual que lo haría Trinidad Jiménez, algo que no parece dispuesto a hacer Bono, que podría entrar como un elefante en una cacharrería.
  La apuesta más novedosa y optimista del PSOE estaría en Patxi López, que acaba de cumplir los 52 años, uno menos que Alberto Ruiz Gallardón, que podría ser su contrincante en 2014, pero que cada vez que ha intentado promocionarse en Madrid ha sido frenado en seco por Rubalcaba, que presume de haberle llevado en volandas a la Lehendakaría vasca con sus éxitos contra ETA.
Existe también un numeroso grupo de viejos militantes, muchos de ellos guerristas o procedentes del PCE, que siguen hablando con Carrillo, que llevan más de un año intentando celebrar reuniones casi secretas en algunas agrupaciones del PSOE para intentar recuperar la enseña socialdemócrata, pero que no acaban de encontrar ni una forma de salir a la luz -la única tendencia permitida en el partido es la de Izquierda Socialista, cada vez menos activa- ni mucho menos de encontrar un candidato que pudiera tener alguna relevancia en el proceso de elección del sucesor de Zapatero.
  Cuando se celebró el Congreso del año 2000, tanto Felipe González como Alfonso Guerra animaron a sus seguidores a buscar candidatos nuevos y, de una forma u otra, ambos acabaron convergiendo en su apuesta por ZP, que según se supo después había sido una de las apuestas del propio González, a través de su correa de transmisión, Trinidad Jiménez. González teóricamente apostaba por Bono, pero al final se decidió por su segunda opción. Guerra, que apoyaba directamente a la ex ministra Matilde Fernández, acabó dando la victoria a Zapatero por algo que los guerristas, que se sintieron traicionados, todavía no se explican. Ahora ni Guerra ni González parecen estar moviendo nada, excepto la idea que comparten de que Rajoy se va a dar un batacazo y que entonces cualquier candidato del PSOE podría devolver al partido la esperanza de ganar.