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Enrique Moles Ornella. un científico comprometido con el pueblo

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Roque Hidalgo Álvarez (Miembro del Seminario Otro Pensamiento es Posible de la Universidad de Granada)
 
  Hubo un tiempo en nuestro país en que la mayoría de los intelectuales y, muy especialmente médicos e investigadores, tenían un pensamiento progresista, es decir, defendían el 3_moles.jpgprogreso de su gente, de su pueblo. Un destacado miembro de esa intelectualidad progresista fue Enrique Moles Ormella.
  Nació el 26 de agosto de 1883 en la Villa de Gracia (Barcelona). Estudió Farmacia en la Universidad de Barcelona, terminando sus estudios en 1905 con las máximas calificaciones. Posteriormente se trasladó a la Universidad Central de Madrid, donde obtuvo el grado de Doctor en Farmacia en 1906 (durante muchos años, la Universidad Central de Madrid, hoy Complutense, fue la única Universidad española que podía otorgar el título de Doctor). Tras un breve periodo como Auxiliar en la Facultad de Farmacia de Barcelona, es pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios en varios ocasiones (1908-1910, 1912 y 1915-1917) y, como producto de sus trabajos en el extranjero, obtiene el grado de Doctor en Física (Ginebra 1916) y en Química (Leipzig 1918). Así mismo obtiene el grado de Doctor en Química en la Universidad de Madrid (1922).
  El profesor Moles era capaz de hablar en castellano, catalán, francés, inglés, alemán, italiano y entender el polaco y el ruso. Fue capaz de escribir 264 artículos desde 1902 hasta 1953 y publicar uno en 1931 en la prestigiosa revista “Nature” sobre la determinación del peso atómico del flúor.
  Según narra quien fuera su discípulo, el profesor Augusto Pérez Vitoria en el libro “Enrique Moles: La vida y la obra de un químico español”, editado por el CSIC en 1985 con motivo del centenario del nacimiento del profesor Moles, se celebró en la Facultad de Farmacia de Madrid la oposición para designar al catedrático de Química Inorgánica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid. Después de  tres votaciones, el tribunal decide por unanimidad proponer a Enrique Moles. Los estudiantes presentes en la sala estallan en aplausos, abucheos, vítores y hasta imprecaciones e insultos de  todas clases, según fueran “molistas” o “antimolistas”. Era una manifestación más de la tensión existente entre la renovación y el inmovilismo imperantes esos años en la Universidad y sociedad españolas.

HEREDERO DE LA INSITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

  Enrique Moles contaba entonces con 40 años y era un simple Auxiliar de Química Inorgánica cuando años antes la Universidad de Ginebra lo había nombrado “Privant-Docent” y había recibido invitaciones de las Universidades de Baltimore (EE.UU) y Zúrich para ser profesor de Química Física. Como muchos científicos de su generación, estaba convencido de la necesidad de hacer buena ciencia en su país. Era la conciencia que la Institución Libre de Enseñanza inculcó en muchos investigadores españoles desde 1876 hasta 1939. En su caso y, muy probablemente por lo que había podido vivir en Alemania, el profesor Moles estaba convencido de que el desarrollo de la Química en España daría lugar también a un desarrollo económico no visto hasta entonces.
  El 6 de febrero de 1932 se inauguraba oficialmente el Instituto Nacional de Física y Química (I.N.F.Q.). Este Instituto de investigación era más conocido por “el Rockefeller”, pues su construcción fue posible gracias a la financiación recibida años atrás por la Fundación Rockefeller. El profesor Moles estuvo encargado de la sección de Química Física y siempre fue un ferviente defensor de la enseñanza práctica de la Química, siendo vocal del Instituto del Material Científico, organismo creado por el Estado para dotar a los centros de enseñanza e investigación de instrumentación científica.
  En su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias, el 28 de marzo de 1934, el profesor Moles afirmaba “El enemigo fue siempre el mismo: la Administración y la burocracia. Los mejores planes, las mejores intenciones, los propósitos más ideales, quedan destrozados contra el muro inconmovible de la rutina”. El proceso de acumulación del capitalismo español fue tan diferente al del resto de Europa que no necesitó casi nunca de la ciencia para mejorar su rentabilidad. El escaso interés que la burguesía española tuvo y continua teniendo por el desarrollo científico-técnico  explica el escaso desarrollo industrial y la baja productividad de la economía española, así  como sus elevadísimas tasas de paro. Investigadores como el profesor Moles intentaron a comienzo del siglo XX cambiar esa tendencia parasitaria de la Universidad y sociedad españolas pero fueron derrotados por los inmovilistas de siempre partidarios de un modelo que ya desde 1898 no era económicamente viable.
  En 1936 se encargó de la dirección accidental del “Rockefeller” y más tarde fue nombrado Director General de Pólvoras y Explosivos de la Subsecretaria de Armamentos (que en ese momento dirigía Alejandro Otero Fernández, quien era catedrático de Ginecología y Obstetricia de la Universidad de Granada) en Barcelona.

COMPROMISO CON LA REPÚBLICA Y EL FRENTE POPULAR

  Una muestra más del compromiso con su gente y el legítimo gobierno del Frente Popular que había sido elegido democráticamente unos meses antes, lo constituye su firma, el 31 de octubre de 1936, del manifiesto titulado “Los intelectuales españoles apelan a la conciencia internacional”, en respuesta al bombardeo que unos días antes había sufrido Madrid por parte de la aviación fascista que apoyaba al golpista general Franco.  En el mismo se decía: “Doloroso es para nosotros, españoles que sentimos la dignidad de serlo, tener que proclamar ante nuestro país y ante el mundo que hechos como éste, producidos sin objetivo militar ni finalidad combativa alguna, simplemente por el sádico deseo de matar, colocan a quien los comete fuera de toda categoría humana”.  
  El 7 de febrero de 1939, siguiendo las orientaciones del Gobierno de la República, pasa a Francia, iniciando así el exilio, como la mitad del profesorado universitario español. Se trasladó a Paris y es nombrado “Maitre de Recherche” del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica); institución que curiosamente fue impulsada por Jean Baptiste Perrin -Premio Nobel de Física en 1926-, cuando era Subsecretario de Estado de Investigación en el Gobierno de Léon Blum del Frente Popular, entre 1936 y 1937.
  Su trabajo en París le permite reiniciar sus investigaciones y disfrutar de una posición estable en un contexto de reconocimiento internacional. No obstante,  en los primeros días de diciembre de 1941 regresa a España y es detenido en la misma frontera y trasladado a la prisión de Torrijos, de Madrid, sin que su hijo, que lo esperaba en la frontera, pudiera ni siquiera verlo. Dos meses después se le dejó en libertad provisional y, lleno de ilusión, inició las gestiones para reanudar sus actividades investigadoras, motivo por el cual había decidido regresar a España. Sin embargo, un grupo de universitarios putrefactos (termino utilizado por Federico García Lorca para referirse a la peor burguesía que habitaba en 3_moles_ormella.jpgGranada) logran, mediante acusaciones falsas, que el profesor Moles fuera de nuevo detenido en la madrugada del 12 al 13 de mayo de 1942 y encarcelado esta vez en la cárcel de Porlier de Madrid. Como indica el gran novelista inglés Graham Greene en su obra “Monseñor Quijote”, en España la mejor gente ha estado alguna vez encarcelada.

CONDENADO POR “AUXILIO A LA REBELIÓN”

  El 28 de julio de 1942 un consejo de guerra condena al profesor Moles a doce años y un día de prisión por auxilio a la rebelión militar, proponiendo el tribunal que la pena fuera reducida a la de seis años y un día -lo que le hubiera supuesto salir en libertad provisional-, pero disintió el auditor, que propuso la pena de veinte años y un día por adhesión a la rebelión militar, y en su caso pasó al Tribunal Supremo de Justicia Militar. El fiscal solicitó la pena de muerte –sin que haya lugar a su conmutación-, aunque luego, en el curso de la vista, la cambió por la de treinta años de reclusión, siendo el profesor Moles condenado finalmente a la reclusión perpetua el 10 de mayo de 1943. Se encarcelaba así a un profesor universitario de Química Física que había recibido, entre otras muchas distinciones, el premio Van’t Hoff, de la Academia de Ciencias de Amsterdam (1927), el Premio Solvay, de la Academia de Ciencias de Bruselas (1928); así como las medallas Lavoisier de la Sociedad de Química de Francia (1937) , la Gran Cruz de la Orden de la República Española (1933) y de Oficial de la Legión de Honor Francesa (1936) y era Vice-presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (I.U.P.A.C.).
  Enrique Moles salió de prisión al cumplir los sesenta años después de más de tres años de encarcelamiento efectivo. En cuanto fue puesto en libertad empezó a trabajar, y siguió haciéndolo durante los últimos años de su vida, en los laboratorios del Instituto de Biología y Sueroterapia IBYS, de Madrid.
  En 1951 decidieron que fueran cancelados todos sus antecedentes penales pero no se le permitió reincorporarse a la Universidad. 
 En la madrugada del 29 al 30 de marzo de 1953 fallecía el profesor Enrique Moles en Madrid, víctima de una trombosis cerebral. Todos los putrefactos de dentro y fuera de la Universidad podían ya vivir tranquilos.
  En conclusión, el profesor Moles fue persona de profundas convicciones democráticas que le llevaron a apoyar en todo momento el proyecto de modernización y avance social que representaba la Segunda República, capaz de escribir cinco artículos científicos durante su reclusión en las cárceles franquistas. Por desgracia, la amnesia  impuesta primero y asumida después nos ha privado de conocer a todos aquellos científicos que trabajaron duro para que España saliera del atraso científico y social que siglos de dominación borbónica habían provocado, pero que cobran actualidad ahora cuando necesitamos ejemplos de comportamiento y compromiso ético con  el trabajo bien hecho y la justicia social.