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El Bardo de Pinochet,premio Cervantes

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 Arturo del Villar

  Los despropósitos del desgobierno de los socialistos culminan sus errores continuados con la concesión del premio Miguel de Cervantes a don Nicanor Parra, el bardo de Pinochet. No parecía predecible esa traición abyecta a Chile en quien publicó en 1967 las “Canciones rusas”, y al año parra.jpgsiguiente asistió al Congreso Cultural de La Habana y se entrevistó con el comandante en jefe de la Revolución, Fidel Castro. A principios de 1969 la benemérita Casa de las Américas editó sus “Poemas”, con ejemplos de la que el autor denomina antipoesía, y que efectivamente lo es.
  Don Nicanor parecía estar conforme entonces con la ideología de la familia Parra: su hermana Violeta y sus sobrinos Isabel y Ángel representan un capítulo primordial de la canción protesta en su patria chilena y en toda América. Muerta Violeta por su voluntad, sus hijos mantuvieron el tono de denuncia social que ella hizo escuchar por el mundo. Afiliados a la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, se exiliaron después del golpe de Estado (de Estados Unidos) que lo derribó, para suplantarle por el títere de la CIA Augusto Pinochet. Pero don Nicanor se quedó en la patria encadenada, con libertad plena para exaltar la figura del dictador, al que definió como un patriota obligado a tomar el mando de la nación para evitar no sé qué desgracias, porque no podía haber ninguna mayor que su dictadura sanguinaria.
El supuesto poeta izquierdista debió de abjurar de sus aireadas ideas “anarquistas” durante la merienda que le ofrecieron los Nixon en la Casa Blanca, el 15 de abril de 1970, mientras la CIA preparaba sus planes para organizar la contrarrevolución en Chile. Fue su conversión al fascismo bendecido por el imperialismo colonizador.
  En el libro “Artefactos”, impreso pocos meses antes del golpe de Estado militar, se autorretrató de cuerpo entero don Nicanor:

“Yo soy un hombre práctico
No reconozco otra filosofía
Que la de mi jefe
Por complacer a mis superiores
Soy capaz de pararme patas arriba”.

  Eso fue lo que hizo exactamente. Como todos los reaccionarios, se encontró a gusto bajo una sanguinaria dictadura militar, la del Augusto Pinochet, y criticó los supuestos errores de la Unidad Popular.
  Uno de sus artefactos sin lírica sirve para representar su poética: “En la vulgaridad está la cosa”. Se supone que la cosa es la poesía, y desde luego define perfectamente la suya. Otro de sus artefactos dice: “Cuba sí, yanquis también”: pues no, mientras los yanquis sigan practicando el bloqueo ilegal a la isla y manteniendo el campo de exterminio de Guantánamo. Eso a él no le importa nada. Es un hombre práctico, es decir, con la ideología que le sopla el viento de turno. Por eso sus congéneres los socialistos españoles le otorgan el premio Miguel de Cervantes. Qué ofensa para la memoria del creador de la prosa castellana. Qué insulto a los demócratas del mundo. Qué crimen contra la memoria de los asesinados o torturados o robados por el Augusto Pinochet y sus secuaces. Qué asco tener que soportar esto.